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Sólo hace falta alejarse unos 30 kilómetros de Madrid para sentirse en otro mundo. La
carretera C-600, que comunica la capital española con la localidad de San Lorenzo de El Escorial,
es el paso previo a ingresar en plena Sierra de Guadarrama. Ahí arriba el viento sopla fuerte, y la
vista se clava sin aviso en una cruz enorme que parece dibujada en la montaña.
De lejos es imponente;
de cerca, asusta. No se trata de un monstruo disfrazado de cemento, pero
constituye la obra arquitectónica más importante que
el régimen franquista realizó en sus 36 años de gobierno.
Rodeada de una exuberante vegetación, donde predominan los pinos, los robles y los olmos,
una cruz de 150 metros de altura se eleva sobre una basílica que fue construida tras la excavación
de una gigantesca roca. Es el símbolo que encierra
una de las polémicas que divide aguas en la sociedad española: Las voces menos
críticas sobre la figura de Franco aseguran que el “Valle” es un homenaje a los caídos
de ambos bandos en la Guerra Civil, mientras que en la vereda opuesta, sostienen que constituye un
sitio de culto donde se reivindica al dictador.
La versión “oficial”, difundida por la fundación privada Francisco Franco,
afirman que ”allí están recogidos restos de millares de combatientes de ambos bandos de la
Guerra Civil, así fue expresamente determinado por Franco, y elevado por la Iglesia, que convertía
aquél lugar en sagrado, y
en un monumento de reconciliación nacional y de peregrinación a la Cruz.”
Los detractores de esta posición entienden que la magnífica construcción, que tardó 18 años
en ser levantada y empleó cerca de
20.000 hombres, fue una idea de Franco para enaltecer el régimen, desplegar un
culto a su personalidad y hasta diseñar su propio mausoleo. Su cuerpo reside allí junto al de su
mentor ideológico y fundador del Falangismo español, José Antonio Primo de Rivera.
Unos minutos de caminata bastan para llegar a una enorme explanada de cemento que ocupa unos
30.000 m2. Desde lo más alto de la sierra, se comprende a la perfección el objetivo de Franco:
demostrar la omnipotencia del poder frente a la insignificancia del ser humano. Así se siente uno
ante semejante inmensidad.
Una vez en la cripta, nuevamente lo magnánimo se hace notar. Sobre la puerta de ingreso
están talladas en bronce las 14 estaciones del Vía Crucis y los grabados y tapices que adornan el
interior tienen un sentido religioso. La estrecha relación que la dictadura franquista estableció
con la jerarquía de la iglesia católica se ve reflejada en cada rincón de la imponente basílica. Es
la representación arquitectónica de
la fructífera unión entre la espada y la religión durante casi cuatro décadas.
El altar, hecho a base de granito, es el epicentro de la basílica. Frente a él yacen las
tumbas de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco. Como un capricho de la historia, reposan
juntos el precursor ideológico del fascismo español y su brazo ejecutor. Pero esta no es la única
curiosidad que envuelve a ambos. Un 20 de noviembre de 1936 José Antonio Primo de Rivera muere a
manos del bando rebelde. 39 años después, un 20 de noviembre de 1975, el dictador Francisco Franco
muere por causas naturales. Muchos aseguran que los médicos “demoraron” su muerte. Su
suerte estaba echada hacía meses, pero sus íntimos respetaron su última voluntad: elegir cuándo
morir.
La fundación Francisco Franco se encarga cada semana de reponer las flores frescas que
acompañan la tumba de ambos dictadores.
Muertos por Dios y por España
A los laterales de las tumbas más visitadas de la basílica, se encuentran dos capillas que
albergan a cuerpos menos célebres. Bajo el título de “Muertos por Dios y por España”,
en recintos a los que no tiene acceso el público, se calcula que cerca de 40.000 hombres guardan
silencio sepulcral en sus tumbas. Se estima que la mitad de los allí sepultados no han sido
identificados, siendo que fueron recogidos de fosas comunes de localidades vecinas después de la
Guerra Civil y hasta 1983.
El dilema de la construcción
Todo el predio tiene una extensión de 1365 hectáreas. Allí se encuentra un monasterio
habitado por monjes benedictinos, unas oficinas de atención al turismo (desde donde sale el
funicular que llega hasta la base de la cruz), la basílica principal donde yace la tumba de Franco
y a su lado dos capillas que albergan miles de cuerpos (muchos no identificados) de caídos durante
la Guerra Civil.
El dictador que gobernó por tres décadas y media los destinos de España, ordenó su
construcción en 1940, pero quedó inaugurado formalmente por el régimen en 1958.
El decreto fundacional del 1 de abril de 1940, que lleva la firma del entonces Generalísimo
Francisco Franco, establece que la basílica y el monumento tiene como finalidad “...perpetuar
la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada [...] La dimensión de nuestra Cruzada, los
heroicos sacrificios que la Victoria encierra y la trascendencia que ha tenido para el futuro de
España esta epopeya, no pueden quedar perpetuados por los sencillos monumentos con los que suelen
conmemorarse en villas y ciudades los hechos salientes de nuestra historia y los episodios
gloriosos de sus hijos.”
Si hay alguna coincidencia entre personas de diferentes extracciones políticas es la falta
de rigurosidad en cuanto a la cantidad de vidas que se perdieron en la Guerra Civil. Pero hay más
dudas: Muchos todavía se preguntan
cuál fue la mano de obra utilizada para realizar la construcción del
“Valle”. Otro interrogante jamás respondido fue el costo total de las obras.
Los historiadores Paul Preston (autor del libro Franco, caudillo de España) Julián Casanova
e Isaías Lafuente (autor del libro Esclavos por la patria) entre otros, dan por cierto que el Valle
de los Caídos fue dinamitado y excavado (más de 200.000 m3 de roca), en gran medida,
por prisioneros políticos pertenecientes al bando republicano, contrario a Franco.
Algunos hablan de trabajos en condiciones de esclavitud, otros afirman que existía una pequeña
retribución a cambio de las forzosas tareas realizadas.
Cada 20 de noviembre el Valle de los Caídos se convierte en punto de encuentro para
nostálgicos del régimen. El himno franquista “Cara al sol”, es cantado por hombres y
mujeres que, brazo derecho en alto, evocan la memoria de su líder. Pero este año no podrá ser.
A partir de la sanción de la Ley de Memoria Histórica, en diciembre de 2007, que supone una
condena expresa del franquismo,
se prohíben las manifestaciones políticas en el Valle de los Caídos. Habrá que ver
cómo expresan su euforia nacionalista sin burlar la ley. A 33 años de su muerte, hay españoles que
se resisten al paso del tiempo y congelan en su memoria la voz aflautada de quien, para ellos, fue
el “Caudillo de España”.
(*) Especial para perfil.com