Hace un mes, los tenebrosos años 70 reaparecieron entre nosotros con la aún inexplicable desaparición de Jorge López, testigo clave en el juicio del ex represor Miguel Etchecolatz. Al mismo tiempo, en Sudáfrica, la historia del temible régimen apartheid también regresaba: pero no como amenaza, sino como alivio. Adriaan Vlok, ex ministro de Justicia y Seguridad del apartheid, se presentó voluntariamente ante la Justicia y confesó que hace 20 años él dio la orden de envenenar al actual director general de la presidencia de la Nación, el reverendo Frank Chikane. Chikane sobrevivió milagrosamente, y ahora su verdugo apareció en una iglesia y le lavó los pies en señal de arrepentimiento.
El caso se inscribe en el inédito proceso de Verdad y Reconciliación que impulsó el ex presidente Nelson Mandela, por el cual 8 mil represores admitieron sus crímenes y 22 mil víctimas declararon frente la Truth and Reconciliation Commission (TRC), la Comisión de Verdad y Reconciliación presidida por el arzobispo Desmond Tutu.
“Escuchar las confesiones y verlas por televisión fue algo muy doloroso, pero a la vez sanador,” nos explicó Alex Boraine, ex vicepresidente y mentor intelectual de la Comisión, durante un reciente viaje que hicimos a ese país las diputadas Elsa Quiroz, Elisa Carrió y yo.
¿Es posible reconciliar a una sociedad donde el 90% de la población, por tener la piel de color oscuro, padeció 300 años de colonialismo europeo, desvalorización cultural, esclavitud, opresión racial y económica, supresión de derechos y persecución de un régimen filo-nazi que duró medio siglo, hasta las elecciones libres de 1994? Nuestra anfitriona, la ministra de Relaciones Exteriores Nkosazana Dlamini Zuma, nos explicó durante un desayuno: “Cuando asumimos, la gente temía que hubiera una guerra civil, pero nosotros encaramos un gobierno de unidad nacional, donde la reconciliación y la construcción de una nueva nación fueron el objetivo central”.
Sudáfrica nos dejó algunas reflexiones. Es indudable que allá el proceso de reconciliación social fue posible gracias al liderazgo integrador, valiente y generoso de Nelson Mandela, sus compañeros de lucha y el pueblo africano. Y por eso se vive un clima esperanzador. En Argentina estamos más avanzados en términos judiciales, pero fallamos en la actitud: seguimos divididos entre quienes hablan de reconciliación, pero en realidad buscan impunidad; y quienes usan la Justicia con ánimo de venganza. Los episodios violentos y amenazantes de las últimas semanas demuestran que si no sanamos nuestro pasado con más justicia, pero a la vez con más verdad, arrepentimiento y espíritu conciliador, correremos el riesgo de volver a repetirlo.
* Diputada de la Ciudad de Buenos Aires, bloque ARI.