Dos días antes del Gran Premio de Arabia Saudita, la segunda cita del campeonato mundial de Fórmula 1, los rebeldes hutíes de Yemen atacaron con misiles la refinería de la petrolera estatal Aramco, en Jeddah, a 10 kilómetros del circuito. Formó parte de la cadena de tres semanas consecutivas de atentados contra la principal petrolera del mayor productor de crudo del mundo.
La carrera se corrió finalmente. Max Verstappen se quedó con la victoria, pero, en forma simultánea, la coalición militar liderada por Arabia Saudita ejecutó ataques aéreos en Yemen a pesar de la tregua de tres días ofrecida por los hutíes para emprender negociaciones de paz.
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Mientras los ojos del mundo están posados desde hace más de un mes en la invasión rusa de Ucrania, a casi 4.000 kilómetros de distancia, en Yemen, no cesa la violencia.
Este mes murieron 233.000 personas, incluidas 131.000 por causas indirectas, como la falta de alimentos, de servicios de salud y de
infraestructura.
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El conflicto estalló durante la Primavera Árabe, en 2011, pero desembocó en la guerra el 16 de septiembre de 2014. Una revuelta forzó al presidente autoritario de Yemen, Ali Abdullah Saleh, a dejar el poder en manos de su vicepresidente, Abdrabbuh Mansour Hadi.
La transición suponía estabilidad, pero el presidente Hadi enfrentó ataques de Al-Qaeda y de un movimiento separatista en el Sur, así como la corrupción, la inseguridad alimentaria y la lealtad de muchos militares a su antecesor, Saleh.
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El movimiento huthi, apoyado por Irán, defiende a la minoría zaidí de Yemen. Luchó en varias rebeliones contra Saleh en la década previa y, después del colapso de su gobierno, se aprovechó de la debilidad del nuevo presidente para tomar el control de la norteña provincia de Saada y zonas cercanas.
Desilusionados por la transición, muchos yemeníes, sunitas incluidos, apoyaron a los hutíes. Entre finales de 2014 y comienzos de 2015, los rebeldes tomaron Saná, la capital de Yemen, forzando a Hadi a irse al exilio.
La guerra escaló en forma dramática en 2015, cuando Arabia Saudita y otros ocho países árabes, mayoritariamente sunitas respaldados por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, lanzaron ataques aéreos contra los hutíes con el fin de restaurar el gobierno de Hadi.
La coalición temía que el éxito de los hutíes diera a Irán, rival regional y país mayoritariamente chiita, un punto de apoyo en Yemen, vecino del sur de Arabia Saudita.
Arabia Saudita acusa a Irán de apoyar a los hutíes con armas y soporte logístico. Ambos bandos se han visto asediados por luchas internas. Los hutíes rompieron con Saleh. Lo mataron en diciembre de 2017.
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Frente a los atentados contra la petrolera Aramco, el Consejo de Coordinación del Golfo convocó a todas las partes beligerantes yemeníes a conversaciones en Riad a partir del 29 de marzo para diseñar una hoja de ruta hacia el final de la guerra.
Y la guerra continúa contra el mayor exportador mundial de crudo del mundo, Arabia Saudita, mientras los precios del barril suben y bajan a tono con la invasión rusa en Ucrania.