El 18 de febrero de 1981, un joven recién llegado de Hawaii se subió a la tarima en el Occidental College de Los Ángeles para dar el primer discurso político de su vida. Barack Obama tenía 20 años y algunas ideas sobre la dura realidad de los negros en el mundo y en su país. En su debut ante aquel auditorio liberal, “Barry” le reclamó a las autoridades de la universidad que cancelaran sus inversiones en Sudáfrica mientras existiera el régimen de segregación racial.
Por ese entonces, Nelson Mandela ya llevaba 17 años preso en la cárcel de Robben Island. Ambos se conocerían personalmente 24 años más tarde, en 2005, cuando el gran estadista jubilado visitó Washington y se hizo unos minutos para reunirse con el senador de Chicago, promesa demócrata. Fue la única vez que estuvieron juntos, pese a que Obama guarda un lugar especial para Mandela en su panteón de héroes políticos, de ídolos que lo inspiraron.
Quienes conocen en la intimidad a Obama aseguran que Mandela fue y es una guía para él. Según Valerie Jarrett, asesora y amiga cercana del jefe de Estado norteamericano, la figura del ex presidente sudafricano “le dio la fuerza para perseverar” ante la adversidad. En el prólogo que preparó en 2010 para el libro Conversaciones conmigo mismo de Mandela, Obama escribió: “Su sacrificio fue tan grande que hizo un llamado a todas las personas a hacer lo que pudieran en nombre del progreso humano, y yo fui uno de aquellos que intentaron responder a su llamado”.
No podrá ser. El segundo encuentro entre ambos líderes podría haber sido ayer, durante la gira de Obama por Africa. Hubiera sido una foto histórica: el primer presidente negro de los Estados Unidos junto al símbolo mundial de la lucha por la igualdad racial. Pero Mandela, de 94 años, fue hospitalizado por una severa infección pulmonar y desde entonces Sudáfrica se prepara para la noticia más triste. Su hija dijo días atrás que “cualquier cosa puede ocurrir de forma inminente”.
Por eso Obama consideró que no había necesidad de tomarse una foto con Mandela, acostumbrado a recibir a líderes mundiales en su país. “Veremos cómo está la situación cuando aterricemos. No necesito una foto con él. Lo último que quiero es ser inoportuno en momentos de inquietud familiar”, comentó el mandatario a los periodistas a bordo del avión presidencial Air Force One, antes de aterrizar en Pretoria y luego de su paso por Senegal.
Aunque no podrá visitar a Mandela en el hospital donde se encuentra internado, Obama conocerá hoy el célebre municipio de Soweto y también Robben Island, donde el líder anti apartheid pasó dos décadas encerrado. El presidente estadounidense ya había dejado entrever que sería una gira con alto contenido simbólico: el jueves estuvo en la isla de Gorea, sitio emblemático de la trata de esclavos.
Desde que fue internado, al lado de Mandela permanecen su actual esposa, la mozambiqueña Graça Machel, y tres de sus hijas, envueltas por estos días en una disputa familiar por la herencia de su padre. Tras una primera vigilia celebrada el jueves junto al hospital, el gobernante Congreso Nacional Africano, que lideró Madiba, volvió a convocar ayer a sesiones de oración conjunta por la recuperación del héroe nacional.
Vestidos con los tradicionales colores verde, amarillo y negro del partido, los presentes entonaron también varias canciones de música espiritual.
Existen dos copias de aquella foto que Mandela y Obama se tomaron juntos en 2005: una está en la Fundación Nelson Mandela, y la otra en el Salón Oval de la Casa Blanca. Para Obama y los sudafricanos, hoy no es tiempo de fotos sino de profundas plegarias.