Mañana y el martes se realizará en la Isla Margarita, Venezuela, la primera “Cumbre Energética Sudamericana”, con la presencia, además de Hugo Chávez, de los presidentes Luiz Inacio Lula Da Silva, Néstor Kirchner, Tabaré Vázquez, Evo Morales y Rafael Correa, entre otros.
El eje del encuentro probablemente estará centrado en los biocombustibles y la producción de etanol, tema sobre el cual Chávez y Lula tienen posiciones divergentes. La tesis de Chávez, respaldada por Fidel Castro, es que la producción de biocombustibles, en el horizonte, es excluyente con la de alimentos. La respuesta del gobierno brasileño a las críticas de Chávez y Castro fue formulada por Marco Aurelio García, asesor internacional de Lula y presidente del Partido de los Trabajadores (PT), y se mantiene dentro de la tradición de crítica a la visión malthusiana, que proviene de economistas clásicos como David Ricardo y Carlos Marx.
Por eso dice Marco Aurelio García que “el hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos, sino de falta de ingresos.” La cuestión, por lo tanto, es el crecimiento económico y sus condiciones, no la caída de la producción de alimentos. Si en términos globales la posición brasileña parece tener un mayor sustento económico, el dilema, incluso antagónico, entre producción de etanol y de alimentos, que plantean Chávez y Fidel Castro, parece tener su mayor expresión no en los países del Tercer Mundo, sino en la frontera del sistema: Estados Unidos.
En septiembre de 2006, un bushel de maíz valía 2,30 dólares en el mercado norteamericano, y menos de tres meses después llegó al récord de 3,85 dólares, con un aumento de 67%. En marzo de 2007, los precios futuros del maíz llegaron a 4,38 dólares, el más alto nivel en 10 años, y su precio récord arrastra a los del trigo y del arroz.
El precio del maíz en EE.UU. está en relación directa al crecimiento de la demanda de etanol, del que es el principal insumo. Son 110 las refinerías de etanol que operan en EE.UU., y son 73 las nuevas unidades que están en construcción. Al terminar 2008, la producción de etanol norteamericana será de 11,4 billones de galones por año, menos de la tercera parte del objetivo fijado por el presidente George W. Bush en enero de este año, en el que convocó a producir 35 millones de galones de combustibles renovables en 2017. La producción de etanol sobre la base del maíz en EE.UU. conmueve la estructura del mercado mundial de alimentos y une, cada vez más, los mercados energéticos con los valores de los productos alimentarios. Si Estados Unidos continua incrementando su producción de etanol/maíz al ritmo en que lo ha hecho los últimos 3 años, los precios mundiales del grano aumentarían 20% en 2010 y 41% en 2020.
La elaboración de etanol/maíz en Estados Unidos es energo intensiva: en vez de ahorrar energía con relación a la producción de petróleo, necesita el doble del consumo energético que se requiere para producir combustible. En estas condiciones, la producción norteamericana de etanol no cubrirá más que un tercio de sus necesidades en 2017. Por eso, Estados Unidos buscó un acuerdo estratégico con Brasil para desarrollar los biocombustibles. Su objetivo es que en 10/15 años, Brasil se transforme en uno de los principales proveedores energéticos del mercado norteamericano. Es probable que este traslado de la producción de etanol sea el primer paso de una transferencia más amplia, que es el de la producción primaria de alimentos y energía de Estados Unidos para llevarla al mundo emergente y en desarrollo, en primer lugar Brasil y América del Sur.
La polémica sobre biocombustibles entre Lula y Chávez reproduce el enfrentamiento entre Ricardo/Marx, por un lado, y Malthus por el otro, sólo que en las condiciones de globalización de la economía mundial, que es, ante todo, la integración del mundo emergente con el capitalismo avanzado.