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MODO FONTEVECCHIA
El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 543: Cristina y el ocaso de los ídolos

Ante la posible detención de Cristina Kirchner, cabe preguntarse si su encarcelamiento implicaría un debilitamiento o un fortalecimiento de su figura.

Cristina Kirchner en Corrientes
Cristina Kirchner en Corrientes | Captura de video

En “El ocaso de los ídolos”, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche dijo: “Lo que no me mata me fortalece”. Más allá de que el antecesor del existencialismo estaba gravemente enfermo en el contexto de esa frase, lo paradójico es que la sentencia se utiliza habitualmente en literatura motivacional y de autoayuda.

Sin embargo, la frase es un poco más compleja. Cuando Nietzsche habla de “lo que no me mata” no es literal. Algo puede no dejarte sin vida estrictamente, pero si matarte socialmente, políticamente, dejarte fuera de juego, por así decirlo. Entonces, el remate de la frase no es una promesa de fortalecimiento si algo no te deja sin vida, que en rigor, son la mayoría de los problemas de la vida, si no una disyuntiva.

Para que algo no te mate, si no que te fortalezca lo que hay en medio es una lucha, la “voluntad de poder” misma, en palabras de Nietzsche. En ese sentido, podríamos preguntarnos si una eventual detención de Cristina Kirchner la mata políticamente o la fortalece y la transforma en un fenómeno político.

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Hay razones para pensar ambas opciones. La condena a Cristina, ratificada en dos instancias judiciales y en espera de la definición de la Corte, establece además de la prisión por seis años, la inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos.

Es decir, Cristina no podría ser funcionaria en ninguna instancia estatal. Esto presupondría una suerte de muerte como candidata o de muerte política, debida a la dificultad de la expresidenta en construir sucesores políticos con peso electoral, y también como dirigentes.

Sin embargo, hay instancias judiciales internacionales como las de San José de Costa Rica a las que se puede apelar y no está establecido que la presidenta del PJ no tenga que forzar un trasvasamiento generacional “de prepo” por las circunstancias.

De cualquier forma, una resolución del Tribunal de San José de Costa Rica puede durar diez años, que es lo que normalmente demoran en su proceso.

Además, la detención de Cristina Kirchner luego del lanzamiento de su candidatura abonaría totalmente a la teoría del lawfare impulsada por el kirchnerismo y sus aliados. Esto, probablemente la colocaría como una presa política en su propio espacio, por lo que las disidencias internas serían pero vistas que en la actualidad.

Siguiendo el título de la obra de Nietzsche, El ocaso de los ídolos, vamos a rastrear en la historia Latinoamericana, los diferentes casos en los que los dirigentes políticos fueron detenidos o exiliados y el efecto en capital político. Las condenas y los exilios, ¿los matan o los fortalecen?

Probablemente el ejemplo más paradigmático de estos casos sea el del mismo Juan Domingo Perón. El peronismo como movimiento nació luego de la detención de su líder y la manifestación por su liberación el 17 de octubre de 1945.

Luego del golpe de 1955, hubo casi 18 años de exilio y se llegó a prohibir inclusive que se pronunciara o escribiera el nombre de “Perón”. Sin embargo, el líder volvió al país en 1973, ganó las elecciones y su movimiento sigue siendo uno de los principales espacios políticos del país.

Repasemos las palabras del propio Perón en referencia a la detención en la Isla Martín García previa al 17 de octubre de 1945. “Me trasladaron a una pequeña casita y empezaron a desfilar todos para decirme lo mismo: que estaban conmigo”, dijo el general sobre esos días.

Y agregó: “Comencé a percibir que nuestra acción había sido muy eficaz sobre todo en las esferas populares”.

Es difícil pedirle a los grandes hombres objetividad frente a sus propios logros o al menos humildad en la descripción de los hechos. Parece que cierta dosis de megalomanía son necesarias para los grandes dirigentes políticos.

Cristina Kirchner se refugia en un acto del PJ a la espera del fallo de la Corte Suprema en su contra

Digo esto, porque el líder del justicialismo no tenía tan calculado los acontecimientos como nos cuenta qué en este video. En una carta enviada el 14 de octubre de 1945 a Eva Duarte, Perón decía: “Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro; en cuanto salga nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos. (...)Te encargo que le digas a Mercante que hable con Farrell para ver si me dejan tranquilo y nos vamos al Chubut los dos”

Cómo leen apenas tres días antes del 17 de octubre, Perón quería retirarse de la política e irse a vivir a Chubut. Lo que cambió la historia fueron los cientos de miles de trabajadores que fueron a pedir la libertad de Perón. ¿Tendrá Cristina Kirchner el capital político para generar su propio 17 de octubre, salvando las distancias de los diferentes procesos históricos? Difícil saberlo, pero al mismo tiempo parece difícil que suceda.

Desde el exilio en Puerta de Hierro, Perón decía: “La guerra revolucionaria que realiza un pueblo en la situación en que nosotros estamos puede llamarse guerra integral. Guerra integral porque se hace por todos los medios, en todo momento y en todo lugar”.

Y seguía: “Nosotros estamos en lucha hace 16 años y hemos empleado todos los medios. Desde cuando hemos podido la lucha incruenta por medios habilidosos, etc. Hasta cuando hemos tenido enfrente la violencia, también hemos empleado a menudo la violencia”.

Sacar del juego a Cristina Kirchner, ¿resultaría en un proceso de incremento de la violencia política o al menos profundización del conflicto? Es otra de las grandes incógnitas, pero seguramente podemos afirmar que se profundizaría la llamada “grieta”.

En las elecciones de 1973, luego del retorno de Perón, la dupla Perón-Perón, obtuvo casi el 62% de los votos, la cifra más alta alcanzada por un Presidente en la historia del país. En esa ocasión, el líder justicialista era acompañado en la fórmula presidencial por su mujer, Isabel Perón.

Seguimos en Argentina, pero nos vamos 28 años hacia adelante, al 2001 con la detención de Carlos Menem. El dos veces presidente fue detenido acusado de ser el líder de una asociación ilícita en el marco del caso del contrabando de armas a Croacia y Ecuador.

En 2001, Menem era senador de la Rioja, pero no había sido electo. El juez de la causa dictó la prisión preventiva domiciliaria, que se estableció en una Quinta en Don Torcuato, propiedad del empresario amigo, Armando Gostanián y tras 168 días detenido, La Corte suprema dictó la nulidad de la prisión preventiva por considerar que no había riesgo de fuga ni entorpecimiento de la causa.

Luego de que se anunciara su detención Menem, decía: “Ni un tiro, ni una fuga, estoy presente para hablar con el juez.”

Y remarcaba: “Yo no di un solo paso durante mis años de gestión como gobernador de la provincia y como presidente de la nación elegido dos veces por mi pueblo en contra de la constitución y de las leyes que se han dictado en su ejercicio”.

En 2003, Menem ganó la primera vuelta presidencial y luego se bajó del balotaje, lo que terminó en el triunfo de Néstor Kirchner. Luego, gracias a los fueros que obtuvo como senador y por la edad, nunca fue a prisión, a pesar que en el 2013 fue condenado por “contrabando agravado”. En reiteradas ocasiones, su postulación como senador fue en alianza con el “Frente para la Victoria”, es decir, el espacio político del kirchnerismo.

¿Por qué no fue preso con doble condena Carlos Menem? Porque nunca la Corte Suprema de Justicia confirmó ni rechazó el periodo de apelación de su condena a segunda instancia.

Ahora salimos de Argentina y vamos a Perú y el caso del emblemático dirigente Alan García. Líder del histórico partido aprista, supo combinar una oratoria, formación intelectual sólida y olfato político.

Llegó por primera vez a la presidencia en 1985, con solo 36 años, como emblema de una nueva generación que prometía romper con el orden conservador y dar cauce al ideario latinoamericanista de Haya de la Torre.

Sin embargo, su primer gobierno terminó marcado por la hiperinflación, el colapso económico, el aumento de la pobreza y el auge de la violencia insurgente, especialmente por parte de Sendero Luminoso.

Vale recordar a los más jóvenes que cuando asumió Alan García, que estaba más a la izquierda que Alfonsín, se cantaba en la Argentina: “ay patria querida, dame un presidente como Alan García”. Y así terminó.

Pese a ese fracaso, García logró reinventarse políticamente. Tras un largo período de exilio y ostracismo, regresó a la escena con un discurso modernizado y ganó las elecciones de 2006, derrotando a Ollanta Humala.

Su segundo mandato estuvo centrado en la promoción de la inversión privada, especialmente en los sectores minero y energético, y se jactó de haber conseguido altas tasas de crecimiento económico.

Aun así, ese período no estuvo exento de conflictos: la desigualdad persistía, las tensiones con comunidades indígenas aumentaron, y su gobierno enfrentó serias críticas por el uso de la represión estatal.

En 2016 se presentó a las elecciones y su lista sacó apenas el 5,8% de los votos. Luego, en 2017 un conjunto de denuncias a nivel continental, lo indicaban como responsable de corrupción en el conocido caso Odebrecht, que se inició en Brasil.

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Esta empresa constructora brasileña estuvo en el centro de todas las noticias, cuando sus directivos admitieron frente a la Justicia estadounidenses haber pagado sobornos por más de 800 millones de dólares a diferentes líderes latinoamericanos para asegurarse licitaciones en las obras públicas.

Aunque García no fue acusado personalmente, sí a sus funcionarios. Esto derivó en un avance contra su figura y en el trágico final.

“El expresidente de Perú, Alan García, murió tras dispararse en la cabeza cuando era detenido en su domicilio. García, que se disparó cuando los agentes entraban en su casa”, explica un informe de Euronews sobre la muerte del ex mandatario.

La diferencia entre Alan García, Perón y Menem es que el líder peruano había sido derrotado electoralmente y luego cayó el peso de la justicia, por así decirlo sobre el.

Tal vez aquí encontramos una clave para entender la pregunta inicial sobre si las condenas y los exilios matan o fortalecen a los dirigentes políticos. La clave se encuentra en que la lucha no se termina de decidir en los tribunales sino en la arena política.

¿Una mayoría social sigue creyendo necesaria la libertad de este dirigente político o por el contrario, opina que ya pasó su momento? Es más, lo más importante no parece ser si creen o no en su inocencia, si no, si creen que es necesario políticamente o no.

Y esta es la situación que nos plantea el caso de Brasil con Lula. Cuando Lula se entregó a la justicia en 2018 lo hizo rodeado de una enorme cantidad de gente que podría haber impedido, perfectamente, que la policía lo apresara.

“Voy a atender el mandato de ellos y voy a atenderlo porque quiero mostrarles que es de responsabilidad y para poder probar mi inocencia”, dijo el dirigente en ese entonces.

“Porque yo voy de cabeza erguida y voy a salir de pecho hinchado, porque voy a probar mi inocencia”, remarcó Lula desde el sindicato de obreros metalúrgicos de San Bernardo de Ocampo.

En este fragmento que se remonta hace siete años, Lula se mostraba acompañado por una multitud antes de entregarse. Claramente no fue una detención que lo mostró débil políticamente. La construcción de la escena era la de un dirigente político que se sometía por propia voluntad a la ley de su país aunque estuviese en contra.

Luego de 580 días detenido, Lula fue liberado en 2019 por un fallo de la Corte Suprema y en 2022 fue electo presidente. Muchos de los partidos, grupos empresariales y medios que apoyaban su detención, luego lo acompañaron en su última campaña contra Jair Bolsonaro.

Otra vez, lo que sucedió es que había un núcleo importante de brasileños que entendían que Lula no podía retirarse y menos luego de sufrir las consecuencias del gobierno de Bolsonaro. Hoy es Bolsonaro el que está a punto de ir preso en Brasil.

La cárcel de Lula finalmente parece que lejos de matarlo políticamente, lo fortaleció. Ya no era un político intentando tener impunidad. Era un expresidente preso, como cualquiera, que aceptó la decisión de las instituciones de la república y luego liberado por la misma justicia que lo detuvo.

Evidentemente, las condenas y los exilios no pueden acelerar las derrotas políticas propiamente dichas. En resumidas cuentas, a veces los fortalecen y otras los debilitan, pero lo decisivo es lo que acontece en las urnas.

¿Cristina Kirchner verá su ocaso o como muchos de los líderes que la precedieron saldrá fortalecida?

Será parte de la contienda política y la inteligencia de la expresidenta para transformar una detención en un acto de denuncia. Por todo esto y la relatividad de las victorias y las derrotas en política, nos vamos con el clásico ricotero “Vencedores vencidos”.

MC