Donald Trump prometió poner patas para arriba el orden económico internacional. Su agresiva retórica de campaña contra China y México presumen un auge del proteccionismo y hasta el estallido de una guerra comercial. Sus obsesiones son crear empleos en la industria manufacturera, disminuir el déficit comercial y un mayor crecimiento de la economía. Pero ¿cumplirá el flamante presidente sus promesas? Y, si lo hace, ¿cuáles serán las repercusiones en el resto del mundo?
En el frente interno, el magnate prometió imponer aranceles a las empresas que trasladen sus fábricas al extranjero. Antes de asumir, amenazó a Ford, General Motors, Toyota, Mercedes-Benz y BMW con tarifas del 35% si mudaban sus plantas a México. Mientras las dos primeras cancelaron su inversión en el país vecino, Toyota se rehusó y fue respaldada por el gobierno de Japón.
Otro de sus proyectos insignia es un megaplan de obras públicas de un billón de dólares, que generaría miles de empleos y remodelaría la infraestructura del país. Para cumplirlo, necesitará financiamiento, lo que disparó la apreciación del dolar, en particular frente al peso mexicano. La inevitable consecuencia –no deseada por Trump– será una mayor inmigración de mexicanos a Estados Unidos.
“Volver a ‘poner a Estados Unidos en el primer lugar’ implícita o explícitamente supone una política de fuerza que deteriorará el ambiente internacional”, opinó en diálogo con PERFIL Roberto Bouzas, rector de la Universidad de San Andrés.
El proteccionismo que predica Trump también podría generar represalias de Beijing, la segunda economía mundial y el mayor tenedor de bonos del Tesoro norteamericano. Histórico impulsor de la política de puertas abiertas, Washington ahora adoptaría una postura diametralmente opuesta, en momentos en que el presidente Xi Jinping defiende el libre comercio en el Foro de Davos.
Frenos y contrapesos. Una de las esperanzas de sus detractores es que la Corte Suprema y el Capitolio bloqueen sus proyectos más radicales. “El Congreso puede ser un obstáculo en algunos temas, pero no debe olvidarse que muchas de las iniciativas que propuso Trump (como denunciar y retirarse del Nafta) no requieren de autorización legislativa. En casos como las reformas impositivas, la mayoría republicana probablemente lo acompañe”, afirmó Bouzas.
En The Washington Post, el ex secretario del Tesoro Lawrence Summers cuestionó el plan económico del republicano y aventuró: “Prepárense para lo peor”. Ese escepticismo fue compartido por Bouzas: “No hay nada en los antecedentes de Trump que sugiera que hay un abismo entre sus palabras y sus acciones. Por lo tanto, conviene abrocharse los cinturones”.