En diálogo con Modo Fontevecchia (Radio Perfil FM 101.9 y Net TV), Daniel Divinsky, ex editor de Ediciones de La Flor, dio detalles acerca de la relación de Quino con su obra más importante: “Yo no diría que Quino terminó odiando a Mafalda” dijo y agregó: “Anotaba en una libretita frases que escuchaba de la gente”.
¿Qué significa crear un personaje como Mafalda? ¿Es algo que luego empieza a ser ella dueña del autor? ¿El autor puede ser dueña de ella? ¿Hay forma de alejarse si uno crea algo de ese tamaño?
Hay un momento en el que el autor se convierte en esclavo del personaje. Yo no diría que Quino terminó odiando a Mafalda, sería masoquista odiar a la gallina de los huevos de oro, cambió su fortuna. Pasó de ser un colaborador ocasional en los periódicos gráficos a tener una página semanal que implicaron la discusión inmensa del personaje que se tradujo poco después cuando Jorge Álvarez publicó el libro recopilando las tiras.
En esa época no era tan habitual, fue un precursor al publicar un libro con todas las tiras de Mafalda. De alguna manera eso había pasado con Patoruzú. Creo que lo que lo motivó en ese momento fue ver en cantidad de oficinas cómo la gente recortaba las tiras y las pegaban en sus ventanitas de atención al público o en sus escritorios.
En algún momento, Quino sintió que se estaba repitiendo. Su maestro decía que si sabías lo que iba a suceder, significaba que ya te estabas repitiendo. Cuando sintió eso, con total honestidad, dejó de hacerla. Rechazó todas las posibilidades así como Walt Disney, que en un momento se retiró de dibujar y le dio al equipo la posibilidad que continuar la obra. La existencia de Mafalda después de tantos años es casi milagrosa.
Me vino la definición de Umberto Eco sobre el autor y la obra, cuando Eco decía que para que una obra sea obra y un autor, autor, la obra tenía que trascenderlo. Si la obra envejecía con el autor, era una prolongación de su ego y ni la obra era obra ni él, el autor. Creo que Mafalda es uno de los casos paradigmáticos...
No recordaba esa frase. Si me acuerdo de lo que dijo Eco cuando le preguntaron sobre Mafalda y dijo: "No importa lo que yo piense de Mafalda sino lo que Mafalda piensa de mí".
El 15 de marzo de 1962 nace Mafalda, personaje de historieta creado por Quino
Guillermo Piro (GP): En algún momento, ¿vas a escribir tus memorias como editor?
Estoy escribiendo mis memorias como editor. Están semi escritas. Están desgrabadas y requieren un edit importante. Sería una decisión que quiero tomar mientras todavía me acuerde de las cosas que hice. Es algo que sigue pendiente. Me lo reclamó un amigo y editor colega, Juan Carlos Kreimer, a propósito de un artículo que apareció en el semanario digital de Infobae sobre libros, donde hice un vocación de Fontanarrosa, porque, cabe destacar que hoy se cumplen 15 años de la muerte del negro Fontanarrosa, amigo muy querido. Más amigo que editado.
GP: A mi juicio, tus memorias se tratan casi de una necesidad histórica, sociológica. Va a convertirse sin duda, en un elemento indispensable a la hora de hablar de la historia de la edición argentina.
Por ahora me he convertido en una especie de testigo en peligro, como aquella película famosa. Cada vez que hay algún aniversario como el otro día, en lo que hubiera sido el cumpleaños de Quino, o en los aniversarios de Rodolfo Walsh, siempre me han convocado para contar cosas y trato de no repetir porque tengo historias prolongadas con cada uno de ellos.
A 15 años de la muerte de Roberto Fontanarrosa: "Quiero verte otra vez"
GP: Fuiste el editor de El nombre de la rosa en Argentina...
Si. Antes que Eco fuera famoso por esa novela que lo hizo pasar de la frontera de los que leían los libros semiológicos, publiqué un cuento infantil de él, Los tres astronautas, que traduje yo mismo con un seudónimo en aquel momento. Conocí a Eco y lo traté bastante en la Feria de Frankfurt y lo recibí cuando vino a Buenos Aires.
Vino invitado por una entidad llamada los Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, para dar una charla en el Aula Magna del Colegio Nacional de Buenos Aires y lo fui a buscar porque venía del Caribe donde había estado haciendo una investigación de campo para su novela La isla del día después. Las señoras que lo tenían que recibir de esta organización, no llegaron porque el avión había cambiado de horario. Así que el único que estaba ahí buscándolo era yo y lo llevé al hotel. Habían pensado que lo habían secuestrado en el aeropuerto de Ezeiza.
Mencionaste los 15 años de Fontanarrosa coincidiendo con los 90 años de Quino. ¿Podrías comparar el carácter de uno u otro y las diferencias? ¿Cómo se puede ser genio de distinta forma?
Sí. Quino decía que les asombraba mucho en España la expresión "nada que ver". Quino era un humanista preocupado por cuestiones filosóficas, el destino de la Humanidad era el centro de sus preocupaciones. Fontanarrosa era mucho más terrenal. Estaba mucho más ligado a la vida cotidiana, tenía muchísima más calle que Quino.
Quino viajaba en transporte público y anotaba, en una libretita, frases que escuchaba de la gente. A él no le interesaba nada el fútbol, salvo en un Mundial en el que se tomó el trabajo de reproducir dibujos de los lugares en los que se suponía estaban ubicadas las cámaras en los estadios. Era un tema más bien de óptica que de fútbol.
En cambio, el Negro estaba pendiente absolutamente y me hizo a mí estar pendiente de Rosario Central, siendo que yo soy hincha de Boca, para tener el lunes el primer tema de conversación en nuestra habituales charlas telefónicas.
CB PAR