Claudio Loser, exdirector del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, analizó el panorama financiero ante los próximos vencimientos de deuda. El economista destacó que la consolidación política del Gobierno en el Congreso abre un escenario más favorable, aunque remarcó que la baja del riesgo país dependerá de que las reformas que logre aprobar el oficialismo. “2026 no va a ser tan terrible”, aseguró en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).
Claudio Loser es contador y economista. Es egresado de la Universidad Nacional de Cuyo y doctorado en la Universidad de Chicago. Cuenta con una vasta trayectoria en entidades multilaterales, particularmente en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se incorporó al organismo en 1972, donde ocupó diversos cargos, incluyendo el de director del Departamento del Hemisferio Occidental entre 1994 y 2002, siendo el argentino que alcanzó la posición más alta dentro de la institución. Desde 2006 es el presidente de Centenal Latinoamérica, asociado con Centennial Group, empresas consultoras de proyección internacional y compuestas por exfuncionarios de alto nivel del FMI, el Banco Mundial y otros organismos.
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La idea de que la deuda externa argentina que vence en 2026 iba a ser cubierta con el crédito de varios bancos, entre ellos el J. P. Morgan, de casi 20.000 millones de dólares había traído tranquilidad. Luego fue reducido a 5.000. El presidente del J. P. Morgan dijo: “Es porque Argentina no lo necesita”. ¿Cómo ve usted la condición financiera de Argentina para la renovación, el pago y la salida a los mercados voluntarios de deuda, para despejar cualquier duda respecto de las posibilidades de no pago de los vencimientos de deuda y hacer que el riesgo país esté por debajo de los 500?
Claramente fue una sorpresa tanto el anuncio de los 20.000 millones, y después rápidamente que dijeron que por ahora no. Si hubieran conseguido este monto hubiera sido una cantidad muy buena para pasar el 2026 con tranquilidad. Pero creo que los bancos quieren ver qué pasa con la Argentina. Seguramente pidieron que los Estados Unidos garantizara de alguna manera este préstamo, y por supuesto el gobierno de los Estados Unidos dijo que no.
Habiendo dicho todo esto, creo que el año 2026 no va a ser tan terrible en ese sentido. Creo que, por un lado, la consolidación del poder por parte del Gobierno da mejores perspectivas, y los mercados, que están nerviosos no solo con la Argentina sino en general, van a poder responder bien porque va a continuar este aumento en la actividad económica, que es importante, aunque no creo que sea a ritmos extraordinarios. Por otro lado, pienso que la situación política y de economía política, con ajustes o con cambios estructurales que se seguirán haciendo, van a ayudar a que tanto los argentinos como inversores extranjeros empiecen a venir, no con 20.000 millones necesariamente, sino con cantidades menores.
Por el lado del Fondo pienso que no hay problema. El Fondo va a cumplir con esta etapa, aunque no se haya cumplido con la acumulación de reservas, pero el Fondo va a aprobar esta revisión. Por el otro lado, creo que de a poco van a poder obtener estos recursos para ir repagando la deuda. La parte de intereses de la deuda tendrá que estar dentro del presupuesto, con un presupuesto más o menos balanceado. Creo que no hay problema por el lado de los intereses, aunque sean muchos, pero evidentemente, para que siga bajando el riesgo país, no es acción de parte de los banqueros, sino que es la acción por el lado del Gobierno.
¿Y de qué depende? El riesgo país está en torno de los 600 puntos, como estaba en enero de este año, y Argentina tuvo que ir a pedirle al Fondo 15.000 millones de dólares en abril porque no podía salir a los mercados voluntarios. Existe la idea de que el anuncio de los 20.000 millones de dólares tenía por objetivo era hacer discurso preelectoral. Ahora, para bajar el riesgo país hace falta que haga reformas por consenso en el Congreso. ¿Qué haría falta? Parece que haga lo que haga en el presente nunca alcanza porque tiene un pasado muy malo, para ponerlo en términos concretos.
La primera cesación de pagos de deuda que se hizo en la Argentina fue en 1826, por lo que tenemos una historia larga. Yo sé que es un pie de página, pero la historia argentina es muy complicada. Por eso creo que los banqueros habrán hecho ruido. No puedo decir que fue totalmente de buena fe lo que hicieron, pero creo que fue menos en términos electorales de lo que se piensa, aunque no tengo información interna. Pero en este momento, yo lo que creo que se está esperando es que haya un Congreso que empiece a funcionar en apoyo. No es que quiera tomar partido, pero se busca que se empiecen a tomar ciertas acciones. Yo creo que eso se va a empezar a notar a principios de año, o el mes que viene, cuando ya empiece a funcionar el nuevo Congreso.
Externamente se está viendo con interés, pero todavía se considera que hay riesgo, que a lo mejor no se pasa la legislación necesaria. Eso es mi impresión. En general, los analistas tienen una visión positiva. Evidentemente, haber recibido 20.000 millones es una gran noticia, pero en este momento se está mirando en los mercados que pueda bajar esto y que entonces los mercados secundarios puedan entrar dinero. Puede ser una mezcla de análisis y de esperanza, tengo que decirlo.
Sos egresado de la Escuela de Chicago. La Universidad de Chicago fue la meca del nuevo discurso económico del mundo, calificado como neoliberalismo. Al mismo tiempo, la anterior escuela austríaca, a la que se refiere el Presidente, a veces tiene puntos de contacto con la Escuela de Chicago, pero los considera tímidos. ¿Cuál es su visión de lo que dejó la Escuela Económica de Chicago en la economía en los últimos 50 años? ¿Cuáles son los puntos de contacto o diferencias que usted encuentra entre la Escuela de Chicago y la escuela austríaca?
Entre la Escuela de Chicago y la escuela austríaca hay muchas más coincidencias que diferencias. Hay que entender que uno de los miembros importantes de la escuela austríaca, Ludwig von Mises, estuvo en la Universidad de Chicago. Yo soy un egresado de la generación de los Chicago Boys. Estudié allá en los 60 y obtuve mi doctorado allá en el 71. Era realmente la época de oro. La escuela de Chicago tenía un extremo, que era Milton Friedman, con el que tuve clase, hablando del monetarismo y de la necesidad de la cantidad de dinero. Pero había otra gente mucho más pragmática, fundamentalmente hablando del neoliberalismo, o de lo que sería el liberalismo inglés. Se trata de libertad de acción y apertura económica, especialmente hablando de América Latina. Mi tesis doctoral, que no es relevante para esto, era sobre la protección efectiva a la industria entre la Segunda Guerra Mundial y los fines de los 60. Y yo lo leo ahora y me hace acordar mucho cómo era la política hasta hace poco. En realidad, era todo muy pragmático. Es decir, seamos racionales, dejemos que los mercados operen a nivel micro con una muy limitada por parte del Estado, y eso quedó.
Por supuesto, después enseñé estas cosas teóricas, entré al Fondo, y en el Fondo, negociando con los países y metiendo la mano en la tierra con la realidad de lo que había que hacer trabajando con los países, uno toma una visión un poco más pragmática. Evidentemente, mi visión es que tiene que haber menos intervención hay por parte del Estado, salvo para corregir problemas como los monopolios, donde hay que intervenir para que no haya distorsiones. Eso es absolutamente crucial. Por supuesto, está el tema del apoyo del gobierno a ciertos sectores. Evidentemente, lo más importante es ayudar a la gente en términos educativos. Es crucial la ayuda a los sectores más pobres. Ahí el Estado tiene que intervenir, pero con una visión constructiva, porque no es solo un tema social, sino que es un tema económico de introducir al mercado a gente que por su pobreza no tiene acceso a la educación ni a a la salud. Así que hay mucho por hacer por parte del Estado, más allá de creer que los gobernantes saben todo y que pueden elegir industrias y todo eso.
Cuando yo estudié en la Universidad de Cuyo en Mendoza, había miembros de la escuela austríaca. Los muchachos y chicas de la Universidad de Chicago nos atacaban de comunistas porque usábamos matemáticas en vez de usar conceptos, y eso era totalmente incorrecto. Teníamos peleas muy generales. Lo cierto es que lo que se aprende más en la Universidad de Chicago es lo que diría economía positiva. Hay que ver cómo se solucionan problemas más que hablar de temas teóricos fundamentalistas que no ayudan a establecer políticas precisas.
¿Un presidente como Trump está aplicando algo contrario a lo de la Escuela de Chicago? De alguna manera está regresando sobre sus pasos al intervenir para desarrollar más fuertemente industria o recrear industrias en Estados Unidos.
Yo creo que absolutamente está en contra de lo que es la escuela de Chicago, incluso de la escuela keynesiana inteligente. Es proteccionista. Tengo que tener cuidado y no hablar demasiado mal de él, pero en términos de políticas económicas no tiene cuidado con la parte fiscal. La parte monetaria no la puede tocar, pero la parte fiscal es un problema muy serio, y no le presta atención. Y yo creo que tanto los demócratas como los republicanos están en la parte de intervención del Estado. Él está muy metido y dice, que hay que proteger a la industria nacional, pero más bien a los amigos. Realmente está equivocado en lo que hace porque la industria de los Estados Unidos está totalmente integrada al resto del mundo, y por querer proteger algunos sectores está desprotegiendo sectores que generan más empleo. En término de lo que yo llamaría un análisis económico racional, yo creo que está bastante lejos de eso.
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