"La jefa siempre toma la decisión correcta, el problema es que lo hace en el momento equivocado". La frase es de un asesor del círculo de Michelle Bachelet y podría resumir lo que han sido estos dos años de su mandato, plagado de equivocaciones comunicacionales y políticas. También refleja el estado de desánimo que campea incluso entre algunos de los más cercanos a la presidenta chilena, agobiados por la lista de autogoles del primer gobierno de una mujer que, curiosamente, gusta de las analogías futbolísticas para explicar errores y triunfos.
Si no bastara con el problema energético, la baja del dólar que afecta las exportaciones y el aumento de los precios de la canasta básica y el petróleo, que harán que se dispare la inflación a niveles desconocidos en los últimos 20 años, Michelle Bachelet ha insistido en decisiones que convierten al gobierno en una crisis permanente.
La última, tiene nombre y apellido: Yasna Provoste, la ministra de Educación que mintió dando un puntaje superior cuando le preguntaron en la televisión por su prueba de ingreso a la universidad. Provoste acaba de ser acusada constitucionalmente por senadores opositores por su responsabilidad en un escándalo de subvenciones a escuelas públicas. Son mas de US$400 millones que el ministerio no ha podido explicar con documentos dónde están. El caso estalló en el verano. Desde entonces Provoste ha entregado versiones contradictorias. Y en todo momento ha contado con el apoyo de Bachelet.
En privado algunos en el oficialismo dicen que este gobierno ya se acabó. Que empezó a trizarse cuando Bachelet dijo antes de asumir su período que ningún ministro se "repetiría el plato" y que gobernaría sin los partidos porque el suyo era un "gobierno ciudadano"; cosas que Michelle incumplió. Otro "crack" se escuchó en Palacio el día que Bachelet explicó que tendría dos años de gobierno, porque después vienen las elecciones municipales y la presidencial de 2009. Por si no lo saben, se refería a los dos años que concluyen.
Para ustedes, queridos vecinos, tal vez acostumbrados al discurso de la seriedad de las instituciones y la política chilenas, esta martingala puede sonar extraña. Lo es aún más para nosotros cuando atestiguamos que enfrentada a un problema y ante dos caminos de solución, Bachelet ha escogido casi siempre el del medio. Así ocurrió con las protestas de los secundarios en el 2006 y la huelga el año pasado de los trabajadores de Codelco, la minera de cobre estatal de donde sale la mayor parte del presupuesto nacional. O con el pesadillesco nuevo sistema de transporte urbano: el Transantiago . En todos estos casos la mandataria demoró su intervención más de la cuenta o, sencillamente, en el caso del Transantiago, creyó a pies juntillas las tonteras que le dijeron sus ministros y asesores del segundo piso de La Moneda.
Por eso, más que una celebración, lo que tendremos esta vez será un intento de manejar la pelota en el sector propio de la cancha para dejar de hacerse autogoles sin sentido. O como vaticinó el cientista político Patricio Navia en una columna sobre el bacheletismo, "más que ganar por goleada, sus aliados simplemente esperan que Bachelet pueda evitar perder el partido" .
Con todo, lo increíble no es que Bachelet haya efectuado cuatro cambios de gabinete o que haya salido a respaldar a una ministra que tiene "desórdenes administrativos" por 450 millones de dólares. Lo inconcebible a estas alturas es que no haya despedido a los grandes responsables de los problemas del gobierno, según alegan en el propio gabinete: su círculo de asesores directos; un triunvirato conformado por una amiga revolucionaria setentista, un periodista que aprendió su oficio en los intramuros conspirativos de la radio estatal de la RDA y un grupo de expertos en políticas públicas con tiempo suficiente para coquetear con los medios a través de sus frecuentes columnas.
Pese al negro escenario, es muy factible que al finalizar su mandato, Bachelet sea la presidente que más reformas profundas a nivel social haya realizado desde Salvador Allende. Su tragedia, en cambio, podría ser que nadie las recuerde y en la memoria de los chilenos, el suyo quede instalado como el peor de los gobiernos de la Concertación. Por lo mismo, ahora que empiezas tu "segundo tiempo", no estaría mal Michelle que ordenes la cancha y vendas a un par de jugadores que hace rato juegan para el otro equipo.