El presidente Lula siempre me criticaba porque decía que yo me entrometía demasiado en la política una vez que había dejado la presidencia. Pero ahora es él quien se está entrometiendo de más, quien está interfiriendo con la formación del equipo de ministros de la presidenta electa, Dilma Rousseff. Si lo hace, como yo creo, es porque lo dejan hacer. Son otros quienes tienen que advertirle, no yo. Si el presidente Lula abusa, le cabe a Dilma controlarlo, frenarlo. Pero éste es el temperamento de Lula. Es su modo de actuar, de hacer las cosas. El culpa a los demás de cometer estos atropellos cuando hace lo mismo.
Es absolutamente normal sentir abstinencia, cierta falta de poder, cuando uno deja el cargo después de ocupar la Presidencia. Pero Lula me dio tantos consejos allá por 2003 cuando yo le entregué el mando del gobierno, que ahora considero mejor no dar ninguno. No quiero ponerme en el rol de consejero del rey, o del antiguo rey. Ese no es mi papel. Durante mi gestión, encabezamos un gobierno de profundas reformas. Y el presidente Lula supo aprovechar ese rumbo económico así como los programas que nosotros creamos, y los amplió. Y se adueñó de gran parte de ese mérito. Yo transformé a Brasil, sin falsa modestia. Brasil fue un antes de su período de consolidación económica y se ha convertido en otro después. Brasil era mucho mejor que lo que el presidente Lula decía entonces. Y el año en que peor le fue, cuando se agravó su situación, fue precisamente por causa suya. Por el temor que el mercado tenía de lo que dijo que pensaba hacer una vez en el gobierno.
Cuando yo dejé el Planalto, me dediqué a viajar con mi esposa Ruth por Europa, sin ningún funcionario que me acompañara, ni asesor, ni guardaespaldas o automóvil, absolutamente nada de nada. Desde ese momento, no importa cuánta responsabilidad o poder tuvo en el pasado, uno se convierte nuevamente en un ciudadano común y corriente. Pero también hay ciertas ventajas en este tránsito, en este descenso desde el Palacio Presidencial al llano. Y es que uno es más libre, tiene la capacidad de caminar sin ataduras, sin corbatas en un mundo de trajes; de ser más feliz... Lula tampoco es de usar corbatas, es verdad. Quién sabe ahora se le dé por vestir trajes de frac.
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