La duquesa de Alba, una de las mujeres más famosas de España, y tal vez la más rica entre los aristócratas españoles, repartió anticipadamente su millonaria herencia entre sus seis hijos. ¿La razón? Quiere casarse con un funcionario público, a pesar de la oposición de su prole, muy preocupada por la herencia familiar.
Cayetana Fitz-James Stuart -de 18 nombres y cuatro apellidos- tiene todos los títulos en su haber, menos el de baronesa. Al novio, Alfonso Diez, sin embargo, los medios lo acusan de aprovechado, gigoló e incluso de homosexual. Son muchos los años que los separan: la duquesa tiene 84 años y él, tiene 59, pero a ella le da igual. No esconde su relación, su amor y su deseo de casarse.
Su extraordinaria riqueza contrasta con la existencia modesta de quien aspira a ser (tras un noble y un ex sacerdote) su tercer marido. Por si eso fuera poco, el funcionario no puede jubilarse para disfrutar de la dolce vita, ya que está obligado a trabajar hasta los 65 o 67 años, según la nueva ley laboral española promulgada por la crisis.
La prensa “rosa” está embelesada con esta relación. Las páginas de las revistas especulan sobre lo que opinan los hijos de la duquesa, y las fotos muestran el trabajo de fotógrafos persiguiendo a sol y sombra a la noble familia. La oposición de los hijos al romance trascendió fronteras.
Se dice que hasta el rey Juan Carlos llamó a la duquesa para aconsejarle que no se case. Pero una dama del linaje de Cayetana, cuya fortuna y popularidad alcanzan a las de la Familia Real, no se deja influenciar con facilidad. El asunto adquirió carácter nacional, y una encuesta publicada estos días muestra que el 56,5% de los españoles está de acuerdo en que si Cayetana quiere pasar por el altar, lo haga, aunque sus hijos se opongan.
La herencia
La duquesa pertenece a una familia que remonta su origen a 700 años atrás. Es la casa nobiliaria europea con mayor cantidad de títulos: un total de 45 entre ducados, condados, vizcondados y marquesados. La fortuna ronda los 3.000 millones de euros, entre palacios, terrenos agrícolas, acciones, obras de arte, mansiones y joyas. Un tesoro que los hijos de la duquesa se mostraron decididos a defender a toda costa de un posible marido aprovechado.
Por eso, el pasado 4 de julio la duquesa firmó ante un escribano el reparto anticipado de su herencia entre sus seis hijos: Carlos, Jacobo, Alfonso, Fernando, Cayetano y Eugenia. Además, se cree que al menos una parte de esta fortuna irá a parar a una obra de caridad o un convento de monjas.
Según el diario El País, a su nieto de 21 años la duquesa legó el grandioso palacio sevillano de Las Dueñas, construido en el siglo XVI y con 9.452 m2. Carlos Fitz-James Stuart, el primogénito de la duquesa, recibirá la mayoría de los bienes: la Fundación Casa de Alba (con varios palacios), la colección de títulos y la responsabilidad de preservar el legado histórico de su familia. Además, recibirá fincas campestres y mansiones repartidas por toda España.
Para sus otros hijos varones -Alfonso, Jacobo, Fernando y Cayetano- la duquesa destinó cientos de miles de metros cuadrados en mansiones, estancias agrícolas y palacios en San Sebastián, Marbella o Sevilla. Eugenia, la única hija mujer, será dueña de una mansión en Ibiza y una finca de 600 hectáreas en Sevilla. En cuanto a los 8 nietos restantes, la duquesa legó una finca de campo a cada uno.
Repartidos los tesoros de la Casa, la duquesa ansía pasar por el altar y vivir un nuevo “hasta que la muerte nos separe”. Los descendientes de la noble anciana respiran aliviados y también se alegran los españoles. Aunque saben que esta vez no se repetirán los fastos de su primera boda -catalogada como “la más cara del mundo”- saben que la duquesa sacrificó por ella 3.000 millones euros.
(*) especial para Perfil.com