INTERNACIONAL
La era digital y la política en crisis

¿Qué fue lo que causó la ola global del populismo? Fue internet, estúpido

El ascenso del populismo global ha sido explicado por múltiples causas: desigualdad, racismo, fallas políticas, liderazgo o resentimiento cultural. Sin embargo, tras casi una década de reflexión, el autor concluye que el factor decisivo es el impacto de internet y las redes sociales, que reemplazaron a los mediadores tradicionales y convirtieron el sensacionalismo y la conspiración en motores de la política actual.

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Desde 2016, cuando Gran Bretaña votó por el Brexit y Trump fue elegido presidente, científicos sociales, periodistas, comentaristas y casi todo el el mundo han tratado de explicar el ascenso del populismo global. Existe una lista típica de causas:

1. La desigualdad económica derivada de la globalización y las políticas neoliberales.

2. Racismo, nativismo y fanatismo religioso de poblaciones que han perdido estatus.

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3. Cambios sociológicos amplios que han ordenado a las personas por educación y lugar de residencia, y el resentimiento ante el dominio de las élites y los expertos.

4. Los talentos especiales de demagogos individuales como Donald Trump.

5. El fracaso de los partidos políticos tradicionales para entregar crecimiento, empleos, seguridad e infraestructura.

6. Antipatía o rechazo hacia la agenda cultural de la izquierda progresista.

7. Fallas en el liderazgo de la izquierda progresista.

8. La naturaleza humana y nuestra propensión hacia la violencia, el odio y la exclusión.

9. Las redes sociales e internet.

Yo mismo he contribuido en esa literatura y, como muchos, marcaba la causa número 9, las redes sociales e internet, como uno de los factores. Sin embargo, tras reflexionar durante casi una década, llegué a la conclusión de que la tecnología en general, e internet en particular, se destacan como las explicaciones más relevantes de por qué el populismo global ha surgido en este período histórico, y por qué ha adoptado la forma particular que tiene.

He llegado a esta conclusión por un proceso de eliminación. Está claro que las nueve causas anteriores han tenido algún rol en el ascenso del populismo global. Pero el populismo es un fenómeno multifacético donde ciertos factores causales son más potentes para explicar sus aspectos particulares, o por qué el populismo se manifiesta con mayor fuerza en ciertos países que en otros.

Por ejemplo, aunque los resentimientos raciales juegan un papel importante en Estados Unidos, no lo hacen en Polonia, que es uno de los países más étnicamente homogéneos del mundo. Y sin embargo, el partido populista Ley y Justicia estuvo en el poder allí durante ocho años.

Veamos las debilidades de las explicaciones del 1 al 8:

La causa 1, la creciente disparidad económica, fue ciertamente un motor poderoso para que los votantes de clase trabajadora se inclinaran hacia partidos populistas. Pero alrededor de la mitad de los estadounidenses votaron por Trump cuando el empleo y el crecimiento eran relativamente buenos, no en medio de una depresión como la de 1933.

Aunque los estímulos económicos por inflación empujaron a muchos estadounidenses a votar por Trump en 2024, la inflación era más alta y persistente en los años 70.

La causa 2, la idea de que el populismo se debe a una reacción nativista entre los blancos, es plausible. Pero incluso en Estados Unidos, grupos no blancos como afroamericanos, hispanos y asiáticos votaron por Trump en 2020 y 2024. Trump logró lo que una vez hicieron los demócratas: armar una coalición de clase trabajadora multirracial.

La causa 3, el ordenamiento social por educación y localización (ciudad vs. rural), se ve en muchos países, pero ese “ordenamiento” parece ser más efecto que causa.

La causa 4, el talento especial de Trump, es innegable, pero el hecho de que un movimiento como MAGA haya tomado casi completamente uno de los grandes partidos de EE.UU. no ocurre solo por el carisma de un hombre: hubo condiciones estructurales que lo permitieron.

La causa 5, el fracaso de los políticos tradicionales para resolver problemas reales de gobernanza, es importante, pero esos fallos han estado presentes desde hace mucho tiempo.

Las causas 6 y 7 (rechazo hacia temas culturales asociados a la izquierda y liderazgo deficiente) están relacionadas, pero esos temas culturales no son nuevos: feminismo, políticas identitarias y disfunciones sociales existen desde décadas atrás.

La causa 8, la naturaleza humana, plantea el problema de “¿por qué ahora?”. Si la naturaleza humana es constante, no explica por sí sola por qué el populismo ha estallado justo en este momento histórico.

Cualquier explicación satisfactoria debe responder a la pregunta del “momento”: ¿por qué el populismo ha surgido de forma tan extensa durante esta segunda década del siglo XXI? Las condiciones sociales y económicas en EE.UU. y Europa han sido, objetivamente, bastante buenas en la última década. Sí, hubo crisis financieras, guerras, inflación y desigualdad creciente, pero esas mismas condiciones ocurrieron en el siglo XX en formas mucho más extremas. Entonces, ¿cómo explicar un movimiento político basado en afirmaciones tan alejadas de la realidad?

En un artículo reciente, escribí que el movimiento populista actual difiere de manifestaciones previas de la derecha porque ya no está definido por una ideología económica o política clara, sino por el pensamiento conspirativo. La esencia del populismo contemporáneo es creer que la evidencia de la realidad es falsa y está siendo manipulada por élites sombrías. Las teorías de conspiración han estado presentes siempre, pero hoy son extraordinariamente inverosímiles. En este momento, las personas no solo disputan valores o políticas, sino incluso hechos básicos: quién ganó unas elecciones, si las vacunas son seguras, etc.

Esto me lleva a pensar que la causa 9, el surgimiento de internet y las redes sociales, es la que se eleva sobre las demás como la explicación principal de nuestros problemas actuales. En términos generales, internet eliminó los intermediarios tradicionales (medios, editoriales, periódicos, redes de radio y televisión, etc.) por los cuales la información fluía en tiempos anteriores.

Antes, la “verdad” era imperfectamente certificada por instituciones –medios con estándares, revistas científicas, universidades– pero con el advenimiento de internet, el estándar de verdad comenzó a gravitar en torno a la cantidad de “me gusta” o “compartidos” que un post recibía. Las grandes plataformas tecnológicas, persiguiendo sus propios intereses comerciales, crearon un ecosistema que recompensa el sensacionalismo y el contenido

disruptivo. Sus algoritmos, actuando en interés del lucro, guían a las personas hacia fuentes que antes no hubieran sido tomadas en serio. Además, la velocidad con que memes y contenido de baja calidad pueden viajar aumentó dramáticamente, así como el alcance de cualquier pieza de información.

Mientras antes un periódico importante podía alcanzar un millón de lectores en un área geográfica, hoy un influencer individual puede llegar a cientos de millones sin importar fronteras. Y, como explica Renee DiResta en su libro Invisible Rulers, hay una dinámica interna en las plataformas que premia la radicalización y el extremismo: los creadores de contenido buscan la atención, y no se obtiene atención siendo sobrio, analítico o reflexivo.

Nada ilustra mejor el rol central de internet que la propagación del movimiento antivacunas, y la eventual propuesta de nombrar a Robert F. Kennedy Jr. como secretario de Salud de Trump. Las afirmaciones de Kennedy sobre los peligros de las vacunas no solo son falsas, sino activamente peligrosas, pues convencen a padres de no dar vacunas a sus hijos. Internet facilitó lo que se convirtió en una red vasta de escépticos vacunales.

No hay estudio empírico que pueda competir con el deseo de muchas personas de creer en fuerzas malignas que operan en la sociedad, y encuentran abundantes confirmaciones de sus creencias en línea. DiResta da un ejemplo: una influencer de yoga recomendaba a sus seguidores buscar en QAnon, y el algoritmo de una plataforma detectó esa conexión y empezó a sugerir contenido conspirativo a otros aficionados al yoga. Eso es lo que hacen los algoritmos: no entienden contexto ni significado, solo buscan maximizar la atención.

Hay otro tipo de contenido que explica el carácter particular de nuestra política hoy: los videojuegos. En un caso, un joven radicalizado en internet que jugaba videojuegos habría usado memes de ese mundo al disparar ciertas armas. También muchos participantes del 6 de enero en EE.UU. habían “tomado la pastilla roja” y veían conspiraciones del orden establecido para robar elecciones. El mundo del videojuego es enorme, con ingresos globales estimados entre 280 y 300 mil millones de dólares.

Internet puede explicar tanto el momento del auge del populismo como el carácter conspirativo que ha adoptado. En la política de hoy, los polos opuestos no solo disputan valores o políticas, sino espacios informativos distintos: cada lado parte de premisas factuales diferentes.

Nada de esto significa que las causas 1 a 8 no importen. Pero, a mi juicio, es únicamente el advenimiento de internet lo que puede explicar cómo podemos estar hoy en una lucha existencial por la democracia liberal en un momento histórico en el que la democracia liberal nunca había sido tan exitosa.

*Profesor en la Universidad de Stanford. Su libro más reciente es El liberalismo y sus desencantados.

Artículo publicado en www.persuasion.comunity