Gabriel García Márquez, el escritor colombiano que murió hoy en la Ciudad de México, supo acariciar la cima de la literatura universal al ungirse con el premio Nobel de Literatura por brillantes obras como Cien años de soledad. Sin embargo, pese a tener una inventiva distinguida a nivel mundial, en 1981 el escritor se ocupó de dejar en claro su propia identidad como profesional: "Siempre me he considerado un periodista, por encima de todo".
Desde la publicación de su primer cuento, "La tercera resignación" (1947), en el diario El Espectador, hasta la creación de la Fundación Nuevo Periodismo, Gabo tuvo una relación con el oficio periodístico tan íntima como intensa. Dejó su huella en todos y cada uno de los periodistas que le siguieron generacionalmente, al punto tal de ser considerado como "el padre del periodismo contemporáneo" y fundador del "realismo mágico" como género literario.
Cuando terminó el secundario, en 1946, García Márquez migró del pequeño pueblo de Aracataca a la ciudad de Bogotá para estudiar Derecho. Sin embargo, lejos de poner en sintonía su escritura con expedientes judiciales, el joven pasaba sus horas escribiendo poesías y cuentos, donde comenzó a forjar una pluma infalible, que nutría sus ficciones de distintos hechos de la realidad, como la ola de violencia desatada en Colombia tras el asesinato del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán.
Fue recién en 1951, después de publicar el cuento "Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles", cuando la suerte parecía dejar de sonreirle al novelista: el talento no era sinónimo de establidad laboral y después de que la editorial La Losda le rechazara su primera presentación del cuento La Hojarasca, se quedó sin dinero.
Un año después, que los pasó vendiendo libros, Márquez ingresó a la plantilla del diario El Espectador donde respiró, por primera vez, el ritmo exaustivo de una redacción. El envión a su carrera como periodista se lo dio la publicación de su primer reportaje: "El relato de un náufrago". Allí, se unió el apego al dato inmodificable con la inmejorable capacidad para contar historias que el novelista ya había demostrado manejar como ninguno.
Su gran calidad a la hora de cubrir acontecimientos, los ojos para ver cosas que otros no, y la pluma para contarlos con una atractiva narración, llevaron a El Espectador a nombrar a García Márquez como corresponsal en Europa. Fue entonces cuando recorrió el mundo haciendo entrevistas, crónicas y reportajes, hasta 1957, cuando el gobierno colombiano decidió cerrar el matutino y, sin dinero para seguir sus aventuras por el planeta, el escritor tuvo que regresar a su país.
Estaba claro que la carrera de Gabo no se terminaba con el cierre del diario. Dos años después, en medio del triunfo de la Revolución Cubana, fue nombrado como director de la agencia de noticias Prensa Latina. Entonces tomó la decisión de trabajar desde La Habana, donde desarrolló un vínculo particular con Fidel Castro: eran amigos, pero eso no lo impedía criticarlo.
Diez años después, ya establecido en México D.F., todas las experiencias y conocimientos que acumuló el escritor culminaron en una novela que lo ungió como un escritor de clase mundial: Cien años de soledad fue un éxito absoluto.
Su ojo crítico sobre el periodismo nunca descansó. Por eso, solía recorrer distintas universidades en todo el mundo para interiorizarse sobre cómo se estaba enseñando el oficio. "Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica".
Sin embargo, García Márquez no estuvo excento de contradicciones. Entrevistó a miles de fuentes en el mundo entero, pero no se dejaba entevistar. Detestó con vehemencia el uso de herramientas usuales en el periodismo como el grabador. El Nobel lo explicaba así: "La grabadora oye, pero no escucha. No piensa. No tiene el objeto central de un periodista: el corazón".
Crítico sobre la forma de ejercer el periodismo en su generación, el escritor disertaba sobre la peligrosidad del oficio: se quejaba de las "manipulaciones malignas", de los "equívocos inocentes o deliberados", los "agravios impunes" y las "tergiversaciones venenosas". Entre ellas, criticaba el "empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas". Quizás por eso García Márquez, figura indiscutida del periodismo hispano, no aceptaba entrevistas.
El escritor solía contar una anécdota con una universitaria colombiana: la joven lo persiguió por todos lados pidiendole una entrevista y él le decía que no. Hasta que un día, cuando salía de su casa, lo interceptó y cedió. "Voy para el supermercado, puede acompañarme", le dijo. La estudiante se entusiasmó y dialogó más de una hora con él, de góndola en góndola. "Cuando regresamos, le agredecí y ella me preguntó si ahora sí le daba la entrevista: ¡Pero con todo el material que ya tenía, dios santo, sólo quería su grabadora prendida!".
El mundo ahora llora su muerte. Los periodistas, que se forjaron en el oficio con García Márquez como principal exponente, tuvieron que escribir hoy la noticia que nunca nadie quisiera escribir: la muerte de su propio padre. Durante toda la jornada, matutinos de todo el mundo informaron con placas negras y emotivos títulos.
"Muere Gabriel García Márquez, un genio de la literatura universal", tituló el diario El País de España, en sintonía con distintos medios españoles, que destacaron la proyección pública del escritor. El matutino publicó nueve noticias en simultáneo para informar sobre la dimensión de la trayectoria del periodista que acaba de morir.
El diario Reforma de México, donde falleció hoy el Nobel, fue el que se mostró más conmovido. "¡Adiós, Gabo!", encabezó su portada, acompañado de una placa de luto y una foto del periodista. El Mercurio, de Chile, se contagió de la mejor pluma del periodismo hispano para hablar de su muerte: "Las letras universales están de luto".
El hito colombiano. Los medios colombianos fueron los más emotivos, a la hora de hablar de su máximo referente. Es que Gabriel García Márquez marcó a todas las generaciones de periodistas que le siguieron en Colombia, y hoy lo despidieron con emoción. "Por siempre Gabriel", tituló El Espectador de Colombia, desde donde el escritor comenzó a descollar. El diario Tiempo, de ese país, también le dedicó una placa e hizo referencia al libro Cien Años de Soledad para despedirlo: "Macondo está de luto".
Mucho más conmovido aún se mostró la Fundación Nuevo Periodismo -creada por Márquez-. "Gracias, Maestro; 1927-2014", sentenció en su sitio web, con toda la portada dedicada a repasar su trayectoria.