El jueves en Estados Unidos solo se hablaba de una cosa. En los televisores de cada bar, en todas las pantallas de los celulares, incluso en las pantallas de los asientos de los aviones, la imagen era la misma.
La exposición de la profesora Christine Blasey Ford en el Senado, la mujer que denuncia que Brett Kavanaugh, el candidato de Donald Trump a la Corte Suprema, abusó de ella cuando eran adolescentes. Y la defensa de Kavanaugh, también.
Ambos se expusieron a las preguntas de los senadores y de la fiscal especializada en delitos sexuales Rachel Mitchell, quien fue criticada por cómo abordó a la víctima. Por momentos, muchos senadores demócratas le recordaban a Ford que no estaba siendo juzgada. Ella misma sostuvo, en el inicio de su declaración, que estaba allí porque era su deber como ciudadana.
El viernes, el presidente Donald Trump ordenó que el FBI realizara una investigación, con lo cual los tiempos para la definición de si se confirma o no la candidatura de Kavanaugh se estiran.
Los cargos a la Corte Suprema de Estados Unidos son vitalicios. De allí la importancia de sus candidaturas. Y porque son ellos quienes, ante casos trascendentales para la sociedad, como el aborto o el matrimonio igualitario, por ejemplo, pueden llegar a tener la última palabra.
En varias ciudades las mujeres se movilizaron para defender a Ford, quien luego de que se hiciera pública su denuncia recibió amenazas y tuvo que mudarse de su casa con su familia. Los movimientos feministas que despertó el efecto #MeToo salieron a la calle toda la semana a demostrar su apoyo a la profesora Ford. En Washington, lo hicieron vestidas de negro en protesta por la exposición que viene teniendo la profesora Ford.
En las redes sociales circulan los mensajes con el hashtag #believevictimsen señal de apoyo. Nadie habla de otra cosa. También muchas fotos con la imagen de la profesora Ford y el mensaje This is what bravery looks like, por su valentía. Incluso de mujeres que también fueron victimas, en un país donde los últimos datos de la encuesta anual de violencia doméstica refleja que las líneas de emergencia nacional -aquí denominadas hot line- reciben hasta 14 llamadas por minuto.
Las comparaciones con el caso de 1991 de Anita Hall, quien fue demandante del juez Clarence Thomas, son constantes. Thomas obtuvo su cargo. Esta vez, podría tener un final distinto.