La violencia y el odio volvieron a desatarse ayer en Medio Oriente. Los tambores de guerra dieron paso en los últimos cuatro días al mortífero sonido de los bombardeos aéreos israelíes en la Franja de Gaza, que dejaron más de cien muertos y 700 heridos, entre ellos mujeres y niños. Mientras el ejército de ese país se prepara para invadir el territorio controlado por Hamas, cientos de cohetes son disparados desde esa región hacia Tel Aviv y Jerusalén, entre otras ciudades. El eterno conflicto alcanzó un pico de máxima tensión tras el secuestro y el asesinato el mes pasado de tres jóvenes seminaristas israelíes y el homicidio de un adolescente palestino, quemado vivo en aparente represalia por aquellos crímenes.
El gobierno de Benjamin Netanyahu decidió asestar un duro golpe a Hamas. Para eso tiene apostados 40 mil reservistas en la frontera, dispuestos a adentrarse en tierra palestina. “Ninguna presión internacional nos impedirá actuar contra los terroristas en Gaza”, aseveró el premier israelí, quien acusó a los líderes de la agrupación islámica por utilizar a civiles como escudos humanos.
Dentro del gabinete, el Operativo Barrera Protectora fue antecedido por una feroz interna política, en la que los halcones se impusieron sobre las palomas. “Israel debe ir a fondo y erradicar al régimen de Hamas en Gaza”, disparó ayer el canciller de extrema derecha Avigdor Liberman, marcándole la cancha al primer ministro. “Netanyahu se vio asediado por Liberman y Naftali Bennet para usar mano dura. Los peligros son que esto desemboque muy fácilmente en una invasión terrestre con muchos muertos, que si se prolonga puede precipitar una condena a Israel. Si Hamas resiste, y lo único que tiene que hacer es no ser noqueado, ganará por puntos”, explicó a PERFIL Alberto Spektorowsky, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Tel Aviv y ex asesor del gobierno en Camp David.
Ante la posibilidad de una incursión en Gaza, el vocero de Hamas, Fawzi Barhum, amenazó con “matar o secuestrar a soldados” israelíes.
“Tampoco falta una advertencia explícita para las aerolíneas internacionales: harían bien en cesar sus vuelos a Tel Aviv, ya que ese aeropuerto está en tierras palestinas ocupadas en 1948, y nosotros atacamos donde sea posible”, agregó el islamista.
Según las autoridades israelíes, fueron atacados en las últimas horas más de mil objetivos en Gaza. En tanto, Hamas disparó 550 cohetes contra Israel. Pese a que la mayoría fue interceptada por el sistema antimisiles Iron Dome, uno de ellos dejó ayer tres heridos en la ciudad de Ashdod, tras impactar en una estación de servicio.
Daniel Pipes, presidente del Middle East Forum, sostuvo en The National Review que Hamas no puede ganar la guerra, pero confía en que un ataque israelí pondrá a la opinión pública de su lado.
El antecedente militar más inmediato de una invasión terrestre a Gaza es la Operación Plomo Fundido de principios de 2009. En ese entonces, tanto las Fuerzas de Defensa de Israel como Hamas fueron acusados por la ONU, Amnistía Internacional y Human Rights Watch por cometer crímenes de guerra, que dejaron más de 1.400 víctimas fatales.
En esta oportunidad, el ataque consistió –por el momento– en bombardeos aéreos y en fuego de artillería de tanques estacionados en la frontera. La incursión por tierra, en tanto, podría comenzar en cuestión de horas. “El Ejército israelí no necesita una gota que colme el vaso para lanzar una operación terrestre, sólo una directriz política”, aseveró ayer el jefe de las fuerzas armadas, el general Beny Gantz.
Tan sólo un alto el fuego podría evitar una tragedia mayor. Según informó la televisión estatal israelí, el líder político de Hamas, Khaled Meshal, estaría negociando la suspensión de las agresiones. Sin embargo, el mando militar islamista prometió resistir durante varios meses.
Las víctimas, de un lado y del otro, son una vez más los civiles, que asisten petrificados a un nuevo maremágnum de sangre y muerte.