“Las mujeres son tontas”, la columna de opinión de la periodista Charlotte Allen que publicó el prestigioso diario Washington Post el domingo pasado, era una polémica garantizada. La reacción de los lectores, sin embargo, excedió al mejor de los pronósticos.
Fueron literalmente miles los comentarios que inundaron la página de internet del Post en rechazo del artículo. Fueron tantos que hasta motivaron un cambio de título (aunque no hubo modificaciones en el contenido de la nota).
Sin embargo, aunque más moderado, el segundo de los títulos tampoco dejó contentos a los lectores del diario, y muchísimo menos al público feminista, que se movilizó masivamente en blogs y sitios de internet para repudiar la nota.
Bajo el título “Gritamos, nos desvanecemos, ¿cuán tontas podemos ser?”, la columna de Allen empezaba criticando a las mujeres que se emocionan y desmayan en los actos políticos de Obama y luego pasaba a subestimar a las mujeres en general por “hablar solamente de ropa, sexo y relaciones”, por comprar best-sellers sentimentaloides y hasta por fanatizarse con la serie Grey´s Anatomy.
Hacia el final, la columna viraba hacia argumentos más racionales y citaba estudios científicos que supuestamente demuestran que los hombres son más inteligentes que las mujeres, tienen el cerebro más grande y hasta manejan mejor.
Por supuesto, la ola de comentarios no se hizo esperar. Miles de lectores criticaron al diario por publicar la columna y prometieron “no volver a leerlo y recomendar a amigos y colegas que tampoco lo hagan”. Pero sobre todo, cargaron las tintas contra Allen y la calificaron con casi todos los insultos posibles.
“La columna de Charlotte Allen es patética y la decisión del Washington Post de publicarla es no sólo ridícula, sino también odiosa”, escribió una lectora enfurecida.
“Este es el peor ejemplo de periodismo que leí en mi vida”, sostuvo otro, para después agregar que si gente como Allen estuviera en el poder la solución al conflicto entre géneros consistiría en “colgar a las mujeres”.
Algunos furiosos, otros con argumentos legítimos (como que los crímenes pasionales son muchísimo más frecuentes entre hombres que entre mujeres), la mayoría de los comentaristas del artículo despedazó a la periodista, a la columna y al diario.
El Post, sin embargo, ni se inmutó y decidió sacar ventaja del escándalo. Hoy, a las dos de la tarde (hora local), Charlotte Allen chatea con los lectores desde la página del diario.