Las elecciones generales del próximo jueves marcarán no sólo el futuro político del Reino Unido, sino también el destino de la Unión Europea (UE). La incertidumbre parece ser la protagonista excluyente de los comicios. El primer ministro, David Cameron, y el laborista Ed Miliband están empatados y ninguno alcanzaría la mayoría para formar gobierno, según las últimas encuestas. La paridad tiene en vilo al continente: el líder de los conservadores prometió convocar un referéndum antes de 2017 para distanciarse de Bruselas, mientras que su principal contendiente declaró que “salir de la UE sería un desastre para la economía” del país.
“La convocatoria de un referéndum sobre seguir o no en la UE es una línea roja”, disparó Cameron, durante una sesión de preguntas de votantes emitida por la BBC. Su definición abrió un abismo con el principal partido de oposición, que se encolumnó a favor de continuar en el bloque regional. Y, por otro lado, acercó posiciones con el UKIP, los euroescépticos de ultraderecha liderados por Nigel Farage.
“Quiero aprovechar el poco tiempo que queda para tratar de sumar una mayoría en el Parlamento”, agregó el premier. En caso de no llegar a los 326 escaños, el Partido Conservador buscará reeditar la coalición de gobierno actual, con los liberaldemócratas del viceprimer ministro Nick Clegg. Sin embargo, los sondeos auguran que esa fuerza caerá del 23% conquistado en 2010 a un exiguo 9%, perdiendo la mayoría de sus 57 bancas. Si eso sucediera, Cameron podría negociar con las huestes del UKIP.
Los laboristas tampoco llegarían a la mayoría. En ese caso, su única chance de retornar a Downing Street sería aliarse con los nacionalistas escoceses, que de la mano de Nicola Sturgeon darían el gran batacazo en estos comicios. Tras perder la consulta popular por la independencia, el Partido Nacionalista Escocés (NSP) se disparó en los sondeos –que le auguran 55 de las 59 bancas en juego en Escocia–, debido a la popularidad de su nueva líder y a las promesas incumplidas de Londres por el triunfo del No. Pero el laborismo ya rechazó pactar con los nacionalistas. “No sacrificaré el futuro de nuestro país ni su unidad”, aseveró el hijo del célebre pensador marxista Ralph Miliband. Su declaración desnudó cierto resentimiento por perder Escocia, tradicional bastión laborista, a manos del NSP. “Si Ed Miliband está diciendo que preferiría tener un gobierno conservador que trabajar con el SNP para impulsar políticas más progresistas, entonces perdió el norte”, lo cuestionó Sturgeon.
Ajustes. Al inicio de la campaña, los conservadores creían que triunfarían por su buena gestión económica. El Reino Unido superó la crisis, volvió a crecer y el desempleo alcanza sólo al 5,7%. Sin embargo, esos datos se le volvieron en contra a Cameron: en la emisión de la BBC, el premier recibió un aluvión de críticas de los votantes sobre su nuevo plan para recortar 16.500 millones de euros. La atención del electorado está enfocada en los ajustes que depara el futuro y no en los logros de los últimos cinco años. Miliband, por su parte, debió responder por la mala administración financiera de los gobiernos de Tony Blair y Gordon Brown. Propuso reducir el déficit fiscal y reforzar el sistema de ayudas estatales “con responsabilidad”.
Otro de los temas que desvelan a los británicos es la inmigración. “Libertad de movimiento en la UE significa libertad para ir a buscar trabajo, no subsidios”, dijo Cameron. Su rival propuso que los inmigrantes sepan inglés, idioma que sus padres no hablaban cuando pisaron Londres escapando del nazismo.
El jueves los británicos definirán cuál de ellos decidirá el futuro del país y de la Unión Europea.