El reloj corría para el Chapo. Su caminar nervioso por la celda denotaba la adrenalina que corría por sus venas, segundos antes de fugarse de la prisión de máxima seguridad de El Altiplano. También revelaba su prisa por huir del largo brazo de la ley de los Estados Unidos. Tan sólo 17 días atrás, una nota diplomática del Departamento de Estado había reclamado a México su extradición. Intuyendo de antemano cuál sería su suerte, Joaquín Guzmán Loera no dudó demasiado: caminó hacia la ducha y se evaporó de la celda, adentrándose en el túnel de 1.500 metros que lo erigiría en el Houdini del siglo XXI. El jefe narco esquivó así su máximo fantasma: pasar el resto de sus días recluido en el país del norte.
Su escape fue “oportuno”. El Departamento de Justicia norteamericano quería sentarlo ante sus tribunales, en los que tiene siete causas abiertas por lavado de dinero, tráfico de estupefacientes, asesinatos y secuestros, entre otros crímenes. “El Chapo sólo le teme a dos cosas: la muerte y la extradición a Estados Unidos”, afirmó a PERFIL Mauricio Suárez, director del portal de noticias Lo Político.
La disputa legal por la custodia de Guzmán se remonta a 2014, cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto desestimó extraditarlo. Por ese entonces, el presidente quiso demostrar la fortaleza del Estado mexicano, quien, un año y medio después, sería doblegado por el cartel de Sinaloa. Al regresar de una gira por Francia, el mandatario dijo ayer que confía en recapturar al narcotraficante. “Esto ha sido un agravio para la sociedad mexicana”, admitió Peña Nieto.
La cinematográfica fuga dejó en ridículo al líder del PRI. “Las repercusiones políticas para Peña Nieto son poco importantes. Lo trascendente es el poder acumulado por el crimen organizado en México. No hay precedentes en el mundo y plantea una amenaza a las instituciones y a la sociedad que puede repercutir en una de las zonas más vulnerables de Estados Unidos: su frontera sur”, confió a este diario Sergio Aguayo, investigador del Colegio de México (Colmex).
Ahora, el gobierno azteca habría cambiado su opinión y enviaría al país vecino a Guzmán. Así lo informó ayer la presidenta de la Comisión Bicameral de Seguridad Nacional, Adriana González: “Ese proceso está iniciado y continuaría en caso de ser recapturado este delincuente”.
Al igual que Pablo Escobar y “los extraditables” del cartel de Medellín, Guzmán teme acabar en una cárcel norteamericana, donde las condiciones de detención son más estrictas y las posibilidades de fuga más exiguas. “Estar en custodia norteamericana implicaría probablemente una muy larga sentencia en una prisión de máxima seguridad. No conozco la psicología de Guzmán, pero eso es algo de temer”, afirmó John Bailey, director del Proyecto México de la Universidad de Georgetown.
Por estas horas, el criminal más buscado ahuyenta los fantasmas de la extradición desde su cuenta de Twitter y proclama: “No hay jaula para este chapo tan grande”.
Cacería. El gobierno busca por cielo y tierra al jefe narco. Para eso, cuenta con la colaboración de la DEA y el FBI, que en 2014 proporcionaron la información que permitió capturarlo en un hotel de Mazatlán.
Mientras, la Justicia mexicana apunta contra el director de obras de la cárcel, Francisco Layseca, quien habría colaborado en la fuga del “señor de los túneles”.