Tras el polémico fallo judicial que liberó esta semana al policía Darren Wilson, acusado de asesinar al joven negro Michael Brown, decenas de personas –la mayoría afroamericanas– interrumpieron ayer el inicio de las compras navideñas al ingresar en los hipermercados de Saint Louis con el objetivo de boicotear el Black Friday, la jornada con mayores descuentos del año. Con esa protesta volvió a quedar en relieve la latente conflictividad social en los Estados Unidos. Además, evidenció uno de los fracasos políticos más rotundos de Barack Obama: en sus ocho años en la Casa Blanca, el mandatario no ha logrado achicar la brecha social entre blancos y negros.
En los últimos días, la ira social se propagó por todo el país como si se tratara de un voraz incendio, replicando protestas contra el sistema judicial en 170 ciudades. “Si alguna parte de la comunidad estadounidense no se siente bienvenida o tratada con justicia, eso nos pone en riesgo a todos y tenemos que estar preocupados por ella. El problema no está sólo en Ferguson, sino en los Estados Unidos”, reaccionó el primer presidente afroamericano del país, fundado sobre las bases de la esclavitud y la segregación.
Ilusiones infantiles. Las estadísticas no respaldan a Obama. Según un estudio del Pew Research Center, la violencia en Ferguson, Missouri, denota profundas divisiones raciales en todo el país. Si el 79% de los afroamericanos sostiene que aún resta mucho para alcanzar la igualdad racial, sólo el 44% de la población blanca está de acuerdo con esa apreciación. Con respecto a la legitimidad del sistema judicial, también hay divisiones entre los dos grupos: 76% de los negros dijo no tener confianza alguna en él, y el 52% de los blancos contestó exactamente lo opuesto. Además, la desocupación y el desempleo aumentaron desde 2009 más en la población negra que en la blanca.
“Aunque hubo un inmenso progreso –la elección de Obama es una manifestación de ello–, las cosas no cambiaron tanto como hubiéramos deseado. Obama es una figura extremadamente importante, pero imaginar que su elección o su presidencia resolverían este problema es algo infantil. Problemas tan profundos como los prejuicios y las divisiones raciales no se superan sólo con un discurso o con el texto de una ley”, confió a PERFIL David Remnick, director de The New Yorker y autor de la biografía El puente, la vida y el ascenso de Barack Obama.
La conflictividad racial de los últimos días desnudó la pésima gestión del líder demócrata hacia las minorías que lo catapultaron al Salón Oval.