El diablo anda entre mujeres / así me enseñó mi abuela / y no estaba equivocada / porque ya son dos carteles / que se pierden por mujeres / por unos ojos bonitos / ahí nomás miren al Chapo / que ahora le salió la Kate / La Castillo es muy bonita / razón le doy a Guzmán / por mirarse en esos ojos / lo vinieron a atrapar / le rastrearon los mensajes / traía un chip su celular / que lograron ubicarlo / y así la perdió Guzmán.
El affaire entre Joaquín “el Chapo” Guzmán y la actriz Kate del Castillo, que facilitó días atrás la recaptura del jefe del cartel de Sinaloa, ya tiene su narcocorrido. La canción se titula Con tetas sí hay paraíso y fue escrita por el compositor mexicano Rafael Medrano, también conocido como el Halcón de Durango. Sus productores esperan que el nuevo hit se convierta en un éxito popular en países como México, Colombia y, sobre todo, los Estados Unidos. Allí, el mercado es especialmente propicio para que las loas a los capos narcos se transformen en un negocio millonario.
El boom de los narcocorridos –un género musical de ritmo tipo polca, con origen en la frontera norte de México, cuyas letras tratan sobre las aventuras y desventuras de narcotraficantes que suelen encargar y financiar esas canciones laudatorias– forma parte de un extendido fenómeno en la industria del espectáculo y el entretenimiento: el furor por películas, series y novelas de TV, libros, bandas musicales, videojuegos y hasta marcas de ropa que banalizan y glorifican las experiencias vitales de los grandes señores de la droga, desdibujando su real condición de criminales y asesinos.
Los detalles sobre la reciente caída de Guzmán y sus insólitos contactos previos con personajes del planeta Hollywood para filmar una película autobiográfica pusieron como nunca antes el debate sobre la mesa. Pero el problema de la propaganda narco en los medios masivos de comunicación no es una novedad. Comenzó en Colombia, donde la telenovela Sin senos no hay paraíso fue pionera en el rubro. Luego le siguieron otras como El cartel de los sapos, Las muñecas de la mafia o Escobar, el patrón del mal, la más exitosa a nivel regional. En México, el fenómeno televisivo creció de la mano de La reina del sur –protagonizada por Kate del Castillo– y El señor de los cielos. El summum del género se alcanzó el año pasado con el estreno de la taquillera Narcos, de factura estadounidense y transmitida por Netflix.
Celebridades. “La industria cultural hace un gran negocio con la imagen de los líderes narcos: los muestra como figuras que encarnan la rebeldía de los pobres y la llegada del pueblo al poder –señaló a PERFIL el crítico de televisión colombiano Omar Rincón, director de la carrera de Periodismo de la Universidad de los Andes y experto en comunicación audiovisual–. Es capitalismo puro: hombres hechos desde la nada. Al mismo tiempo, los ‘malos’ ya no quieren sólo dinero y lujos: ahora quieren ser celebrities. Hoy, el ‘ser’ está en el espectáculo”.
El boom en la industria del entretenimiento es, al mismo tiempo, parte y velo del flagelo del narcotráfico. La difusión banal de las andanzas de los jefes narcos no repara sobre el hecho de que los carteles son responsables de miles de asesinatos, desapariciones y desplazamientos. Según el Instituto de Estadística de México, entre 2007 y 2014 murieron 164 mil civiles en la “guerra contra el narcotráfico” iniciada por Felipe Calderón y continuada por su sucesor Enrique Peña Nieto. La escalofriante cifra supera el saldo de muertos en Irak y Afganistán en el mismo período.
En México, el grito sordo de las víctimas es lo único que pone las cosas en su lugar. “Nuestros niños sueñan con ser capos, con cargar un arma –dijo a este diario una integrante de la organización “Te Buscaré hasta Encontrarte”, que pidió no ser identificada por temor a represalias–. Sin oportunidades y con autoridades corruptas, ven a los cárteles como la vía de acceso al éxito, el dinero, las mujeres. Eso es lo que muestra la TV. En los pueblos mexicanos, la vida misma transcurre a través de Televisa. Pero las telenovelas no muestran que, para los narcos, todos somos deshechables. La realidad es que nos están matando”.