Los talibanes advirtieron ayer a Estados Unidos que no debe “desestabilizar” al nuevo régimen de Afganistán, en su primer cara a cara en Doha tras la retirada estadounidense.
La reunión se llevó a cabo al día siguiente de un atentado suicida reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI) en el norte de Afganistán que dejó más de 60 muertos, el más devastador desde la partida de las tropas de Estados Unidos, el 30 de agosto.
“Les hemos dicho claramente que intentar desestabilizar al gobierno de Afganistán no es bueno para nadie”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores talibán, Amir Khan Muttaqi, a la agencia estatal afgana Bakhar. “Unas buenas relaciones con Afganistán son buenas para todos. Nada se debe hacer para debilitar al gobierno actual de Afganistán, que puede liderar la búsqueda de soluciones a los problemas de su gente”, añadió.
Estados Unidos no comentó estas declaraciones del ministro talibán, tras el primero de dos días de reuniones.
La delegación estadounidense estuvo encabezada por el representante especial adjunto para la Reconciliación de Afganistán, Tom West, y por Sarah Charles, principal funcionaria humanitaria de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).
“Presionaremos a los talibanes para que respeten los derechos de todos los afganos, incluidas las mujeres y las niñas, y para que formen un gobierno inclusivo con un amplio apoyo”, dijo el viernes un portavoz del Departamento de Estado al anunciar la reunión.
El regreso al poder de los talibanes a mediados de agosto coincidió con la caótica retirada estadounidense, a finales de ese mes, tras veinte años de ocupación. La reunión en Doha no significa en ningún caso que Estados Unidos reconozca al régimen talibán en Afganistán, insistió el Departamento de Estado.
Los talibanes buscan el reconocimiento internacional, y ayuda exterior para evitar un desastre humanitario y aliviar la crisis económica de Afganistán.
Entierro en Kunduz. También ayer, un gran cementerio de Kunduz, en el norte de Afganistán, acogió los funerales de las víctimas del atentado de EI contra una mezquita chiita de esa ciudad durante la oración del mediodía de los viernes y que dejó al menos 60 fallecidos.
Un sepulturero reveló que se habían cavado 62 tumbas tras el atentado, cuyo saldo final podría rozar el centenar de muertos.
Según el grupo yihadista, el atacante suicida era conocido como “Mohamed el uigur”, dando a entender que formaba parte de la minoría musulmana china, algunos de cuyos miembros se unieron a EI. Los talibanes, que gobiernan en todo el país, se comprometieron a proteger a todas las comunidades, pero los chiitas de Kunduz han quedado traumatizados por el atentado.
La comunidad chiita del país (entre el 10 y el 20% de la población) suele ser blanco de ataques de grupos armados sunitas, que los consideran “herejes”.
Un día después de la matanza, los padres de un joven de 17 años, Milad Husain, asistieron al entierro de su hijo, sin poder contener las lágrimas. Su tío, Zemarai Mubarak Zada, aseguró que su sobrino quería ser médico, como él. “Era un joven tranquilo, hablaba poco”, confió su tío. Quería ir a la universidad, casarse. Estamos destrozados”. Después de una oración, los sepultureros enterraron el féretro, ante la mirada atenta de sus familiares, afligidos. Una escena que se repitió decenas de veces ayer en este cementerio con vistas a Kunduz.
“Aterrador”. Las imágenes del lugar del atentado del viernes mostraban los escombros esparcidos por el interior de la mezquita, cuyas ventanas quedaron reventadas por la explosión. En otras tomas, se veía a varios hombres llevando un cuerpo envuelto en una sábana, ensangrentada, hacia una ambulancia.
“Fue un incidente muy aterrador”, subrayó una profesora de Kunduz que vive cerca de la mezquita. “Muchos de nuestros vecinos resultaron muertos o heridos. Un joven de 16 años perdió la vida y no han podido encontrar la mitad de su cuerpo”, agregó.
Michael Kugelman, experto en el sureste asiático en el gabinete Woodrow Wilson International Center for Scholars, dijo que a los talibanes les costará consolidar su poder si no abordan el tema del terrorismo y la creciente crisis económica en el país. “Si los talibanes, como es probable, no son capaces de abordar estas preocupaciones, tendrán dificultades para ganar legitimidad interna, y podríamos asistir a la aparición de una nueva resistencia armada”, advirtió.