El abismo que se abrió frente a los pies de Silvio Berlusconi parece no tener fin. Quien supo ser el intocable de la política italiana cayó, por primera vez en su vida, en desgracia, tras ser expulsado esta semana del Senado italiano y perder la inmunidad judicial. Ahora, la Justicia, envalentonada y sin ataduras, lanzó sus filosas estocadas contra Il Cavaliere.
A la sentencia firme en el caso Mediaset, se le sumaron ayer dos graves acusaciones de los tribunales de Milán: Berlusconi “fue el consumidor final de prostitutas” en las célebres fiestas “bunga bunga” y sus abogados habrían sobornado a los testigos del caso Ruby, entorpeciendo la investigación judicial.
Según el expendiente judicial, Berlusconi habría encabezado una trama de prostitución de mujeres, en la que la ex consejera regional Nicole Minetti era “la intermediaria para el pago a las jóvenes que se prostituían”. El tribunal sostiene que Il Cavaliere financiaba los alquileres de los departamentos donde vivían las mujeres.
En tanto, en otra causa conexa, la corte acusó ayer al ex premier y sus abogados de alterar pruebas al sobornar a testigos. Citando declaraciones y escuchas telefónicas, la Justicia de Milán sostuvo que Berlusconi convocó a una decena de jóvenes a una reunión con sus abogados en su mansión de Milán en enero de 2011, después de que la policía allanó sus domicilios por el escándalo de las fiestas “bunga bunga”.
Allí, habrían acordado una coima mensual para negar ante la Justicia que habían tenido sexo en los encuentros. “El pago de 2.500 euros por mes a personas que deben testimoniar en un proceso en el cual el que paga es acusado de un ilícito representa una alteración de pruebas”, sostuvo ayer el tribunal.
El dueño del Milan y de las tres principales cadenas de televisión no la tiene fácil. Al caso de fraude fiscal Mediaset, por el que debe cumplir un año de prisión domiciliaria o hacer trabajos sociales, se le suma la investigación por prostitución de menores y abuso de autoridad –en el que ya fue condenado a siete años de prisión pero apeló la sentencia–, la compra de testigos en la causa conexa y el presunto soborno del senador Sergio De Gregorio en 2006 para hacer caer al gobierno de Romano Prodi.
Pese a las causas que penden sobre él como verdaderas espadas de Damocles, el millonario empresario aún lucha por no desaparecer de la arena política, que hasta el miércoles garantizó su impunidad. No podrá ocupar cargos electivos por los próximos seis años –hasta que tenga 83–, pero igualmente los berlusconianos sueñan con su regreso triunfal.
Para eso, una alternativa que evalúan en su entorno es buscar un lugar en el Parlamento Europeo. El ex premier no podrá candidatearse en Italia, pero sí podría hacerlo representando en Estrasburgo a otro país, donde tenga residencia legal.
Mientras evalúa esa alternativa, Berlusconi descansa en su mansión de Villa de Arcore, en Milán, y concentra sus fuerzas en relanzar Forza Italia, la agrupación política que abandonó esta semana el gobierno de Enrico Letta. La idea de Il Cavaliere es entregar la conducción del partido a un comité de no más de treinta personas, vinculadas a su riñón más íntimo. En las últimas horas, sus legisladores se reunieron con el presidente de la república, Giorgio Napolitano, a quien pidieron la renuncia del actual premier y la convocatoria a nuevas elecciones.
Sin embargo, nada de eso sucederá. Letta se presentará en el Parlamento y se someterá a una votación para ser ratificado en su cargo, luego de la salida de los berlusconianos de su coalición. Si la supera –lo que se descuenta–, continuará en el poder.
Más allá de sus aspiraciones políticas, el temor más grande de Berlusconi es sufrir el mismo destino que Benedetto Craxi, su padrino político. El ex premier socialista gobernó entre 1983 y 1987 y fue sentenciado por la Justicia en el Mani Pulite, el megacaso de corrupción que sacudió a la política italiana. Il Cavaliere teme que un fiscal ansioso por notoriedad se vista de Antonio Di Pietro y pida su detención preventiva. Craxi eludió la ley huyendo a Túnez.
Hoy por hoy, esa opción está, por primera vez, en la mesa de Berlusconi.