Tras un año para el olvido en 2016, el liderazgo global de Europa empieza hoy a recobrar vigor de la mano de Angela Merkel y su nuevo socio, Emmanuel Macron, dos dirigentes moderados y pro integración que se perfilan como contrapeso del protagonismo disruptivo de Donald Trump y Vladimir Putin en la escena internacional. En los últimos días, la canciller alemana y el flamante presidente francés parecieron acordar un libreto para marcarles el terreno a la Casa Blanca y al Kremlin. De manera bastante explícita, Merkel y Macron comenzaron a venderse como una alternativa equilibrada frente a la extravagancia política de Trump y Putin.
Luego del trauma del Brexit, las fuerzas democráticas europeas temieron que otra opción radical como Marine Le Pen triunfara en Francia. Sin embargo, el joven Macron, un tecnócrata liberal y partidario de un “centrismo radical”, se benefició de la debacle de la partidocracia tradicional y acabó siendo el avatar electoral de una amplia mayoría de franceses que aún ve con pánico la idea de abandonar del euro.
Macron captó el mensaje de las urnas: desde que asumió, incorporó la defensa de la integración europea como uno de los ejes principales de su discurso. Lo mismo que Merkel, quien también es favorita para las elecciones de septiembre en Alemania. Al mismo tiempo, el nuevo eje Berlín-París empieza a desplegar sus dotes diplomáticas para ocupar, al menos en parte, el vacío que están dejando los Estados Unidos en el liderazgo del “mundo libre”.
En las últimas semanas, Merkel encaró una gira mundial que incluyó Latinoamérica, donde mandatarios como Mauricio Macri y Enrique Peña Nieto se congratularon de sus coincidencias con la canciller alemana, en momentos en que crece el escozor multilateral por el rumbo imprevisible de Washington. Ayer, la canciller alemana aterrizó en el Vaticano para reunirse con el papa Francisco, otro líder global con el que se siente “en sintonía” y con quien dialogó sobre temas que enfrentan a ambos con Trump: lucha contra el terrorismo, crisis migratoria, políticas comerciales y, especialmente, cambio climático.
Casi en simultáneo, Macron se dio cita con Putin en Versalles. Una relación de siglos enlaza a Francia con Rusia. Putin suele convertir sus encuentros con los mandatarios franceses en una medición de fuerzas. Macron pasó airoso la prueba: tras su reunión privada con el ex KGB, se refirió ante la prensa a varios asuntos espinosos para su interlocutor, como la persecución a homosexuales en Chechenia, el hostigamiento a las ONG en Rusia y la supuesta injerencia de hackers rusos en la campaña francesa. Incluso llegó a mencionar que, si el régimen de Bashar Al-Assad en Siria, aliado clave del Kremlin, volviera a utilizar armas químicas, París “tomaría represalias inmediatas”. Macron logró algo poco habitual: colocar a Putin en una posición defensiva.
“Tanto Merkel como Macron desean preservar el statu quo de un orden global multilateral y liberal, hoy desafiado desde Washington y Moscú –dijo a PERFIL el politólogo alemán Christian Tuschhoff, profesor de la Universidad Libre de Berlín–. Pero un liderazgo global también requiere capacidad de movilizar recursos para sostener ese statu quo. Estados Unidos aportaba la mayor parte de esos recursos, pero ya no está dispuesto a hacerlo. Y es muy improbable que Francia y Alemania puedan llenar por completo el vacío. Por eso, lo mejor que podemos esperar es que la retirada estadounidense sea sólo parcial, y que el liderazgo renovado de Europa pueda compensar esa pérdida”. Depende, claro, de Merkel y Macron.