El cinematográfico asalto del lunes pasado a la sede de Prosegur en Ciudad del Este, adjudicado por los investigadores a la organización criminal brasileña Primeiro Comando da Capital (PCC), tiene como trasfondo una guerra narco desatada por el PCC contra otros grupos delictivos para tomar el control del tráfico de drogas en la frontera entre Brasil y Paraguay. Las autoridades paraguayas creen que el millonario robo comprueba que la banda brasileña logró hacer pie en esa estratégica zona.
Según la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) de Paraguay, el asesinato del capo narco Jorge Rafaat Toumani, en junio de 2016, abrió el camino para que el PCC hegemonizara las operaciones en la región. Conocido como “el rey de la frontera”, Rafaat actuaba por cuenta propia y fijaba el precio de la cocaína y la marihuana repartida por los dos principales grupos brasileños ligados al narcotráfico: el PCC y el Comando Vermelho (CV). Rafaat fue acribillado en la localidad fronteriza de Pedro Juan Caballero, una de las ciudades más violentas de Sudamérica, por sicarios armados con ametralladoras Browning calibre .50, las mismas que se usaron en el golpe a Prosegur.
Desde entonces, las policías paraguaya y brasileña registraron al menos 38 ejecuciones en la línea de la frontera, ligadas a un proceso de eliminación de colaboradores del imperio narco de Rafaat. De acuerdo con la Senad, los delincuentes vinculados al PCC, antes concentrados en Ciudad del Este y Foz do Iguaçu, extendieron su influencia a Salto del Guaíra, en la frontera con Guaíra, en el estado brasileño de Paraná, y a Pedro Juan Caballero, vecina de Ponta Porã, en Mato Grosso do Sul.
El asesinato de Rafaat tuvo como represalia el mes pasado el crimen del hermano del traficante brasileño Jarvis Pavão, socio del PCC en Paraguay, quien dirige operaciones a ambos lados de la frontera desde una cárcel en Asunción. Según sospechas policiales, Pavão habría ordenado la muerte de Rafaat en acuerdo con el PCC.
La ofensiva de la organización brasileña en la zona se completó en febrero pasado con un viaje a la frontera del más alto líder del PCC en libertad, Rogério Jeremias de Simone, alias Gegê do Mangue, quien asumió el control de los negocios del grupo en la región. Las autoridades brasileñas creen que el movimiento de Gegê marca un cambio cualitativo de la presencia del PCC en el límite con Paraguay.
Los investigadores apuntaron rápidamente al PCC como responsable del golpe a Prosegur. La prensa brasileña incluso reveló supuestos planes frustrados de la banda para dar otro golpe en simultáneo con el objetivo de liberar a su máximo líder, Marcos Willians Herbas Camacho, alias Marcola, preso en San Pablo. Además, se identificó a otro capo del PCC, alias Zequinha, como presunto “cerebro” del asalto en Ciudad del Este.
“El análisis de los hechos indica que se usó tecnología bélica militar idéntica a la utilizada en otros asaltos recientes en varios estados de Brasil, sumada a la técnica de ‘cerco y fuga’ –dijo a PERFIL Márcio Christino, fiscal del Ministerio Público paulista–. El PCC es el único grupo con una logística tan sofisticada. Tenían ametralladoras .50, sólo disponibles para las Fuerzas Armadas”.
Según Christino, quien integró durante una década el Grupo de Actuación Especial de Represión al Crimen Organizado del Ministerio Público de San Pablo, los grandes asaltos le sirven al PCC como una forma de financiamiento más rápida que la venta de drogas, que le permite apuntalar su control sobre el área.
Sin embargo, no está claro que el golpe en Ciudad del Este haya sido materialmente ejecutado por miembros “bautizados” de la organización, es decir, por su elenco estable. “Aún no sabemos si los que llevaron a cabo el robo fueron miembros del PCC o si la organización ‘tercerizó’ armas y tecnología a otras bandas subsidiarias –señaló el especialista Renato Sérgio de Lima, director y presidente del Foro Brasileño de Seguridad Pública–. En general, los ladrones de bancos y caudales no son miembros formales del PCC, sino delincuentes que alquilan su know how y luego le pagan un canon a cambio”.
La irrupción del PCC en la zona de frontera abrió un debate en Brasil acerca de si la cuestión debe enfrentarse como un problema de seguridad pública o de seguridad nacional. “Poner esto bajo la órbita de las FF.AA. sería un error catastrófico por el que, por ejemplo, los mexicanos pagaron un precio altísimo”, advirtió a este diario Ignacio Cano, coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia en Brasil.