INTERNACIONAL
Bono demográfico

Juventudes y fronteras en el Mercosur

Radiografía de la situación de los jóvenes que viven en el límite de los países que conforman el Mercosur. También cómo los afectó la pandemia.

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Mercosur | REDES

En 2019 más de 60 millones de adolescentes y jóvenes entre 10 y 24 años habitaban en los Estados Parte del Mercosur, según estadísticas de la División de Población de las Naciones Unidas. En Argentina estos representaban el 23.5%, en Brasil el 23.2%, en Paraguay el 28.5% y en Uruguay el 21.6%. Sin embargo, en las localidades de frontera más pobladas, este promedio es sensiblemente mayor, debido a una colonización tardía del territorio como Ciudad del Este (Paraguay) o por la atracción de migración interna o internacional como en Foz de Iguaçu (Brasil).

América Latina y el Caribe (ALC) está ante un proceso de transición demográfica acelerada. Y a pesar de las diferentes etapas demográficas que atraviesan los países de la región, esta todavía cuenta con una ventana de oportunidad conocida como “bono demográfico”.

Desafíos y oportunidades

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La dimensión fronteriza es sin duda una variable clave que influye en las condiciones y oportunidades de desarrollo para adolescentes y jóvenes. La transición a la vida adulta de quienes viven en estas áreas es particularmente compleja.

En algunas zonas, se ha detectado una serie de problemas sociales derivados de la reproducción temprana, la deserción escolar, la dificultad de acceso al empleo que muchas veces se realiza en un contexto de economía informal, y a veces ilícita. Todos estos factores contribuyen a perpetuar la transmisión intergeneracional de la pobreza y limitan las oportunidades de desarrollo.

La dimensión fronteriza es sin duda una variable clave que influye en las condiciones y oportunidades de desarrollo para adolescentes y jóvenes

La falta de acceso a servicios básicos como salud, educación y trabajo impacta sobre el bienestar personal y colectivo y afecta los procesos de toma de decisiones individuales. En la medida en que los adolescentes y jóvenes aumenten su autonomía progresiva y logren una total inserción social, tendrán mejores condiciones para alcanzar su pleno potencial.

Juventudes y necesidad de políticas públicas focalizadas

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En este contexto, hay cuatro factores que evidencian la necesidad de un rápido diseño de políticas focalizadas que tomen en cuenta el territorio de frontera y el ciclo de vida de las personas que allí habitan.

En primer lugar, la cobertura de salud de los adolescentes y jóvenes es más baja, con una mayor precariedad en comparación con la infancia y la niñez o los adultos mayores. Asimismo, aquellos jóvenes que han contado con cobertura de salud a través de sus padres suelen perderla a partir de los 18 años.

En segundo lugar, el abandono escolar suele ser mayor en los últimos años del bachiller porque los jóvenes comienzan a trabajar o a ayudar en nuevas tareas. Aquellos que logran concluirla, enfrentan mayores desafíos para entrar a la Universidad.

Son pocos o nulos los programas que acompañan la transición de la escuela media a la Universidad. Mientras que en la franja 15-19 años el en las ciudades fronterizas de Posadas (Argentina), Encarnación (Paraguay), Santana do Livramento (Brasil), Rivera (Uruguay), Concordia (Argentina) y Ciudad del Este (Paraguay) más del 70% asisten a un establecimiento educativo, en la franja de 20-24 en casi todos los casos desciende más del 50%.

En tercer lugar, se observa una mayor informalidad económica. En América Latina la informalidad es del 54% promedio según la CEPAL y OIT, pero este porcentaje tiende a aumentar sustantivamente cuando nos acercamos a las fronteras.

Es relevante la población de mujeres que se encuentra en la franja etárea de 20 a 24 años que ni estudia ni trabaja en las ciudades de frontera de mayor tamaño del Mercorsur

La atracción de una parte importante de la fuerza laboral joven a empleos precarios tiene dos consecuencias principales. Por un lado, la persona que se inserta dentro de la economía informal tiende a permanecer en ella afectando la solidaridad de los sistemas de protección social. Y, por el otro, los hombres jóvenes tienden a migrar de la informalidad a la ilegalidad. Como consecuencia, hay una alta exposición de los jóvenes fronterizos a formar parte de redes de contrabando y tráfico.

En cuarto lugar, es relevante la población de mujeres que se encuentra en la franja etárea de 20 a 24 años que ni estudia ni trabaja en las ciudades de frontera de mayor tamaño del Mercorsur, alcanzando el 38,6% en Rivera. En la franja etárea siguiente, de 25 a 29 años se observan porcentajes similares.

Las encuestas de “uso del tiempo” suelen esconder la carga de cuidados que asumen las mujeres dentro del hogar (trabajo no remunerado), ya sea el cuidado de hermanos/as menores o hijos/as, o tareas de limpieza del hogar, entre otras, afectando el desarrollo de sus proyectos personales.

Los efectos de la pandemia

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La pandemia de Covid-19 impactó fuertemente sobre las fronteras. Su cierre truncó dinámicas sociales y de utilización de servicios transfronterizos. Y más allá que el impacto ha sido diferencial por ciudad, la incertidumbre ha “congelado” los proyectos de carácter más individual.

Los desafíos impuestos por la pandemia incrementaron la necesidad de aumentar la inversión social, coordinar acciones en las fronteras y asegurar la cohesión social a fin de contribuir a la superación de la interseccionalidad de brechas que afecta a sus poblaciones.

En este marco, es probable que las mujeres jóvenes enfrenten nuevos desafíos para lograr una mayor y mejor participación en la reactivación económica post Covid-19. Por ello, es oportuno realizar intervenciones específicas que aseguren la participación de estas en programas de capacitación laboral y emprendimintos, así como la creación de nuevos espacios de cuidado, que permitan que más mujeres con hijos puedan incorporarse a la fuerza laboral formal.

 La identidad fronteriza de adolescentes y jóvenes es un valor diferencial que permite generar proyectos de vida interculturales

Más allá de las dificultades que implica habitar estos espacios, la dimensión de frontera es una oportunidad. La identidad fronteriza de adolescentes y jóvenes es un valor diferencial que permite generar proyectos de vida interculturales, más asociativos y respetuosos de la diversidad. Así como también poner en marcha nuevas formas de participación e innovación social que potencien sus capacidades de incidencia en la agenda pública.

Desarrollar una ciudadanía en el Mercosur que potencie el papel de las juventudes de frontera es clave para la sostenibilidad de la integración regional.

*Doctor en Estudios Internacionales (UPV/EHU). Es Jefe de Promoción e Intercambio de Políticas Sociales en el Instituto Social del MERCOSUR (ISM). (www.latinoamerica21.com).