INTERNACIONAL
Jos Ignacio Garca Hamilton

"La concentración de poder atrasa a los países"

El historiador y ensayista tucumano vuelve sobre el tema que más lo apasiona: Latinoamérica. Es implacable con Chávez y Castro, mientras rescata a Chile, Uruguay y Brasil. Como mensaje, reclama equilibrios institucionales y libertad económica, de pensamiento y de expresión.

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Garca Hamilton se obsesiona con la realidad sociopoltica que vive Amrica Latina. | Cedoc

—¿Por qué piensa que entre los modelos o influencias políticas que abrazó Fidel Castro están el stalinismo, el franquismo y el mussolinismo?
—Parece una contradicción, porque en los ’30 o en los ’40 se hubiera dicho que Stalin era lo opuesto a Mussolini. Una cosa era el socialismo y otra cosa eran los movimientos nacionales. Porque el socialismo, por esencia, era internacional, cuando nace con Marx y con Engel. Pero sin embargo Stalin, a la muerte de Lenin, se enfrenta con Trotsky para ver quién va a tener el poder. Y Stalin crea la idea del socialismo en un solo país, es decir: había que subordinar todos los partidos comunistas del mundo a la Unión Soviética , porque había que preservarla. En cambio, Trotsky tenía la idea de la revolución permanente, de que en cualquier país se podía hacer la revolución, llegar al socialismo y que no era necesario pasar por la etapa capitalista, sino que se podía pasar muy rápido. Y me parece que Fidel, ya cuando él llega en el año ’59, va a ser un gran pragmático, por no decir un oportunista, que va a ir tomando algo de todos lados. Por ejemplo, él es hijo de un gallego, que parece era un hombre muy rígido, inclusive muy violento. Franco era también gallego, con características muy parecidas, absolutamente ortodoxo. Y Fidel va acercándose al modelo soviético, si bien ya muerto Stalin en el ’53, estableciendo una férrea dirección centralizada y una policía política que va a hacer purgas, lo va a detener a Huber Matos, que era uno de los principales dirigentes de la Sierra Maestra y lo va a tener 20 años preso. Por su parte, el Che se va a Bolivia y lo matan; Camilo Cienfuegos se muere en un accidente de aviación. Entonces va tomando todo el poder y establece un régimen que es muy parecido al de Stalin. Pero, por otro lado, la utilización del nacionalismo cubano, es decir, la exacerbación del sentimiento contra Estados Unidos, eso lo toma no sólo del stalinismo sino también de lo que había hecho Mussolini en Italia. Es decir, el reestablecimiento de la idea imperial. El buscar un enemigo en el extranjero, el presentarse frente a los cubanos como diciendo: “Hay un peligro afuera, es el imperialismo, es Estados Unidos y yo los voy a defender”. El movilizar permanentemente a la sociedad, es decir, el mantener una especie de clima bélico. Mussolini llamaba a esto “tener 800.000 bayonetas en actividad”. Y el que moviliza de esa forma buscando un enemigo externo, generalmente termina en la guerra. Fidel pasó por muchas cosas: la invasión de Bahía de Cochinos, que hacen los anticastristas; la crisis de los misiles, cuando la Unión Soviética pone en 1962 los misiles en Cuba y entonces el presidente Kennedy hace el bloqueo, que fue la única etapa de bloqueo efectivo, porque aunque en Cuba todavía se habla de bloqueo, en realidad lo que sufre es un embargo comercial. Entonces me parece que Fidel es un hombre práctico. Un político de un gran carisma, una gran oratoria, que va utilizando las ideologías de acuerdo a las circunstancias. Va tomando de la izquierda, va tomando de la derecha, va tomando de los modelos dictatoriales de cualquier signo y de esta forma se mantuvo 47 años en el poder.

—Ahora cambiamos de personaje. Y la pregunta sería más o menos la misma: ¿Qué influencias políticas y qué perfil político, en cuanto a sus ideas, le ve a Hugo Chávez?
—También es un líder populista. Volviendo un poco a Fidel hay una anécdota: cuando él en 1953 fracasa en la toma del cuartel Moncada y lo condenan a 15 años de prisión, pero al año y medio lo liberan, él hace un famoso discurso donde dice “la historia me absolverá”. Esa frase es prácticamente igual a la que dice Hitler después de Münich, cuando está preso y escribe Mi lucha. Es decir, cómo hay una conexión ideológica entre la extrema derecha y la extrema izquierda. O entre los regímenes dictatoriales, totalitarios de izquierda y de derecha. Y Hugo Chávez también tiene esa doble característica de los líderes populistas, que toman mucho de Mussolini. Es decir, el ejercicio de la retórica, el monopolio de la palabra: “El único que va a hablar soy yo, el líder”. Toma también el enemigo externo, la movilización permanente. En la Italia de Mussolini se decía: “El que está en contra del fascismo está en contra de Italia”. Ese es un recurso que va a usar también el peronismo: entre el ’46 y el ’55 se decía que “el que no es peronista es un vendepatria”, o sea, está en contra de país. Esto lo toma Chávez: “El que está en contra de la revolución bolivariana es antivenezolano”. Lo toma Fidel, quien va a dar otra frase: “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”. Es decir, el que está en contra de la revolución directamente se tiene que ir, por eso hay dos millones de cubanos afuera y sólo once millones en la isla. Afuera hay casi el 20 por ciento de la población. Esto es realmente extraordinario y no debe haber muchos casos en el mundo de que el 20 por ciento de la población haya tenido que irse por disidencia. Y me parece que en Chávez ya se está mostrando: este apoyo a Hezbollá, esta resistencia contra Israel. Se aproxima mucho más al nazismo y al fascismo que a los movimientos estalinistas. Porque, por ejemplo, en Venezuela hay mediana libertad de prensa y en el stalinismo no había libertad de prensa (bueno, tampoco en la Alemania de Hitler ni en la Italia de Mussolini). Pero me parece que Chávez también toma cosas de los dos totalitarismos, de izquierda y de derecha, que tuvieron lugar en el mundo en la primera mitad del siglo XX.

—¿Hasta qué punto pueden seguir conviviendo estas izquierdas tipo socialdemócratas modernas, como la de Chile y en cierta medida Lula y Tabaré Vázquez, con gente como Hugo Chávez y Evo Morales?
—Ojalá que esto se pueda mantener, porque hoy Chile o Uruguay son países que están gobernados por socialistas pero tienen una economía competitiva y además tienen plena vigencia de los derechos humanos, o por lo menos lo que se aproxima bastante a la plena vigencia. En cambio los gobiernos populistas son los que no dejan lugar a la oposición, o los que dejan un resquicio cada vez menor para la vigencia de los derechos humanos o los derechos de la oposición. Ahora, si vamos a la historia para que nos muestre cómo fueron los procesos hegemónicos después de la independencia, el primero que lo hace va a ser Simón Bolívar. Quizá por eso Chávez utiliza tanto la figura de Bolívar. Bolívar pretende hacer una federación y logra, cuando llega a Bolivia, constituirse en presidente vitalicio. Redacta una constitución para Bolivia, cuando Bolivia se independiza del Perú y de la Argentina , que eran los dos virreinatos a los que había pertenecido. Entonces se dicta una constitución con un presidente vitalicio, que era Bolívar. Logra que Perú apruebe la misma constitución, o sea, que pasa a ser presidente vitalicio de Perú. Y él, que era presidente hasta ese momento de lo que era la Gran Colombia (la actual Colombia más Venezuela y Ecuador), pretende que también se adopte la constitución con presidente vitalicio. Y Santander, que era el vicepresidente le dice: “Mire, ese procedimiento que usted está buscando mediante actas populares no es legal”. A lo que Bolívar le contesta: “No será legal el procedimiento, pero es popular y, por lo tanto, propio de una república eminentemente democrática”. O sea que Bolívar es el creador del populismo latinoamericano, del populismo militar latinoamericano. Pero cuando Bolívar pretende que la Argentina y Chile, estando él todavía en Bolivia (estaba en Potosí y en Sucre, lo que en ese momento se llamaba Chuquisaca, donde se aprueba la constitución), van dos enviados del Río de la Plata y Bolívar le propone a Rivadavia, que estaba a cargo del gobierno de Buenos Aires, que la Argentina entre también en esa confederación junto con Chile y con la Gran Colombia (es decir con Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y Ecuador). Rivadavia le dice: “Nosotros queremos una confederación hispanoamericana, pero no bajo la hegemonía de un general afortunado”. En definitiva, Bolívar se constituye después en dictador de la gran Colombia, pero al poco, a los dos años, ya cae. O sea, que el intento hegemónico que está pretendiendo lograr Chávez, es decir de una federación latinoamericana pero encabezada por él, me parece que va a presentar muchas resistencias de los presidentes latinoamericanos. Y ya las está despertando: Lula no ve con demasiada simpatía esto; Kirchner tampoco ve una especie de federación latinoamericana hegemonizada por Chávez y no por él mismo; al resto le pasa lo mismo, en Uruguay, en Chile. Me parece que es muy difícil lograr lo que pretende Chávez, que es bastante parecido a lo que pretendió Bolívar hace casi doscientos años.

—La última pregunta es el título de su último libro: ¿“Por qué crecen los países”?
—Yo estudié el caso del pueblo judío, de la Grecia clásica, la Roma republicana, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia y Rusia, y después el caso de la Argentina entre 1853 y 1930. Y lo que vi es que los países crecen económicamente cuando establecen sistemas con gobiernos que están obligados a respetar la vida, los derechos y las propiedades de los habitantes. Y generalmente tienen un sistema de equilibrio de poderes, que es lo que limita a cada uno de los poderes y lo obliga a respetar los derechos de los habitantes. Entonces los habitantes encuentran un clima, un ambiente propicio al trabajo, a la producción, al ahorro, y entonces los países acumulan capital, hay un avance en los conocimientos y hay una vigencia del espíritu innovador, que son los tres elementos que hacen crecer a los países. Es decir: cuando el capital se acumula, cuando los conocimientos se difunden, cuando se puede discutir, cuando se puede generar ciencia y tecnología en la medida en que no hay dogma sino libertad de pensamiento. Y el espíritu innovador llega generalmente de la mano de los empresarios, es decir, cuando las decisiones no las toman los gobiernos sino que se permiten que sean empresarios particulares los que estudian el mercado y entonces resuelven qué producir; si producen a buena calidad y a bajo costo van a triunfar y si no van a ir a la ruina. Entonces hay una descentralización de los procesos productivos. Cuando los países han logrado esos sistemas, han crecido. Y el caso de la Argentina, cuando a partir de la constitución de 1853 incorporamos todos estos elementos, y además se amplia al jurisdicción territorial porque se eliminan las barreras interiores, las aduanas interprovinciales y pueden circular libremente los capitales, las personas y las mercaderías, los países crecen. Cuando nosotros tuvimos ese tipo de esquema institucional y las creencias de la gente coincidieron con esto, la Argentina avanzó. Cuando vamos al patrimonialismo y a la concentración del poder, los países se atrasan.

* Periodistas de CADAL