Dilma Rousseff nombró sólo dos petistas cercanos a Luiz Inácio Lula da Silva en el gabinete de 37 ministros de su segundo mandato. Uno, el ex gobernador de Bahía Jacques Wagner, fue al Ministerio de Defensa. El otro, Miguel Rosseto, salió del Ministerio del Desarollo Agrario para la Secretaria General de la Presidencia.
Fue evidente la intención de Dilma de despegarse de su padrino político. Pero el jueves, sus espaldas soportaron el peso de la crisis y pidió ayuda a su mentor.
Hacía más de dos meses que la presidenta no hablaba con Lula. El encuentro, en un hotel de San Pablo, fue tratado como un secreto por el Palacio del Planalto. No hubo información previa ni confirmación para la prensa. Como disculpa para el viaje, la Presidencia había programado en la capital paulista para Dilma una reunión con el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y un chequeo médico de rutina.
En la reunión, varias fuentes coinciden en que Dilma tuvo que escuchar un “sermón” de Lula de casi tres horas. El ex presidente le aconsejó levantar una “bandera blanca” y terminar su pelea con el nuevo presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, del mismo PMDB del vicepresidente Michel Temer. Según Folha de Sao Paulo, Lula argumentó que un mandatario no puede meterse en guerra con el Congreso cuando tiene por adelante una agenda de estabilización de la economía, como es el caso de Dilma.
Para Bolívar Lamounier, fue la reunión de “un roto con un descosido”, porque “Lula, igual que Dilma, está muy débil políticamente. Nadie tiene confianza en él”. Lula ya había empezado a trabajar en favor de Dilma antes del encuentro en San Pablo. Habló en Río de Janeiro con los líderes locales del PMDB y se comprometió a trabajar por la paz con el PSB, el partido que abandonó la base de apoyo a Dilma para lanzar el fallecido Eduardo Campos y, después, a la ex petista Marina Silva como candidatos a la Presidencia en 2014.
Según O Estado de Sao Paulo, Lula sugirió a Dilma viajar por el país para explicar las medidas económicas impopulares que tomará y convocar a una reunión con los gobernadores de los Estados y con los alcaldes para conformar una vanguardia de apoyo a su gobierno. Dilma escuchó a Lula, pero no se comprometió con nada: sabe que los líderes locales se presentarán en Brasilia, eso sí, cada uno con un reclamo a cambio de su apoyo.