Desde Paris
Las elecciones presidenciales francesas de 2017 probablemente serán la revancha del duelo de 2012 entre Nicolas Sarkozy y François Hollande que, en todo caso, se preparan para forzar esa hipótesis.
Sarkozy oficializó el jueves su candidatura a las primarias de su nuevo partido Los Republicanos (LR), que reemplazó a la desprestigiada UMP. Hollande, por su parte, inició una serie de viajes al interior del país para “tomar contacto con la gente” y ha recuperado protagonismo por su protagonismo ante los atentados yihadistas. Su nuevo equipo de consejeros le sugirió “reposicionar su imagen”, deteriorada por la política de austeridad que impuso desde su llegada al poder y el impacto del constante aumento del desempleo, que llegó a 3,5 millones de personas.
Para afianzar su recuperación, Hollande confía en la reactivación económica prevista a partir de este año y -por el momento- desmiente estar pensando en su candidatura.
Con 26% de popularidad no le será fácil remontar la pendiente. Además, sus proyectos tropiezan con la resistencia del ala izquierda de su partido: “No tiene ninguna legitimidad para aspirar a la reelección”, le reprochó su ex ministra de Cultura Aurelie Filippetti, compañera del ex ministro de Industria Arnaud Montebourg, otro decepcionado que en el reciente congreso socialista atacó ferozmente el giro social-liberal de Hollande.
Sarkozy, enfrenta una fuerte oposición dentro de su partido. “Hay que proponer caras nuevas”, afirmó el ex ministro Bruno Le Maire, que también aspira a la candidatura. “Los electores quieren ideas y personajes nuevos”, asegura la influyente diputada Nathalie Kosciusko-Morizet. “El país no resistirá una repetición de 2012”, sostiene el ex primer ministro Alain Juppé, que será el principal rival en una interna.
Todo depende si las primarias serán abiertas, como propician todos los adversarios de Sarkozy, o limitadas a los afiliados del partido LR, que son incondicionales a su líder. Si la elección es abierta –como en Argentina–, Juppé aparece como el gran favorito.
Los barones del partido temen que el revanchismo psicológico del ex presidente derrotado se convierta en un lastre. Desde que regresó a la vida política, hace nueve meses, su única estrategia consiste en denigrar a Hollande, que le responde con un desdén soberano, lo cual exaspera a Sarkozy hasta el punto de transformarle la expresión. Pero, hasta ahora, no fue capaz de proponer un programa ni de lanzar un proceso interno de renovación.
Hay quienes pronostican incluso que, si no logra evitar las internas abiertas, Sarkozy preferirá retirarse antes que sufrir una derrota dentro de su propio partido.
A Marine no la quieren
Sólo el 29% de los franceses desea una revancha Hollande-Sarkozy. El instituto IFOP testó recientemente diez hipótesis sobre la próxima elección. Una repetición del duelo de 2012 no entusiasma a la opinión pública, que preferiría elegir entre el actual primer ministro socialista, Manuel Valls, y Alain Juppé. Esa opción complace a 47% de los electores. Otra posibilidad interesante para 45% sería un enfrentamiento Hollande-Juppé. Las dos enseñanzas de ese sondeo son que muy pocos quieren ver de nuevo a Sarkozy luchando por el Palacio del Elíseo y, aun menos, a la candidata del Frente Nacional (FN) de extrema derecha, Marine Le Pen.