La ansiedad que generan en Chile la inmigración y los crímenes violentos han llevado a José Antonio Kast hasta las puertas del palacio presidencial. Todo indica que si no hay un giro sorpresivo en el electorado, este domingo será electo como el primer líder de extrema derecha –Sebastián Piñera fue de centroderecha– desde la caída del dictador Augusto Pinochet, hace 35 años.
La segunda vuelta de las presidenciales lo enfrenta con una fuerte rival ideológica: Jeannette Jara. Se trata de una comunista moderada, de origen modesto, que representa a una coalición de izquierda que responde al oficialismo.
Aunque Jara venció a Kast en la primera vuelta el 16 de noviembre por una escasa diferencia, las encuestas indican que este último podría ganar la segunda vuelta por una amplia mayoría al recabar apoyos de otros candidatos conservadores. Los últimos sondeos mostraban una diferencia de 15 puntos a favor del líder de derecha.
Inseguridad. Kast, de 59 años, es un devoto católico, está casado y es padre de nueve hijos. Ha defendido la dictadura de Pinochet y se opone al aborto incluso en casos de violación, a la píldora anticonceptiva de emergencia, al divorcio y al matrimonio homosexual.
De temperamento calmado, asegura que es un demócrata y no cae en las estridencias de otros líderes de extrema derecha con los que se le compara, como el brasileño Jair Bolsonaro o Javier Milei. “A él se le ve muy sobrio, muy pragmático, muy pausado y muy calmado al lado del resto”, dice la escritora Amanda Marton, una de las autoras del libro Kast, la ultraderecha a la chilena.
Frente al creciente temor de los chilenos al aumento de la inseguridad y la migración, plantea una lucha implacable contra el crimen a través de la deportación de los 330 mil indocumentados que viven en el país, a quienes culpa del repunte de la delincuencia.
Kast y Jara cerraron la campaña con la seguridad como eje central
Quiere aumentar el poder de fuego de la policía. Lleva una cuenta regresiva para concretar su plan de expulsión de los extranjeros sin papeles, cuando eventualmente asuma el próximo 11 de marzo. “Si no lo hacen voluntariamente, los vamos a buscar” para expulsarlos, asegura.
Es el menor de diez hijos de un matrimonio de alemanes que emigró a Chile, donde su padre levantó un próspero negocio de embutidos. Kast fue diputado por 16 años. En 2016, renunció a la Unión Demócrata Independiente (UDI), al considerar que dejó los principios conservadores que lo inspiraban.
En 2019 fundó el Partido Republicano, que conduce con una mezcla de “simpatía personal” y un “fuerte control”, explica Javiera González, coautora del libro Kast, el mesías de la derecha chilena. “Es un personaje muy de grupo cerrado”, complementa la periodista Lily Zúñiga, que trabajó con él en la UDI.
Mara Sedini, vocera de su campaña, defiende su carácter. “Con las cosas que hay que ser tozudo, es tozudo” pero también es capaz de “flexibilizar e ir aprendiendo”.
Hizo de la inseguridad su caballito de batalla. Y suficientes chilenos coinciden con él como para darle una ventaja amplia sobre Jara. Una encuesta reciente del gobierno mostró que el 88% de los chilenos cree que el crimen sufrió un aumento considerable en el último año.
Moderada. Aunque milita en el Partido Comunista desde los 14 años, Jeannette Jara es parte de su ala más liberal y crítica. Ganó la nominación oficialista en las primarias y representa a una coalición de partidos de centro-izquierda. “Se plantea como disidente”, dice a la periodista Alejandra Carmona, autora de la biografía Jeannette. Durante la campaña fue público su enfrentamiento con la cúpula del PC por su visión crítica de Cuba y Venezuela, que no considera como democracias.
El origen popular de Jara contrasta con la élite de la política chilena. “Por primera vez una persona que viene de los sectores populares puede llegar a gobernar”, dijo la propia Jara. Nació hace 51 años en El Cortijo, un barrio pobre del norte de Santiago, donde vivió junto a sus abuelos hasta la adolescencia “en una mediagua (cabaña precaria)”, según contó.
El impacto real de la inmigración y su caprichosa utilización política
Trabajó como recolectora de frutas y cajera, antes de ingresar a la universidad. Se casó a los 19 años mientras aún estudiaba y enviudó a los 21, tras el suicidio de su esposo. Volvió a casarse, tuvo un hijo, se divorció y actualmente está en pareja. Se graduó de administradora pública y abogada.
Su salto a la política llegó durante el gobierno de Gabriel Boric, que la nombró ministra del Trabajo. Desde ese cargo logró notoriedad al impulsar la aprobación de la reducción de la semana laboral, de 45 a 40 horas, y la reforma del sistema privado de pensiones.
“Entiende que para lograr acuerdos tienes que ir más allá de tus propias convicciones”, señala Darío Quiroga, su principal asesor en primera vuelta.
Pero tampoco teme ser drástica. En 2023, en plena discusión de la reforma de jubilaciones, despidió al entonces subsecretario del Trabajo, Christian Larraín, quien más sabía del tema, por denuncias de acoso sexual. Propone aumentar el salario mínimo a casi 800 dólares, unos 250 más que el actual, fortalecer los derechos laborales y aumentar la producción de litio.
Este domingo los chilenos deciden a quién prefieren como presidente.