La muerte del ciudadano estadounidense George Floyd tiene túneles que la conectan con la problemática de la discriminación racial y la xenofobia presentes en Estados Unidos y en el mundo. Este fenómeno se observa también en las estadísticas de quienes fueron condenados a la pena de muerte en este extenso país del norte de América.
Naciones Unidas denunció en marzo de 2014 que, pese a los progresos alcanzados, 50 años después de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles, en la práctica en Estados Unidos, la discriminación racial es una constante en todas las esferas de la sociedad. Hace pocos días, el mundo se escandalizó con un video que mostraba cómo George Floyd fallecía en las calles estadounidenses, mientras tres policías presionaban su cuello y su espalda contra el piso. El informe de la autopsia independiente solicitada por la familia del hombre afroestadounidense de 46 años que perdió la vida, difiere de la autopsia oficial.
Los médicos forenses convocados por la familia de Floyd, sostienen que el deceso obedeció a una "asfixia mecánica", lo que potenció la furia de los manifestantes y puso al flagelo del racismo y la xenofobia en el centro del debate.
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Masivas protestas violentas tuvieron lugar en el país gobernado por Donald Trump. También hay presencia de oportunistas que aprovechan este episodio, como excusa para robar comercios –que nada tuvieron que ver con la muerte de George Floyd–. Para contener la situación, las autoridades decretaron toques de queda en más de 40 ciudades y en 15 Estados desplegaron la Guardia Nacional –la fuerza militar que Estados Unidos, utiliza en casos de emergencia–.
Sería ingenuo y erróneo abordar la problemática racial como un tema unidimensional. Se trata de uno fenómeno social que sobrevuela el mundo moderno y que requiere un análisis multidimensional. Obviamente, la política es una variable que no debe dejarse afuera porque los actos que emergen de ella, tienen efectos en la sociedad que potencian o minimizan determinados comportamientos, hábitos y costumbres.
La campaña electoral que llevó a Trump a la Casa Blanca, estuvo impregnada de un nacionalismo exacerbado con cantidades oceánicas de mensajes xenófobos. El empleo rabioso de estas estrategias comunicacionales elaboradas en laboratorios en virtud a resultados de estudios de opinión pública, no contribuyen en absoluto con el pluralismo, el respeto por las minorías y la integración comunitaria. Todo lo contrario, coadyuva a encolerizar un problema que anida en distintos puntos del planeta y que tiene amplia presencia en la sociedad estadounidense. La Justicia no es la excepción en este tema. Un informe de Amnistía internacional sobre la pena de muerte, reveló que en 2018, hubo al menos 690 ejecuciones repartidas en 20 países, lo que supuso un descenso del 31% con respecto al año 2017, en que se registraron, al menos, 993 ejecuciones. La mayoría de las ejecuciones tuvieron lugar en China, Irán, Arabia Saudí, Vietnam e Irak. Los métodos de ejecución empleados en 2018 fueron: decapitación, electrocución, ahorcamiento, inyección letal y fusilamiento. En Irán, también se aplicó la lapidación.
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Al finalizar 2018, 106 países (más de la mitad de los Estados del mundo) habían abolido la pena de muerte para todos los delitos, y 142 países (más de dos tercios del total) la habían abolido en la ley o en la práctica. En América, el informe reveló que por décimo año consecutivo, Estados Unidos, volvió a ser el único país del hemisferio que llevó a cabo ejecuciones. El número de ejecuciones (25) y condenas a muerte nuevas (45) registradas en Estados Unidos aumentó ligeramente con respecto a 2017. El Estado de Texas acaparó más de la mitad del total nacional.
La cuestión racial es un elemento que subyace sobre todos los demás y que no es nuevo. Una pesquisa de la Universidad de Yale de 2007, concluyó que la probabilidad de que personas afroestadounidenses, sean condenadas a muerte, es tres veces más alta que la de los acusados blancos en casos donde la víctima también es blanca. Las estadísticas frías muestran que la pena de muerte –que es el asesinato a sangre fría a manos del Estado– recae principalmente contra minorías y contra miembros de comunidades raciales en Estados Unidos. Es importante expresar, que los estudios científicos realizados en torno a la pena de muerte no han podido hallar pruebas fehacientes que demuestren que la pena capital tiene más poder disuasorio que otras sanciones legales.
Otra investigación realizada por el Departamento de Justicia puso en relieve que de los 682 casos en que un fiscal federal había solicitado la pena, en el 74 por ciento, se trataba de un negro o de un hispano.
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La muerte de Floyd en manos de la policía, despierta enojos y deseos de venganza en minorías que sienten vulnerados sus derechos básicos y que viven el presente como si fuera un viaje a un pasado de angustia, que creían superado y que daban por hecho que ya no golpearía sus vidas en el siglo 21.
Parece una ironía del destino, el dato que confirma que el policía acusado de homicidio y el afroestadounidense muerto, habían trabajado juntos el año anterior, como personal de seguridad, de un club hispano llamado el Nuevo Rodeo. La denuncia por un billete de 20 dólares que supuestamente era falso, convirtió a Floyd en un cadáver, en un puñado de minutos. En el video no se observa a ninguno de los policías involucrados intentando interceder para bajar el nivel de violencia contra el cuerpo de Floyd que ya había sido neutralizado. Mientras escribo esta nota, la fiscalía de Minnesota elevó a homicidio en segundo grado (doloso), la acusación contra el exoficial Derek Chauvin, el policía que colocó su rodilla sobre el cuello de George Floyd, y también presentó cargos de complicidad e instigación contra los otros exagentes que estaban en la escena.
La horripilante muerte en vivo de Floyd y la posterior ola de sucesos violentos, acontecen en momentos en los que Estados Unidos comenzó a “normalizar” su vida social, después de que el Covid-19 dejara más de 100 mil cuerpos muertos en el territorio nacional. La lucha contra la pandemia no terminó. Aún se mantienen vigentes algunas normas de distanciamiento social.
Pronto sabremos qué efectos tendrán los sucesos recientes en términos políticos, sociales y sanitarios. No será sencillo demostrar que George Floyd murió por su color de piel y tampoco será fácil negar la discriminación con los datos expuestos. Por lo pronto, el racismo, la xenofobia y sus profetas, quedaron al descubierto y en el centro de las miradas de la comunidad internacional.
(*) El autor es analista internacional especializado en la Universidad Nacional de Defensa de Washington; Director de Gestión de Gobierno en la Universidad de Belgrano.