INTERNACIONAL
Elecciones en Rusia

Vladimir Putin, un duro KGB que ama los poodles

El presidente ruso saliente es conocido por rudo y por ejercer el poder con mano firme. Pero también tiene un lado tierno, rara vez visto, como cuando está con su poodle. Perfil de un líder que hace historia. Galería de fotos. Galería de fotos

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Desde la tapa de la revista más prestigiosa del planeta, Vladimir Putin mira a la cámara con los ojos más fríos y vacíos de la historia. Se deja ver de la única manera que quiere ser visto: intocable, gélido, distante,... ruso.  Es la última edición del 2007 de la revista Time  y la que lo consagra como el “hombre del año”, luego de casi una década al frente de un país al que logró reposicionar como potencia mundial. (Ver galería de fotos)
 
“Nadie nace con una mirada como la de Vladimir Putin”, escribe el periodista en el principio de la nota de tapa. “Es la mirada de un hombre que comprendió que el poder sólo se obtiene si se logra anular todas las necesidades ordinarias, pestañear entre ellas”.   Después de las elecciones de hoy, Putin dejará la presidencia de Rusia en manos de su protegido, Dimitri Medvedev, aunque para muchos seguirá siendo él quien ejerza el poder desde el cargo de primer ministro.  
 
Orígenes. Casi nada hacía pensar en 1952, el año en que nació, que Vladimir Putin tuviese la más remota chance de llegar a un cargo importante, y mucho menos, a la presidencia de su país. El único ancestro semi-ilustre de Putin había sido su abuelo paterno, quien durante varios años se desempeñó como chef personal tanto de Lenin como de Stalin.  
 
Nacido en un humilde hogar comunista en San Petersburgo, Vladimir fue el único sobreviviente de tres hermanos. Se recibió de abogado en la Universidad de Leningrado y al salir, fue reclutado por la KGB. En Dresden, en la Alemania comunista, trabajó durante varios años como agente encubierto en lo que él mismo describió como “un puesto menor” y, recién tras la caída del muro, volvió a Rusia.  
 
En San Petersburgo, trabajó de cerca con el entonces intendente de la ciudad, Anatoly Sobchak, quien lo llevó a ocupar varios puestos políticos, que le permitieron acceder a cargos importantes en Moscú y eventualmente a la presidencia del país en 1999.  
 
Logros. El reconocimiento de Time, tan controvertido como los que la misma revista le entregó a Stalin dos veces en la historia, fue también bastante merecido. Tras los sucesivos y estrepitosos fracasos de todos los gobiernos post-comunistas, Putin logró devolverle al país algo de la gloria perdida y, sobre todo, reposicionó a Rusia como un actor fundamental del siglo XXI. Con mano dura, pudo restablecer la estabilidad en el país, logro que le reconocen todos los expertos internacionales.  
 
¿El costo? Una democracia que es casi solamente formal, un nivel de corrupción que califica para el top ten mundial y la restricción de casi todas las libertades individuales, sobre todo la libertad de prensa (con casos internacionalmente resonantes como el del asesinato de la periodista Anna Politkovskaya).  
 
Instantes. Durante las casi 3 horas y media de diálogo que mantuvo con el periodista de Time, a Putin se le escapó solamente un signo de vulnerabilidad. Fue cuando recordó el momento en el que caminó junto al presidente estadounidense Bill Clinton en uno de sus primeros encuentros con los líderes de Occidente, provocando el aplauso de todos los asistentes. “Lo recordaré para siempre”, afirmó.  
 
Por excepcionalmente infrecuentes, los momentos de vulnerabilidad de Putin se convierten en tesoros coleccionables. Como lo es también una foto con su poodle, la mascota a la que adora pero con al que rara vez se lo ve porque el prefiere ser visto con su labrador, un perro más rudo. Pero es en esa rara foto con el poodle en la que el mandatario ruso deja su envestidura de zar para convertirse –por lo menos por un instante- en nada más que un simple mortal.