Josef Fritzl, hoy conocido como el "monstruo de Amstetten", era un asiduo cliente de un burdel en Villa Ostende, a 48 kilómetros de su casa y del sótano en el que mantenía encerrados a su hija Elisabeth y a los tres hijos que tuvo con ella.
Un empleado del burdel, Christoph F., de 38 años, dijo a la prensa austríaca que Fritzl obligaba a las prostitutas a simular que estaban muertas, las golpeaba y las obligaba a llamalo profesor.
Según el diario británico The Sun, una de las prostitutas que trabajaba en el burdel dijo que a Fritzl "le gustaba mantener relaciones sexuales en el interior de una celda (que había en el interior del prostíbulo), algo que yo odiaba. Era oscura y siniestra, pero también su lugar favorito".
Según el ex empleado del burdel, Fritzl trataba a las prostitutas "como un profesor en el colegio y les decía cosas como '¡siéntate!' o '¡no uses ese lenguaje!".
Independencia. Según cartas publicadas por el diario Osterreich, Elizabeth planeaba dejar el domicilio familiar poco antes de ser encerrada en el sótano.
"Después de los exámenes, me mudaré con mi hermana y su novio", escribió esta mujer ahora de 42 años en una carta fechada el 9 de mayo de 1984 y dirigida a un amigo.
En otra de las cartas, fechada el 29 de mayo de 1984, dice al mismo amigo: "Cuando recibas esta carta, todo habrá acabado. Te daré la nueva dirección cuando me haya mudado".
Tres meses más tarde, Elisabeth, que en ese entonces tenía 19 años, fue secuestrada por su propio padre en el subterráneo sin ventanas de la casa familiar. Allí pasó 24 años, sometida a las violaciones de Josef Fritzl .