Al comprar una lujosa casa con jardín en las afueras de Madrid, el político español Pablo Iglesias buscaba un remanso de paz familiar. Pero el carismático fundador y líder del partido de izquierda Podemos encontró algo bien diferente: una tormenta política. El chalet de 600.000 euros (700.000 dólares) comprado por Iglesias su pareja Irene Montero -portavoz parlamentaria de Podemos-, fue vista por los críticos como señal de que la pareja traicionó su origen y se unió a "la casta" burguesa que lleva años criticando ferozmente.
Tras días de acoso mediático, filtraciones propias de la prensa y artículos que contrastaban el doble discurso de los líderes de Podemos, Iglesias y Montero optaron por una solución inesperada: someter al voto de sus bases su continuidad al frente del partido. "No pensábamos que tener a nuestros hijos en un contexto más tranquilo iba a generar este debate", explicó Iglesias sobre los mellizos que espera Montero, "pero una vez generado, la decisión la deben tomar ahora los y las inscritas en el partido".
Casi medio millón de militantes fueron habilitados para votar a la pregunta: "¿Consideras que Pablo Iglesias e Irene Montero deben seguir al frente de la secretaría general de Podemos y de la portavocía parlamentaria?" Los resultados de la votación se conocerán el lunes. Pero ni siquiera el previsible respaldo mayoritario a Iglesias y Montero cierra la crisis de imagen y la división interna abierta en el tercer partido más fuerte del Congreso español.
El primer problema fue que la compra del lujoso chalet ofreció munición política a los críticos de Podemos, un partido surgido de entre los "indignados" que revolucionó a partir de 2014 el paisaje político español con sus consignas de izquierda. En cuanto se conoció la noticia, muchos recordaron un tuit de 2012 en el que Iglesias criticaba a un ministro por comprar una casa al mismo precio: "¿Entregarías la política económica del país a quién se gasta 600.000 euros en un ático de lujo?".
Pero el verdadero conflicto para la pareja no se originó en el exterior, sino en su mismo partido. Tanto el lujoso capricho como el manoseo mediático indignaron a diversos sectores de Podemos, así como la consulta abierta para dirimir una crisis personal. El jefe de la corriente anticapitalista de Podemos, Miguel Urbán, consideró "innecesaria" la votación, vista por muchos como un reflejo del personalismo de Iglesias. "Me hubiera gustado más ver consultas sobre programas que consultas de este tipo", lamentó Urbán. El alcalde de Cádiz, entre tanto, publicó una dura carta abierta en la que dijo que no quería "dejar de vivir en un piso de currante (trabajador)" y defendió la necesidad de "vivir como la gente".
En una muestra de disgusto, el sector anticapitalista de Podemos decidió no participar en el “referéndum”, aunque sin hacer compaña a favor de la abstención. "Con total claridad: una participación baja sería un fracaso de la consulta y nos obligaría a dimitir, y una participación alta sería un éxito, independientemente de si los inscritos nos dicen que sigamos o que dimitamos", dijo Iglesias tras el inicio de la votación.