Obama no resultó ser el ganador de la noche. Y se notó en su anuncio, en la sala de periodistas de la Casa Blanca. No aceptó preguntas y se lo notaba molesto. Todos saben que estos días se ha sentido entre la espada y la pared. El recambio votado hace un año en el Congreso esta vuelta le quitó la sonrisa.
“Buenas noches. Quiero anunciar que habido un acuerdo entre los líderes de ambos partidos (Republicanos y Demócratas), un programa que reducirá el déficit y evitará el default” dijo Obama en un tono serio.
El Presidente reconoció que la economía del país está frágil. En EEUU creen que las calificadoras no le bajarán el rating a los Bonos Federales, pero seguramente los tendrán “en observación”, esperando ver los planes de una futura comisión bipartidista que va a analizar las cuentas del presupuesto nacional.
“Más allá del acuerdo básico alcanzado, yo creo que hay que seguirles exigiendo a las corporaciones y a los ricos que paguen más impuestos justos” dijo el presidente norteamericano. “Este no es el acuerdo que yo prefería”, recalcó Obama.
Es que a la economía norteamericana le aplicaron un parche. Una solución parcial que le hace ganar tiempo a los republicanos, mientras siguen pensando cual será la próxima pulseada. Mientras tanto el presidente sigue afectado con una fuerte caída de imagen que no encuentra un piso claro.
Todo lo que Obama había ganado capturando al terrorista Osama Bin Laden, se perdió estos días de fuertes disputas. Su margen de aprobación presidencial apenas supera hoy el 40 % en términos generales, y es una mezcla entre un 72 % que aún le dan los Demócratas y un negativo 13 % que apenas le reconocen los Republicanos más amigables.
Aunque consultados ambos grupos sobre economía, una encuesta de Gallup y comentada en varios medios escritos y radiales ha sugerido que la gran mayoría, un 75 % de los norteamericanos, creen que las cosas van de mal en peor.
Pero para muchos analistas también los republicanos han salido perdiendo con toda esta situación de “rebeldía”. El público los ha visto como una “falange de politiqueros demasiado ligados al Tea Party”, movimiento al cual el votante medio asocia con políticas ultra conservadoras. Era tragicómico escuchar en la radio a los periodistas bien fanatizados, estar orgullosos y aplaudir verbalmente sus representantes republicanos que según ellos “de una vez por todas se alzaron para detener los planes del presidente”.
El mundo ha tomado nota que la situación es comprometida. Pero también hay un punto a tener en cuenta: Estados Unidos no quiso el default. Y se ve que políticamente nadie está muy interesado en usarlo como bandera política, ni aplaudirlo de pie. Eso sería el destierro.
(*) Especial para Perfil.com, desde Washington.