Una vez por año, jeques y princesas árabes se dan el gusto de escapar de las siempre densas y agitadas arenas del desierto y entregarse a los placeres que ofrecen el sol y el mar del verano español. La llegada de los miembros de la dinastía reinante de Arabia Saudita -los Saud, una de las más ricas del planeta- revoluciona los principales atractivos turísticos del Mediterráneo.
Lugares como Marbella, Palma de Mallorca y las Islas Canarias se friegan las manos cada vez que los enormes Airbus de la Familia Real de Arabia Saudita recalan en sus aeropuertos. La llegada de estos exóticos visitantes supone miles de millones para comercios de moda, joyerías, hoteles, restaurantes, clubes nocturnos y spas.
Un elevado número de princesas de la dinastía familia -que gobierna el país con mano de hierro desde 1932- pasa ahora unos días de descanso en Lanzarote, Islas Canarias, en un recinto hotelero de lujo de Costa Teguise y se dedica a ir a la playa, visitar clubes, shoppings y centros culturales.
La reciente boda de la princesa Sarah bint Fahd (sobrina del actual rey Abdallah) movilizó a lo más encumbrado de la dinastía saudita en la residencia veraniega que los monarcas poseen en Marbella y reunió a 1.500 invitados, entre ellos 400 princesas.
La mayoría reservó cientos de habitaciones en los hoteles más lujosos de la localidad -como Villa Padierna, Puente Romano, Marbella Club-, o alquiló impresionantes residencias privadas, por las que llegan a pagar hasta 200.000 euros al mes. La ciudad -uno de los principales atractivos turísticos de España- se da el lujo de ser la ciudad que mayor número de famosos reúne por metro cuadrado cada verano.
Las autoridades marbellíes estiman que durante un año el rey Fahd (fallecido en 2005) generaba ingresos por unos 90 millones de euros para la ciudad. Sus acompañantes gastaban más de 6 millones de euros diarios en todo tipo de lujos y diversiones.
A todo ello hay que añadir la cantidad enorme de puestos de trabajo que se crean para atender todas las necesidades del palacio marbellí, una imitación de la Casa Blanca. La última visita del rey Fahd -en 2002- demandó una serie de reformas edilicias q costaron 108 millones de euros y en las que trabajaron un millar de obreros de 16 nacionalidades.
Con siete palacios lujosísimos en su país, un castillo en la Riviera Francesa, otro palacio-hospital en Ginebra, un Boeing 747 privado y dos yates de la envergadura de un trasatlántico, no es de extrañar que el difunto rey se tomara vacaciones tan extraordinarias.
El rey llegaba con una comitiva de 400 personas (familiares, secretarios, sirvientes, mayordomos, cocineros), 200 toneladas de valijas y baúles, un jet privado, tres aviones, 200 Mercedes Benz y 17 limusinas. La ciudad a orillas del Mediterráneo se revolucionaba cuando se rumoreaba que “el Rey Midas” iba a llegar.
La isla de Palma de Mallorca fue también “Meca” de obligada visita para los reyes y príncipes sauditas. Cuando el rey Saud se instaló en su hotel Son Vida, en 1965, regaló 100.000 pesetas a cada jugador del equipo de fútbol mallorquino, en reconocimiento de su deportividad. Su hermano, el rey Faisal (asesinado por un sobrino en 1975) llegó a Palma de Mallorca en 1967 y ocupó, con su séquito, la cifra récord de 26 habitaciones en el mismo hotel. El actual rey, Abdallah prefiere descansar en su residencia a orillas del Mar Rojo, en Arabia, dedicado a la vida beduina y al adiestramiento de halcones.
(*) Especial para Perfil.com.