¿Un binomio Obama/Hillary? Es posible, pero tóxico y, por consiguiente, improbable. Lo comparan aquí con lo sucedido hace casi medio siglo, cuando Kennedy se alzó con la candidatura presidencial demócrata.
Tan seguro estaba Bob Kennedy de que Lyndon Johnson diría que no, que lo convenció a JFK y se la ofrecieron. El robusto texano, que tras el asesinato del Presidente gobernaría hasta 1972, dijo que sí y esos años juntos fueron conocidos como un “ shotgun marriage", un matrimonio a balazos.
Una pareja Obama-Hillary en la Casa Blanca sería, según me dijeron, un tembladeral imposible.
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Una fuerte coordinadora demócrata en las colectas para financiar la campaña de Obama, blanca, rica y dueña de un fenomenal departamento sobre la Quinta Avenida desde el cual se ve toda la gloria del Central Park, entre café y strudel, me dice que este afro-americano medio mulato es un hombre: (a) súper-inteligente, (b) re-carismático, y (c) humanamente muy cálido.
A ella, que organiza fundraisers para Obama, le parece que la dupla conyugal de los Clinton es abominable, pero sin embargo confiesa que, igual, tiene miedo si el candidato es el negro y encima llega a presidente.
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Nadie sabe cómo sería una Administración Obama, pero varias personas a las que consulté ponen los ojos en blanco cuando fantasean que si el negro gana en noviembre, sería una revolución.
Desde Kennedy nadie estuvo mejor equipado para inyectar respeto y admiración en el mundo por los Estados Unidos. ¿Se imagina, me dicen, un presidente norteamericano negro y diferente como Obama llegando en el Air Force One de visita a un país en desarrollo, en donde habitualmente el principal deporte es odiar a los yanquis por discriminadores y súper-explotadores?
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Ni una palabra positiva queda para Bush, el presidente ya descripto como el peor de los últimos 80 años en los Estados Unidos.
Sin embargo, por una curiosa y, para mi gusto, admirable disciplina social se sabe que él se queda en el puesto hasta que termine su mandato. El caso Nixon, que se fue hundido en la ignominia en 1972, fue especial y, si no único, al menos muy raro. A Bush se le dieron ambas juntas: el pantano sangriento de Iraq y una situación económica horrible.
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Así y todo, algo debe ser dicho: la abrumadora mayoría de los muertos en Iraq son, hace ya varios años, producto de las eternas e interminables guerras internas entre facciones y sectas internas. Todos saben que si las tropas norteamericanas se fueran hoy, la carnicería allí continuaría, lo más campante.
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Un dato para los que se llenan la boca puteando a la democracia norteamericana porque sería, dicen, expresión de la clase propietaria: en la sede central de la campaña de Obama, al quien ya se lo llama Mister O, se guardan celosamente los datos de 1.500.000 norteamericanos (pueblo) que aportaron por debajo del techo de 200 dólares a la campaña.
Con ese combustible de la base ciudadana se financia el agotador esfuerzo que supone cubrir este país de dimensiones y volumen continental.
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Nueva York está tan eléctrica, poderosa y fascinante como siempre. Perdí la cuenta de los rascacielos en construcción y, sobre todo, de renovaciones faraónicas de edificios un poco castigados por el tiempo.
Calles limpias, señalización prolija, autobuses públicos movidos por baterías eléctricas, silenciosos y limpios, y el mejor jazz del mundo, sobre todo en las catedrales clásicas, el Blue Note y el Vanguard, en el siempre oblicuo y sensual Greenwich Village, son algunos datos rápidos.
* Desde la Gran Manzana