(Desde Gibraltar ) “La cuestión es simple: eran dos, y teníamos que elegir. Nos quedamos con el menos peor: Gran Bretaña”, explica a PERFIL Ronald Sananés, un taxista gibraltareño, mientras transforma la cuenta de libras a euros, al pie del peñón. “Que nos sigan ayudando, pero ellos allí y nosotros aquí; que nos sigan mandando el dinero, como hacen con the Falkland”, desliza, en referencia a la idea de soberanía que tiene del disputado peñón de Gibraltar y las islas Malvinas, otro de los territorios de ultramar ocupados históricamente por Gran Bretaña.
La diversidad y el mestizaje caracterizan a la sociedad de Gibraltar: en un diminuto espacio de siete kilómetros cuadrados conviven en armonía casi 27 mil personas con distintas ascendencias: británica, italiana, hebrea, árabe, española. También se confunden los creyentes de varias religiones: católicos, judíos, musulmanes, protestantes, anglicanos e hindúes. Todos conviven en armonía.
Mientras, el número de empresas dobla a los habitantes: nada menos que 51 mil compañías tienen su sede o bien su dirección postal aquí, para recibir los beneficios que reporta su paraíso fiscal. La renta per cápita en el territorio británico llegó en 2010 a 40.111 euros, y 21 mil trabajadores tienen empleo, casi pleno empleo. Todas estas cifras consolidan un bienestar que los llanitos –así se autodenominan los lugareños– no parecen estar dispuestos a perder bajo ningún punto de vista.
“Nosotros somos los llanitos y ellos los kelpers. Ellos se hallan bajo dominio británico, pero son más autónomos, puesto que están más alejados. Conozco el tema porque tengo familia en Argentina”, comenta a PERFIL Izanove, un profesional gibraltareño con ascendencia genovesa que pasea a su perro por una de las pocas avenidas que existen. “Nosotros tenemos los negocios y el dinero, pero nos falta tierra, y ellos la tienen –dice, en referencia a España–. Los políticos deberían dejar que nos arregláramos como lo estamos haciendo ahora y no interferir más.” En relación con el conflicto que por estos días genera tensión por la soberanía del peñón, en Gibraltar no hay dudas. “¿La soberanía? No sé… así estamos muy bien”, explica un joven que lleva puesta la camiseta de Messi pero manifiesta el deseo de los que viven del lado británico en España.
Keighley es nieta de escoceses y españoles, y se comunica en un “spanglish” en el que invierte, con gran naturalidad, términos y formas gramaticales del inglés y del español con un pronunciado acento andaluz. “Claro, the Falkland, sólo he escuchado eso, pero sé que están allí, muy al sur y que son británicos, como nosotros aquí”, comenta a PERFIL. “No sé si allí alguien les quiera imponer algo: pero aquí yo ya estoy cansada de escuchar que algún día alguien vendrá a decirme ‘tú tienes que ser española’. Ya han pasado tres siglos de eso, y yo soy lo que soy: británica, y me siento mejor hablando inglés”, apunta. Una de las amigas de Keighley, Nicola, cree que “lo mejor sería lo que pasa con los habitantes de the Falkland, poder contar con las subvenciones de Gran Bretaña y vivir tranquilos, con cierta independencia”.
Por su parte Keilly, otra de las amigas de Keighley, es concluyente: “De España no quiero ni oír hablar, yo quiero ser británica y lo soy. No sé dónde quedan the Falkland pero entiendo que sus habitantes también quieren ser británicos”, dice luego de comentar que en noviembre próximo subirá a Madrid, con sus dos amigas, a ver el concierto de Bruno Mars.
Jamie y Dean son dos amigos llanitos. Jamie vive en Cádiz, aunque tiene su casa en Gibraltar. “Las comparaciones (con los kelpers) nos dan igual, aquí estamos muy bien y no queremos problemas, sólo seguir viviendo así. Mejor no podemos estar”, asegura. Dean, por su parte, comenta que el término “llanito” proviene del nombre propio inglés John y de su diminutivo, Johnny, y del diminutivo del nombre genovés Giovanni, como Gianni. “Los que viven en the Falkland son británicos, sólo que han nacido en otro sitio –concluye–. Igual que nosotros”.