El Mundial de Fútbol en Brasil no sólo representa una oportunidad de negocios para comercios, hoteles y agencias de turismo: también lo es para los narcotraficantes de Río de Janeiro. A menos de cincuenta días del inicio de la Copa, las bandas narco lanzaron una ofensiva contra las "unidades pacificadoras" en las favelas para recuperar el terreno perdido en los últimos años. La brutalidad de la reacción policial completó el cóctel para el estallido de una ola de violencia en la ciudad carioca, que esta semana alcanzó niveles alarmantes para las autoridades brasileñas.
Atrapados entre ambos fuegos, los vecinos de los barrios pobres de Río protagonizaron en los últimos días violentas protestas contra los abusos de las fuerzas de seguridad. El último episodio que desató la ira popular fue la muerte de un joven bailarín de 25 años de la favela "pacificada" Pavão-Pavãozinho, cuyo cadáver fue hallado el martes con evidencias de golpes y torturas. Su familia denuncia que la Policía Militar lo confundió con un narco y lo asesinó.
Ayer, Amnistía Internacional exigió a Brasil una rápida investigación de esa muerte y la de otro hombre de 30 años que recibió un disparo en la cara durante las manifestaciones del martes. La organización advirtió sobre la “necesidad urgente de cambios estructurales” en los cuerpos policiales brasileños y recordó que están “entre los que más matan en el mundo”.
El telón de fondo de la violencia en Río es la reaparición de grupos narcotraficantes que habían sido desplazados en los últimos cinco años, y que vuelven a la carga en la previa al Mundial. Desde fines de 2013, narcos que antes controlaban las favelas hostigan las instalaciones de la Unidad de Policía Pacificadora.
A la cabeza de la ofensiva se encuentra el Comando Vermelho, una de las mayores organizaciones criminales de Brasil. Hace dos años, el Comando parecía derrotado. Hoy queda en evidencia que sus células latentes buscan recuperar el protagonismo. El martes, entre las barricadas de los vecinos y los autos incendiados, miembros del Vermelho atacaron a tiros una base de la UPP.
“La celebración del Mundial es una oportunidad de ‘negocios’ para el narcotráfico –dijo a PERFIL el experto en seguridad pública Ignacio Cano, fundador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro–. La policía está ocupada en algunas áreas específicas, lo que representa una ventaja para las bandas”.
Cano subrayó que el escenario de seguridad en Río, que había mejorado significativamente entre 2009 y 2012, se estabilizó ese año y volvió a descontrolarse a partir de 2013. “Las políticas que habían dado resultados inicialmente pasaron a piloto automático, no fueron reevaluadas ni ajustadas y su impacto positivo se agotó”, evaluó el especialista.
Claro que para la “guerra” se necesitan dos contendientes. La otra cara de la violencia carioca es la Policía Militar, cuyas prácticas abusivas y corruptas fueron bien retratadas en la película Tropa de elite. Según cifras del Instituto de Seguridad Pública de Río, en los últimos ocho años hubo 5.677 muertes derivadas de operativos policiales.
Mientras el gobierno estadual busca hacer pie en las favelas con amplia presencia policial, las denuncias por muertes de civiles sin relación con los narcos se multiplican cada mes. “La única solución pasa por la desmilitarización de la policía”, escribió Guilherme Boulos, coordinador de la campaña “Copa sin pueblo, a la calle de nuevo”. Sin embargo, en un año electoral, nadie imagina cambios de fondo. Aunque Río vuelva a parecerse a la de siempre.