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Las increíbles historias de los títulos nobiliarios para el Príncipe Guillermo

Las opciones que maneja la monarquía no son las mejores. La historia oscura de los ducados que podrían tocarle. Galería de fotos

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| Cedoc.

Una de las cosas que más intriga a estas horas a los ingleses, y a buena parte del mundo en general, es el título que recibirá el príncipe Guillermo al momento de su boda con Kate Middleton.

Por tradición, los hijos del monarca inglés y los hijos primogénitos del príncipe de Gales siempre reciben un título ducal, generalmente en el momento de su matrimonio. Esto sucedió, por ejemplo, hace 118 años cuando el príncipe Jorge –hijo de los príncipes de Gales- se casó con la princesa May de Teck. Entonces, la reina Victoria -abuela de Jorge- le dio el título de Duque de York.

La gran duda ahora es cuál es el título que Guillermo compartirá con su futura mujer. Los ducados más tradicionales -York, Kent y Gloucester-, ya están ocupados. Algunos otros -Cambridge, Sussex, Cumberland, Clarence o Albany- guardan connotaciones realmente negativas.

La mayor parte de estos ducados propuestos para el príncipe Guillermo fue utilizada por última vez durante el reinado de Jorge III, y un amplio grupo de genealogistas y expertos coincide en que el Príncipe pueda recibir finalmente el Ducado de Cambridge, un título inmaculado y exento de malas asociaciones históricas.

Para principios del siglo XIV, Jorge III vivía todavía recluido, anciano y demente. Permanecía totalmente ajeno al mundo exterior. Y el trono se hallaba en serio peligro ya que, pese a haber engendrado 16 hijos, ninguno de los varones había logrado engendrar descendencia durante años.

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Sus situaciones y perspectivas merecen una breve descripción. El segundo hijo, el príncipe Guillermo, duque de Clarence (1765-1937), vivió durante muchos años en el más completo anonimato con la actriz Dorothea Jordan, en Bushey Park. Tuvieron una familia numerosa y, al parecer, se habrían casado. Pero de repente, el Duque pidió la separación para contraer matrimonio con la señorita Wykeham, mujer algo díscola y poseedora de una gran fortuna que no le hizo ningún caso. Poco después la señora Jordan murió en París en penosas circunstancias y Guillermo ascendió al trono, en 1830.

El siguiente duque de Clarence fue el hijo mayor de Eduardo VII y nieto de la reina Victoria: el príncipe Alberto Víctor (1865-1892), sobre el cual ronda una leyenda negra. El doctor William Gull, médico de la familia real afirmaba que “Jack el Destripador” no era otro sino Alberto Víctor.

Libertino, bebedor, soltero empedernido, apasionado por el sexo, al joven duque le gustaba la cacería del ciervo y siempre vistió elegantemente. Además, gustaba frecuentar los más selectos prostíbulos londinenses todas las noches. La causa oficial de su muerte en 1892 (a la edad de 28 años) fue neumonía, aunque existen sospechas de que su temprana muerte se debió a la sífilis.

En 1970, algunos libros afirmaron que Alberto Víctor podría haber sido responsable de los crímenes del famoso asesino serial. No hay pruebas de ello, y los historiadores fueron descartando estas versiones. Por ejemplo, el 30 de septiembre de 1888, día de los asesinatos de dos de las víctimas, el príncipe estaba en el Castillo de Balmoral, en presencia de la reina Victoria y otros miembros de la familia real.

El príncipe Ernesto, duque de Cumberland (1771-1851), fue probablemente el hombre más desacreditado de Inglaterra durante décadas. Tremendamente feo, tenía mal genio y era vengativo en privado, y reaccionario en política. También se sospechaba que había asesinado a su ayuda de cámara y había estado envuelto en un lío amoroso inmoral para las costumbres de la época. Se casó con una princesa alemana pero no tuvieron hijos que llegaran a la edad adulta.

Augusto Federico, duque de Sussex (1773-1843), tuvo cierta afición a la literatura y coleccionaba libros. Estuvo casado con lady Augusta Murray, con la que tuvo dos hijos, pero el matrimonio fue declarado nulo, al no haber sido autorizado por el rey.

A la muerte de Lady Augusta, se casó con Lady Cecilia Buggin, quien cambió su apellido por el de Underwood, pero este matrimonio también fue declarado nulo. Fue el tío favorito de la reina Victoria, y fue él quien la condujo al altar el día de su boda con el príncipe Alberto.

Es poco lo que se conoce del príncipe Adolfo, duque de Cambridge (1774-1850). Vivió mucho tiempo en Hannover, llevaba siempre una peluca rubia y era hablador e inquieto.

Permaneció soltero hasta los 44 años. Tras la súbita muerte de una sobrina, comenzó a preocuparle la precaria situación dinástica vivida en su familia. Fue entonces que tanto él como sus otros hermanos solterones (Guillermo y Eduardo) buscaron esposa rápidamente, con el propósito de engendrar el tan ansiado heredero del trono.

Por último, el ducado de Albany. Este título fue concedido por la reina Victoria al menor de sus hijos varones, el príncipe Leopoldo (1853-1884), en 1881, que heredó la enfermedad de la hemofilia de su madre. A su muerte, lo dejó a su único hijo varón, al que no llegó a conocer: el príncipe Carlos Eduardo (“Charlie”).

Años más tarde, Charlie recibió como herencia de parte de un tío el gobierno del Ducado de Sajonia-Coburgo (Alemania), donde se germanizó completamente, haciéndose gran partidario del káiser alemán y luego de Hitler.

Charlie se afilió a todo movimiento de extrema derecha que apareciera, y se implicó en forma directa en la jerarquía del partido nazi, mostrándose siempre con la cruz esvástica en el brazo. Para Hitler, el Duque fue una pieza clave dadas sus relaciones de sangre con la casa real británica y, especialmente, por su amistad con el rey Eduardo VIII.

Durante su estadía en un campo de prisioneros, hizo frente a durísimas condiciones de vida. La comida era escasa y se cuenta que los prisioneros añadían pasto para mejorar la sopa. Para cuando finalizó la guerra, era un hombre arruinado, aquejado por horribles enfermedades.

Liberado en 1946, fue juzgado por un Tribunal de Desnazificación y multado con una enorme suma por su permanencia al partido nazi. Estaba muy enfermo para asistir al juicio y murió de cáncer en 1954.

(*) Especial para Perfil.com