En la mayoría de los países del mundo, la emergencia del coronavirus ha postergado o, al menos, atemperado las luchas políticas, pero en España no: el gobierno de Pedro Sánchez debe batallar diariamente contra el Covid-19 y contra una oposición de derecha y un separatismo catalán que no ahorran ataques de todo tipo.
“Lo primero que hay que hacer para salir de la crisis es decir la verdad a los españoles, y usted no lo está haciendo”, acusó a Sánchez el líder del conservador Partido Popular (PP), el principal de la oposición, Pablo Casado. “Le animo a dejar su postura intransigente y a arrimar el hombro”, replicó Sánchez en el Parlamento.
España es oficialmente el cuarto país del mundo con más fallecidos por coronavirus. Las críticas le han llovido al gobierno por la falta de material de protección para el personal sanitario, y por algún que otro fiasco, como la compra en China de más de 650 mil tests de diagnóstico rápido que resultaron deficientes.
Igualmente, las administraciones regionales de Madrid y Cataluña, la primera de derecha, la segunda separatista, cuestionan los balances de muertos facilitados por el gobierno central de izquierdas, y sostienen que en realidad hay más fallecidos.
Pasaron cosas. “Es evidente que han pasado cosas malas” en la gestión de la crisis, y que a la hora de atribuir errores “va a haber una competencia feroz”, expone Berta Barbet, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Sobre todo cuando “no se está jugando especialmente limpio” y se avecina una grave crisis económica, añade.
Santiago Abascal, líder de la extrema derecha de Vox, tercera fuerza parlamentaria, aseguró haber iniciado acciones ante la Justicia, porque “el gobierno tiene que asumir no solo la responsabilidad política, sino las posibles responsabilidades penales”.
“España siempre ha sido un país muy polarizado, sin un espacio central muy claro”, analiza Barbet, quien cree que la agresividad del PP obedece a que “está en una batalla bastante dura para recuperar la hegemonía del centroderecha, y no puede dejar que Vox le coma una parte del espacio político”.
En el PP “parece que se regocijan de que en España haya tantos muertos”, sostiene el politólogo Fernando Vallespín, para quien la oposición conservadora tiene un “problema de patriotismo”.
Según él hay algo de “crítica injusta”, ya que el PP, al frente de la región de Madrid tiene competencias sobre las residencias de ancianos, donde el propio Ejecutivo regional habla de más de 5.800 muertos atribuibles al coronavirus.
Catalanes. Mucho más feroces son las críticas del gobierno regional catalán cuya portavoz, Mertixell Budó, sostuvo que en una Cataluña independiente “ni habría habido tantos muertos ni tantos infectados”.
Desde el ámbito privado, el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Joan Canadell, fue muy crítico. “Cataluña independiente hubiera salvado miles de vidas... España es paro y muerte, Cataluña vida y futuro”, tuiteó.
“Es el resultado de un discurso hegemónico instalado en Cataluña”, el del separatismo, que ha creado “un marco permanente de victimismo, de agravio y de ataque a Cataluña”, dice Nicolás de Pedro, analista especializado en desinformación en el Institute for Statecraft, un think-tank con sede en Londres.
De Pedro cree que “la proyección de este discurso en el exterior tiene poco impacto”.
Aunque dentro de Cataluña sí que será sensible, pues a su juicio “envenena las posiciones e incrementa los niveles de odio” entre partidarios y detractores de la secesión.