Desde Tel Aviv
Zidan Saif era un policía israelí de origen druso, una minoría étnica que habita este país y cuyos principios religiosos exigen a sus miembros lealtad absoluta a la patria en la que residen. Se convirtió en un héroe nacional hace tres semanas, cuando salvó varias vidas antes de ser asesinado en un atentado de dos fanáticos palestinos contra una sinagoga en Jerusalén. Por una ley que impulsa el premier Benjamin Netanyahu, personas como Saif podrían sentirse simbólicamente rebajados en su condición de ciudadanos en Israel a partir del año que viene.
El borrador de la llamada Ley del Estado Judío propone reemplazar la actual denominación del país como Estado no sólo “judío”, sino también “democrático”, definir al hebreo única lengua oficial en detrimento del árabe y priorizar al antiguo derecho judío como fuente de inspiración legislativa, todos elementos chocantes para el 20% de los israelíes árabes y de otras minorías. El proyecto de ley, aprobado en el Consejo de Ministros y aún pendiente de ser debatido en la Knesset (Parlamento), explica la implosión de la coalición de gobierno ocurrida esta semana y el consecuente llamado de Netanyahu a elecciones anticipadas para marzo.
En un escándalo político que se ha convertido en monotema en Israel en los últimos días, el premier despidió a los ministros de Finanzas y de Justicia, Yair Lapid (Yesh Atid) y Tzipi Livni (Movimiento Hatnuá), líderes de fuerzas moderadas y (ahora ex) integrantes de la coalición gobernante. Netanyahu se mostró harto de las críticas de ambos contra su proyecto de ley y contra su dura postura frente al conflicto palestino-israelí, agravado desde el último brote bélico entre Israel y Hamas en junio pasado.
La expulsión de Lapid y Livni implica el colapso del gobierno, ya que sus partidos han roto con Netanyahu y el sistema parlamentario israelí exige que el primer ministro tenga mayoría en la Knesset. Israel acaba de ingresar en una etapa de transición hasta los comicios de marzo, en los que se definirán la nueva composición de la coalición en el poder y el nombre del próximo premier, que podría ser el propio Netanyahu.
Pero no sólo eso: a partir de marzo, es posible que el nuevo gobierno refleje cierto giro hacia la derecha de los votantes en Israel. Aunque nada está dicho, la última encuesta, publicada anteayer por el diario Maariv, indica que cinco partidos de derecha y ortodoxos religiosos obtendrían 63 de las 120 bancas del Parlamento, con el Likud de Netanyahu y el Bayit Yehudit, del ministro ultranacionalista Naftali Bennett al frente. En tal escenario, los partidos religiosos ganarían más influencia, ya que su apoyo sería crucial para cualquier candidato de ese espectro en busca de la mayoría.
Aquí, la sensación de los ciudadanos es que, al menos en el corto plazo, el resultado electoral no cambiará la ecuación en cuanto a las negociaciones de paz con la Autoridad Nacional Palestina, hoy totalmente estancadas. “Aunque venga un gobierno de ultraderecha o ultraizquierda, me parece imposible que la aguja del conflicto se mueva con este contexto regional explosivo, con Hamas activo y con Estado Islámico avanzando en Siria e Irak, comentó a este diario Kobi Abecasís, un habitante de las afueras de Tel Aviv que trabaja en el sector turístico. La caída del gobierno se debe a una cuestión de ego de los políticos, pero mientras tanto, los ciudadanos seguimos trabajando y preocupándonos por nuestra vida de todos los días”.
En cambio, un viraje hacia la derecha podría exacerbar las tensiones con el millón y medio de israelíes árabes, cada vez más explícitas. Aunque simbólica, la aprobación de la Ley del Estado Judío podría generar medidas demagógicas para los no judíos.
A fin de cuentas, el debate responde también a intereses políticos y partidarios. “Netanyahu apoyó esta ley, impulsada por diputados más populistas que él, porque en enero hay elecciones internas en Likud, cuyo electorado se ha ido moviendo a la derecha en los últimos años, dice Guil Novick, politólogo de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Otra lectura posible es que haya acabado con la coalición porque si adelanta las elecciones, tiene más chances de volver a ser electo”.
Netanyahu tiene motivos para acumular capital político ahora. El sondeo de Maariv que muestra el favoritismo por los partidos de derecha marca que, al mismo tiempo, el 60% de los consultados no quiere que él obtenga su cuarto mandato. El escritor y periodista árabe israelí Sayed Kashua sintetizó el sentimiento de la minoría árabe frente al uso electoral que el mandatario ha hecho del proyecto de ley: “La propuesta sólo confirma lo que los árabes ya sabíamos: no somos bienvenidos en un país que nunca nos quiso”.