INTERNACIONAL
PANORAMA internacional

Por sobre la guerra está la paz

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Trabajo por la paz. En el siglo XX murieron más de 110 millones de personas en más de 120 conflictos. | afp

El nuevo/nada nuevo conflicto en Oriente Medio conmociona con altibajos a la opinión pública internacional. El 23 de mayo pasado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sentenció que “avanzamos hacia la paz por medio de la guerra (…) No habrá más odio”. Se trata de una profecía no acorde con la historia universal y la actuación de los EE.UU. en los conflictos del siglo XX. Quizá Trump no recuerde que su compatriota y Premio Nobel John Steinbeck (1902/1968) escribió: “Toda guerra es un síntoma del fracaso del hombre como animal pensante”. Lamentablemente, el horizonte de sangre ni siquiera respeta una región que incluye la ciudad que debiera ser símbolo de la paz: Jerusalén; donde están sagrados lugares: el Muro de los Lamentos, el Santo Sepulcro y las mezquitas de Al-Aqsa y de Omar, para los que según el papa Wojtyla “reconocen a Abraham como padre en la fe: judíos, cristianos y musulmanes”.

El suizo Erasmo de Roterdam (1466-1530) escribió: “La guerra es dulce para los inexpertos”; el alemán Carl von Clausewitz (1780-1831): “La guerra es la continuación de la política por otros medios”; el general británico John F. Fuller (1878/1966): “El objetivo de la guerra no es asesinar y devastar, sino persuadir al enemigo de cambiar de idea”, y el general israelí Isaac Rabín –héroe de guerra, diplomático, dos veces primer ministro y Premio Nobel de la Paz– señaló: “Fui militar durante 27 años (…) La paz está ante todo en nuestras oraciones, pero también es la aspiración del pueblo judío(…) Ganamos todas las guerras pero no hemos ganado la paz”. El 4 de septiembre de 1995, mientras cumplía su segundo mandato, fue asesinado en una plaza de Tel Aviv por un joven perteneciente al movimiento sionista religioso de la derecha radical israelí.

No se avanza hacia la paz por medio de la guerra, como afirmó el presidente Trump. El 6 de julio de 2003, el diario The New York Times precisó: “La humanidad ha vivido en paz solo 268 de los últimos 3.400 años”. En el siglo XX murieron más de 110 millones de personas en más de 120 conflictos, y el país con mayor participación en ellos fue EE.UU. La Segunda Guerra Mundial (1939/45) se libró con un alto grado de violencia y las víctimas mortales se estiman en más de 50 millones. Fue un golpe devastador contra la civilización e introdujo una era de extremismo en el pensamiento y en la acción. Los alemanes, japoneses, soviéticos, británicos y estadounidenses barbarizaron el conflicto y se cometieron crímenes de guerra, como también ocurrió en Corea (1950/53) y Vietnam (1965/74). A instancias de EE.U.U., en 1947 se creó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y en 1948 la Organización de Estados Americanos (OEA), ambos aún vigentes, y su eficacia es muy discutida. La guerra en el siglo XX no fue ajena en Latinoamérica: 1932/35 (Colombia-Perú); 1941/42 (Ecuador/Perú); 1960/96 (civil en Guatemala); 1965 (invasión de EE.UU. a la República Dominicana); 1969 (del fútbol, El Salvador/Honduras); 1980/92 (civil de El Salvador); 1982 (Malvinas); 1983 (invasión de EE.UU. a Granada); 1989/90 (invasión de EE.UU. a Panamá) y 1995 (del Cenepa, Ecuador/Perú).

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Estudié los conflictos de siglo XX. En 1970, como observador militar en una fuerza de paz destinado en Israel, presencié de cerca acciones bélicas en el Sinaí y en el Canal de Suez (entonces frontera con Egipto). Conozco varios países del Oriente Medio; combatí en la Guerra de Malvinas (1982) y en la década de los 90 aprecié sus efectos en los Balcanes. Estoy convencido de que la guerra no es una obra de Dios, sino un renunciamiento a las escasas pretensiones de la humanidad. ¿Quién podrá reemplazar la vida de inocentes civiles y soldados caídos para siempre y compensar el dolor de sus seres queridos? La ordenan los políticos y la justifican sus adherentes por inconfesables razones, muchas de ellas bastardas, no exentas de causas económicas, ideológicas, religiosas, de ambición personal y de odio. Con sarcasmo invocan la paz; mienten y la primera víctima de la guerra es la verdad. Parecería que hoy –salvo alguna excepción– no existen líderes, porque han sido reemplazados por “dirigentes” incapaces de privilegiar el indispensable diálogo negociador. Actualmente lo vemos en los Balcanes: Rusia y Ucrania, en Oriente Medio: Israel e Irán, y en el ancestral y perverso conflicto en la Franja de Gaza, en el que “mercenarios de EE.UU., que custodian centros de distribución de ayuda, están utilizando balas reales y granadas aturdidoras contra palestinos hambrientos que se agolpan en busca de comida” (The Associated Press, Clarín, 4 de julio de 2025). Entre otros países, es destacable la prudencia de China.

Escuché sólidos comentarios de Juan G. Tokatlian y de la influyente corresponsal de conflictos armados Karen Marón; también de los que se inclinaron abiertamente por uno de los bandos. Respeto todas las opiniones, pero parecería que para varios “dirigentes”, entre ellos Benjamin Netanyahu, Alí Jomenei y Donald Trump, todas las víctimas son invisibles. Me sorprendió un exfuncionario argentino que aseguró tener información directa de Washington, e incursionó en temas de alta política internacional, estrategia militar, empleo de la fuerza aérea y naval estadounidense, adelantos tecnológicos como los bombarderos fantasmas B-12 y la denominada Operación Martillo de Medianoche. Otros mencionaron la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, y empleo de armas de destrucción masiva: químicas, biológicas y nucleares. Aprecio que ello es muy poco probable. Solo en una oportunidad, hace 80 años –el 6 y el 9 de agosto de 1945–, ante un Japón vencido, EE.UU. empleó dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que originaron más de 300 mil muertos. Hace años, el general francés André Beaufre (1902/1975) al respecto dijo: “El arma nuclear y todos los medios de destrucción masiva otorgan al hombre un poder exorbitante que limitará cada vez más sus viejos instintos sangrientos”. A eso se le llama el arma absoluta, que aprecio que también arroja el miedo absoluto, y a la desmesura se opondrá la mesura, pues el placer de vivir nace en cada instante de la posibilidad permanente de la destrucción. Por sobre la guerra está la paz, nuestra única conquista.

*Exjefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas. Exembajador en Colombia y Costa Rica.