INTERNACIONAL
Rearme o desarme?

La política nuclear de norcorea ¿es tan irracional?

Otra guerra preventiva, que incluiría hasta armas nucleares japonesas, podría concretarse a menos que la presión por el desarme se revitalice. Los norcoreanos siguen presionando. Por Dan Plesch. THE GUARDIAN

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Cartel opositor a la poltica militar en una manifestacin anti-nuclear en Corea del Norte | AFP

Lejos de ser loca, la política de Corea del Norte es bastante racional. Enfrentados con la política oficial de los Estados Unidos, que cree que cualquier gobierno comunista debe ser borrado del mapa, los norcoreanos siguen presionando mediante la edificación de una fuerza disuasoria.

George Bush frenó las provisiones de petróleo a Corea del Norte como parte de las acciones destinadas a poner fin al programa nuclear previamente pautado con Bill Clinton. También Bush amenazó con una guerra preventiva – al mejor estilo Irak- en contra de un régimen señalado como perteneciente al “Eje del mal”.

La trama que sostiene la prueba nuclear de los norcoreanos puede vincularse con (desde el final de la Guerra Fría) los intentos por parte de los estados con poderío nuclear de imponer un doble juego: desarrollar armas nucleares hacia adentro y para sus amigos mientras se las niegan a los demás.

Tal como los alcohólicos que condenan a los jóvenes que beben, el poder nuclear difumina el terror de nuestra era y distrae la atención sobre su propio comportamiento.

La demostración de poder de Corea del Norte hizo que el número de países con potencial nuclear aumente a nueve. Desde 1998 India, Pakistán y ahora Corea del Norte se unieron a los Estados Unidos, China, Francia, Rusia, Israel y el Reino Unido. El efecto dominó también es muy obvio.

Los británicos quieren disponer de armas nucleares tanto como los franceses. India asegurá que construiría uno si no existieran tratados multilaterales que pugnan por el desarme. Pakistán los sigue.

En Irán y en el mundo árabe las bombas que posee Israel siempre fueron un incentivo para unirse al ‘club de los nucleares’. Pero para los amigos iraníes, despabilar una bomba pakistaní podría compararse a vivir en Gran Bretaña y despertarse con la noticia de que Bélgica acaba de probar una bomba nuclear.

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Asia del Este tampoco es muy diferente. En 2002 el jefe de Gabinete de Japón, Yasuo Fukuda, dijo a los periodistas que "dependiendo de la situación mundial, las circunstancias y la opinión pública, Japón podría armarse nuclearmente". El actual primer ministro nipón, Shinzo Abe, expresó después que sería aceptable para Japón desarrollar pequeñas pero estratégicas armas nucleares.

Se suponía que esto no sucedería. En las postimetrías de la Guerra Fría se firmaron los tratados de desarme y en 1996 las grandes potencias consensuaron finalmente poner un punto final a las pruebas nucleares que habían comenzado en 1945.

El público, la presión de las organizaciones sociales y los medios se mostraron aliviados y se olvidaron de las bombas. Todos pensaron que una vez extinguida la Unión Soviética, se aceleraría el desarme multilateral.

Pero con la opinión pública dispersa, los poderosos de Washington, Moscú y París discontinuaron el proceso de desarme e inventaron nuevas ideas para recomenzar la adquisición de armas nucleares.

Una década atrás, el Pentágono de Clinton ubicó "actores-no-estatales” (es decir: terroristas) en la lista de objetivos para la búsqueda y persecución de aquellos que poseyeran armas nucleares.

La administración Bush hizo mal las cosas. Primero, rechazó la política de control de armamentos dictada por los tratados internacionales, términos a los que los presidentes habían acatado desde 1918. Segundo, su plan de utilización militar –incluso nuclear- forzó una Guerra preventiva para defenderse ante la proliferación.

Tal política fue usada como un pretexto para Irak que podría repetirse tanto con Irán o Corea del Norte. Empero, más guerras preventivas sólo provocarán más caos y sufrimiento, hasta tanto no se tome ninguna medida hacia India, Israel y Pakistán. Entonces estamos librados a la política de los comisarios del mundo por la cual se sacrifican todos los métodos de control del armamento.

Afortunadamente aparece una opción más creíble. Max Kampelman, el lobbysta nuclear de Ronald Reagan, propuso que la prioridad de Washington sea la eliminación de todas las armas de destrucción masiva que existan en el planeta, incluyendo las de los Estados Unidos.

En las reuniones que se mantienen en las Naciones Unidas relativas a este tema, la vasta mayoría de las naciones acuerda que está en marcha el proceso para alcanzar el objetivo. Ellos señalan el éxito de los inspectores de la ONU en Irak como una prueba de que la auditoria internacional puede funcionar.

El Tratado Internacional de Fuerzas Nucleares que eliminó los misiles de Gran Bretaña es un ejemplo de que un acuerdo por el que nadie apostaba funcionó por completo.

Este, entre otros legados de la Guerra Fría, pueden ser aplicados a nivel global. Así, el grupo más cercano de aliados que tiene Gran Bretaña, entre ellos Sudáfrica e Irlanda, pujan por la creación de un acuerdo de desarme global. Por desgracia, Gran Bretaña no prestará su ayuda. Los partidos políticos ingleses están sordos a tales iniciativas.

Los tres partidos principales de Gran Bretaña están más o menos cerca de los Estados Unidos. Ellos saben que ningún gobierno estadounidense les cederá su poder si Londres se para fuera de la línea de conducta indicada frente al tema nuclear.

Los medios de comunicación, no obstante, no suelen difundir los debates sobre desarme que tienen lugar en las Naciones Unidas. ¿Tendremos que esperar otra guerra preventiva o que Japón se vuelva nuclear antes de que las clases políticas den cuenta de la importancia de esta crisis?

Traducción: Florencia Goldsman