“El trabajo del mayordomo es muy particular: no es un sirviente ni tampoco parte de la familia. Pero vive en la casa y sabe todo lo que ocurre allí: si el marido tiene un affaire o si la esposa anda con el jardinero. La regla de oro de un mayordomo es nunca “ver” nada”, cuenta Robert Watson a la revista NOTICIAS, uno de los mayordomos más famosos, empleado, entre otros, de la reina Isabel II.
Si bien Watson mantiene el silencio sobre las situaciones que vivió en el hogar más famoso de Inglaterra, comparte algunos detalles. “ Con respecto a Buckingham, lo que puedo decir es que allí parece que el tiempo se hubiera detenido. Hay un cuarto de 80 metros cuadrados donde se guarda vajilla de más de 200 años. Imagínese lo que es lavar todos esos platos cada vez que la reina ofrece un banquete”, explica.
Con la enseñanza de empleado de confianza real a cuestas, Watson se dedica hoy en día a entrenar mayordomos en hoteles de lujo, casas y yates de ricos y famosos. A la hora de elegir el mejor hotel del mundo, no duda en mencionar la mansión del hotel MGM Grand de Las Vegas, “un hotel exclusivo dentro de un megahotel de lujo. Allí van aquellos que en una noche pueden perder dos millones de dólares en el casino. Es una mansión de estilo italiano, con apenas 29 suites, cada una con su piscina y su mayordomo”.
Sin dar nombres y revelar protagonistas, Watson recuerda una de las tantas excentricidad que le tocó presenciar. “Cuando trabajaba en el Lanesborough, me llamó un noruego que había abandonado el hotel unos días antes y había olvidado un traje gris en su suite. Le dije que se lo mandaba por FedEx y que al otro día lo recibiría. “No, tengo que tenerlo en un par de horas”, me dijo. Así que tuve que mandar un mayordomo en un vuelo en clase ejecutiva a Oslo para que le alcanzara el traje. La diligencia le costó a este hombre más de 4.000 dólares”, relata Watson. El resto de los detalles, quedarán guardados en su memoria.
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