Luego de 37 años en el poder, el dictador más viejo del mundo empieza a desmoronarse. En medio de una inédita crisis interna del régimen gubernamental, el Ejército de Zimbambue tomó hoy el control del país africano y arrestó en su domicilio al nonagenario presidente Robert Mugabe. Los militares afirman que el líder zimbambuense, de 93 años, se encuentra a salvo y que no hay un golpe de Estado en marcha. Pero la asonada castrense es reflejo de una feroz puja por la sucesión que tiene como una de sus protagonistas a la primera dama, Grace Mugabe, y que podría poner fin a la hegemonía de una de las últimas grandes figuras políticas del siglo veinte.
Grace Ntombizodwa de Mugabe conoció al “camarada Bob” cuando ella era mecanógrafa de la presidencia. Tenía 41 años menos que él. La relación de amantes entre ambos empezó mientras la primera esposa de Mugabe, la popular Sally Hayfron, agonizaba por una enfermedad terminal.
Desde que se casó con Mugabe en 1996, la prensa internacional siempre retrató a Grace como una mujer frívola, entregada al lujo y el despilfarro. En los medios cotizaban las fotos de la primera dama de un país africano miserable gastando fortunas en las grandes tiendas de Europa. Gucci Grace, la apodaron. WikiLeaks la vinculó con la explotación ilegal de diamantes. Construyó palacios para sus hijos e invirtió cientos de millones de dólares en el exterior.
Pero Grace resultó ser más que derroche y exceso. En los últimos años mostró determinación y habilidad para maniobrar políticamente y posicionarse como eventual sucesora de su marido. Oficialmente, Mugabe es candidato a la pantomima electoral que se celebrará en 2018. Pero el deterioro físico del anciano líder abre dudas sobre su real capacidad para seguir en el cargo. Sus detractores afirman que Grace es la que realmente conduce los destinos del gobierno. El crecimiento de su figura no se produjo a espaldas de Mugabe sino de la mano de él, quien aprovecha cada aparición pública para elogiar su estatura política.
Grace detonó la crisis política que estalló hoy. Casi en un déjà vu de 2014, cuando forzó la salida de la entonces vicepresidenta Joice Mujuru, la primera dama provocó hace una semana la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa, veterano de la guerra de liberación, mano derecha de Mugabe y parte de la generación de ex revolucionarios que lucharon contra el colonialismo y luego gobernaron el país por cuatro décadas. Considerado uno de los hombres fuertes del gobernante partido Unión Africana Nacional de Zimbabue - Frente Patriótico, Mnangagwa era el candidato natural para suceder a Mugabe.
La vieja guardia reprocha a Mugabe dejarse llevar por políticos de una nueva generación -de la que su esposa es la principal exponente- que no vivió la colonia y que quiere barrer con cuarenta años de tradición política. Las purgas en el partido no son una novedad, pero los militares consideran que la destitución de Mnangagwa sobrepasó la línea de lo tolerable.
Antes de huir a Sudáfrica, el destituido vicepresidente denunció que lo intentaron asesinar y atribuyó la purga contra los miembros del viejo “clan” a la ambición de Grace de eliminar cualquier obstáculo que le impida convertirse en la sucesora de Mugabe. Ahora se especula con la posibilidad que el Ejército podría regresar a Mnangagwa a Zimbambue, para colocarlo como presidente interino hasta las próximas elecciones.
Los militares insisten en que no hubo golpe de Estado y que la intervención armada tiene por objetivo terminar con “los criminales del entorno del presidente que están cometiendo delitos”. Grace está arrestada en su casa junto al viejo líder. Su sueño presidencial se esfuma. Pero sigue junto a Mugabe.