Lo que acaba de pasar con YPF y el fallo de la jueza Loretta Preska es un capítulo más de la grieta de los argentinos. YPF fue creada por decreto el 3 de junio de 1922, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen. Para dar una referencia, Petrobras, el equivalente de YPF en Brasil fue creada 30 años después en 1953.
Es decir que YPF es una de las empresas petroleras pioneras en el mundo. Esta empresa estatal se fundó con el objetivo de desarrollar y explotar los recursos petroleros de Argentina.
Desde sus inicios, YPF se presentó en un proyecto clave en la industria nacional en su conjunto y la industria petrolera en particular, promoviendo la autosuficiencia energética del país.
Sin embargo, los desmanejos con la empresa a lo largo de nuestra historia configuran una trama donde todos los actores principales tomaron, en distintos grados, decisiones equivocadas.
Privatización con entrada de empresas sin experiencia durante el menemismo. Repsol no tenía ninguna trayectoria, ya que en España no hay petróleo ni gas, de hecho era una empresa nueva. Lo único que tenía era financiamiento por ser una empresa europea.
La otra pregunta es por qué una empresa española. Simplemente porque consideran que Latinoamérica sigue siendo parte de su territorio natural. Pero no había ninguna explicación para que YPF pasara a manos de Repsol, una empresa que no tenía experiencia seria en la exploración de petróleo y era más chica que YPF.
Y luego se lo pasó a manos de empresarios nacionales que sólo buscaban maximizar su beneficio económico, para luego volver con una estatización defectuosa que dejó abierta la puerta al litigio que hoy atraviesa nuestro país.
Repasemos un poco el recorrido histórico de la empresa durante los últimos años.
Durante la última dictadura militar se aplicaron políticas de "privatización periférica", donde el Estado conservaba la propiedad formal pero cedía el control operativo y las ganancias al sector privado. Esto deterioró a YPF con una caída de la producción, además de endeudar a la empresa y facilitar la fuga de divisas.
Menem respondió a esta situación procediendo a la privatización y la venta a Repsol, una empresa española que no tenía experiencia en la explotación de yacimientos.
“La única empresa petrolera en el mundo que daba pérdida era YPF”, decía Menem en 1993. Y agregaba: “YPF era una de las grandes empresas del Estado que contribuyen al déficit de cerca de 10 mil millones de dólares que daban las empresas del Estado por año”.
“Le estamos dando una participación amplia al sector privado, lo que ocurre es que estábamos mal acostumbrados en la República Argentina, siempre el Estado subsidiando y dando prebendas”, remarcaba Menem.
“Siempre el Estado subsidiando”. Un discurso muy similar al de Javier Milei, y un recordatorio de que Argentina se mueve pendularmente, entre dos modelos que se alternan pero nunca logran un equilibrio que permita una estrategia a largo plazo.
Por ejemplo, en Brasil mencionamos el caso de Petrobras, una empresa que fue fundada casi 30 años después de YPF y sigue siendo una empresa con mayoría de capital privado, pero el Estado mantiene la mayoría de la decisión.
Y conjuntamente con el interés privado de tener eficiencia y maximizar el beneficio, al mismo tiempo considerar a Petrobras un elemento esencial para el equilibrio de la producción brasileña.
Además, a partir del descubrimiento de yacimientos de gas en el presal, frente a las cosas de Brasil, apuntan a lograr el autoabastecimiento e incluso exportar.
Volviendo a la Argentina, Pino Solanas denunciaba la privatización de YPF durante los 90 como un error. “Los argentinos tienen que saber que se están robando YPF”, decía desde la camilla de un hospital luego de sufrir dos balazos en sus piernas por parte de una patota mafiosa que quería callarlo.
“Hay que defender un patrimonio que muchas generaciones de argentinos hemos construido con fuerza”, agregaba en tono enfático.
“Son intereses de una banca que ha saqueado el país y se ha llevado la plata afuera. Se están quedando con nuestro pozos de petróleo y están repartiendo hasta tierras fiscales”, denunciaba.
Quizás los más jóvenes no recuerden, pero Pino Solanas, en ese momento cuando hacía esta denuncia, terminó siendo baleado, como se contaba presuntamente, por una patota que, evidentemente, apoyaba las ideas del presidente en ese momento, Carlos Menem.
Y el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, también las apoyaba. Porque, de hecho, los famosos fondos de Santa Cruz en el exterior fueron el resultado del porcentaje que se le pagó a cada provincia por la venta de YPF.
Ahora, ese Néstor Kirchner, que en los 90 había aprobado la privatización de YPF y el cobro de regalías para la provincia que él gobernaba, después, cuando llegó al poder, cambió de opinión y siguió cometiendo errores.
En su caso, fue la entrada de Eskenazi, un grupo empresario que era dueño del Banco de Santa Cruz vinculado al negocio financiero en ese momento.
Una firma que no tenía ninguna experiencia en términos petroleros, tenía simplemente el deseo de conseguir ganancias extraordinarias, con un arreglo con un amigo que le permitiría pagar la empresa con las propias ganancias de la compañía.
En 2008, el Grupo Petersen, vinculado a la familia Eskenazi, ingresó como accionista de YPF sin aportar capital propio, mediante un acuerdo con Repsol y créditos de bancos internacionales, que se pagarían con las utilidades de la propia petrolera.
El solo hecho de que Repsol haya aceptado esto demuestra que acá no hay santos en ninguno de los casos. ¿Cómo Repsol aceptó eso? Evidentemente, porque también enfrentaba un montón de dificultades, impericias y objetivos pensados en el corto plazo.
Lo único que les importaba era repatriar utilidades, porque estaban desesperados financieramente. Repsol no era una empresa seria; ninguna empresa seria aceptaría vender el 30% de su capital en esas condiciones.
La familia Eskenazi, dueña del banco de Santa Cruz, era muy cercana a los Kirchner en su provincia natal, y parte de la explicación del aumento sideral de su patrimonio. Así lo explicaba Carlos Pagni en su programa semanal, Odisea Argentina y vale recordar que Carlos tiene con la familia Eskenazi una disputa de hace bastante tiempo.
“Los Kirchner, para justificar su enriquecimiento, explicaban que la familia Eskenazi —dueña del Banco de Santa Cruz— en el banco de Santa Cruz, mientras Néstor Kirchner era gobernador y Cristina, senadora, les daba una renta que era excepcional”, explica el periodista.
“No era una tasa alta para el mercado santacruceño, ni para el argentino: era altísima incluso para el mercado internacional. Eran tan generosos los Eskenazi que, gracias a los intereses que pagaban por los depósitos a la familia Kirchner, ellos podían justificar una fortuna extraordinaria”, afirma Pagni.
Y concluye: “Repsol terminó entregándoles entonces, a los dueños del Banco de Santa Cruz, a los Eskenazi, el 25% de las acciones de YPF, en cuotas, en dos etapas”.

Bueno, eso terminó siendo el 30%. A comienzos de la década pasada, comenzaba la “revolución del fracking”, y el descubrimiento de Vaca Muerta en Argentina, uno de los yacimientos de petróleo y gas no convencional más importantes del mundo.
Repsol no estaba en condiciones de dirigir la empresa en el camino de la explotación de esos nuevos yacimientos. Como dijimos antes, era simplemente una empresa en España que refinaba y que vendía en estaciones de servicio.
Repsol no tenía ninguna experiencia o muy poca experiencia en exploración petrolífera y gasífera. Estaba híper endeudada y había dejado de invertir en los pozos que ya tenía, lo que generó una caída de su producción a la mitad entre 1999 y 2011.
La salida que encontró el Gobierno de Cristina Kirchner, con Kicillof como ministro de Economía, fue la estatización, que se instrumentó abriendo la posibilidad de demanda que hoy llevan adelante los fondos buitre, que, desde ya, son absolutamente deleznables y se dedican a expoliar países que tienen serios problemas financieros, generalmente de la periferia como países africanos en quiebra.
¿Era la única solución posible? Nicolás Gadano, quien fue en su momento economista Senior de YPF, considera que es un error creer que el desarrollo de Vaca Muerta sólo se podía haber hecho con YPF nacional.
“Creo que incluso que el viraje hacia un YPF que dejara de sacar plata para pagarle a los Eskenazi y a Repsol, hacia un YPF que invirtiera en el país privada, se podría haber hecho también y se podría haber negociado de otro modo”, explicó en Urbana Play.
“Fue un camino, pero podría haber habido otros menos traumáticos, incluso con más inversión. Porque en vez de pagarle 5 mil millones de dólares a Repsol para que se lo llevara, podrías haber hecho un acuerdo para esos 5 mil millones de dólares y capitalizarlos en YPF, que el Estado tuviera una participación con Repsol adentro e invirtiera”, aseguró.
Bueno, cada uno tiene una opinión que es absolutamente plausible, que en el contrafáctico sí se hubiese logrado desarrollar Vaca Muerta con una alternativa distinta y esto es absolutamente opinable como cualquier contrafáctico. Lo cierto es que se desarrolló Vaca Muerta.
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Y finalmente, después de todas estas ideas y vueltas, el fondo Burford, el fondo Buitre, compró por 15 millones de dólares. Es un disparate, por 15 millones de dólares compró el 70% de los derechos de litigar, mientras que el 30% le quedó a la familia Eskenazi. Y finalmente el fallo terminó con una condena a 16 mil millones de dólares.
Fijémonos, todos los extremos que nuestro país produce en nuestro proceso de grieta, de irse de un extremo al otro, frente al caso de Brasil, donde también se privatizó la mayoría de la empresa, pero el Estado siempre tuvo el control.
Hoy Petrobras vale cinco veces lo que vale YPF. Y finalmente llegamos a este estado en el que el fallo judicial en el tribunal de Nueva York de esta jueza Preska condena a la Argentina a pagar 16.100 millones de dólares. Y, como todos saben, como no los paga la Argentina, a que entregue el 51% de las acciones, algo que es absolutamente imposible.
El fallo está lejos de estar firme y ser efectivo. Además de poder apelarse, nuestra propia legislación implica que para poder vender las acciones, se debería votar en el Congreso con una mayoría de dos tercios.
Sin embargo, hoy YPF nuevamente es el punto neural de la grieta. Mientras Javier Milei acusa a Axel Kicillof de ser responsable del fallo estadounidense que ordena a la Argentina entregar el 51% de las acciones de la empresa, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires sugirió en una conferencia de prensa que el propio Presidente podría tener vínculos con los fondos que demandaron al país.
“Vamos a iniciar investigaciones, porque se sabe que Milei y su gobierno tienen vínculos con representantes de ese fondo buitre.. Esto no lo puedo afirmar, por eso digo que lo vamos a investigar”, aseguró el mandatario provincial en conferencia de prensa.
Si bien la acusación de Kicillof es audaz, la política de Milei frente a la empresa es diametralmente opuesta a la del gobierno kirchnerista.
Durante su campaña en 2023, el entonces candidato a presidente manifestaba su intención de privatizar la compañía o sea, de volver.
O sea, ustedes fijense, teníamos una YPF nacional, Menem la privatiza, luego Cristina la estatiza, en el medio hace entrar capital nacional, es decír que entran accionistas argentinos, con los Eskenazi, como un paso previo a la nacionalización.
Y ahora, Milei volvería, como en los 90, a proponer la privatización. “Nosotros necesitamos tanto a ENARSA como a YPF para hacer la transición energética”, decía Milei en noviembre de 2023.
Y explicaba: “En esa transición, mientras que juegan un rol importante en el mercado, una de las cosas que vamos a hacer también es racionalizar dicha empresa, y eso nos va a permitir ponerla en valor y venderla de una mejor manera”
Como siempre ocurre en Argentina, la grieta empuja un péndulo que oscila entre extremos sin permitirnos una estrategia sólida a largo plazo.

El caso Petrobras en Brasil demuestra que una empresa estatal o mixta puede competir globalmente si cuenta con marco regulatorio estable, objetivos industriales claros y confianza del mercado.
La empresa brasileña adoptó un modelo de capital mixto, sería parecido a lo que es la situación actual de YPF, donde el Estado argentino controla el 51%.
En el caso de Brasil es un poquito más complejo porque con el 36% el Estado controla lo que se llama la acción de oro, que es lo que finalmente también tenía el Estado argentino cuando primero se privatizó.
Eso luego se perdió y se volvió a vender esa acción de oro que daba el control del Estado de la empresa estatal y directamente se vendió al 100%, en las dos etapas que realizó Menem
Mientras que en el caso de Brasil siempre se mantuvo una empresa en la que una parte del capital estaba en la bolsa y el control de gestión quedó siempre en manos del Estado, una empresa eficiente que gana dinero y que distribuye dividendos.
Además invirtió en exploración y descubrió que Brasil, que era un país neto, importador de energía, pasó a ser un país de autosuficiencia de energía y hasta exportador de energía.
Esto marca la diferencia estructural entre Argentina, un Estado que pierde la capacidad de conducción energética, como tantos otros sectores, mientras que Brasil con Petrobrás garantizó la autosuficiencia, expandió su capacidad exportadora.
Y en los últimos años, mientras Petrobras accede a financiamiento internacional con tasas bajas y alta demanda, YPF enfrenta tasas prohibitivas, depende del Estado y aún intenta revalorizarse con el plan centrado en Vaca Muerta.
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Se podría decir que YPF condensa como pocos casos el modo en que Argentina desperdicia sus oportunidades estratégicas por esta grieta, donde cada bando concibe que el otro es un adversario, nadie cree que el otro pueda tener una parte de razón.
O sea, podríamos decir que resulta razonable pedirle a una empresa estatal que tenga niveles de eficiencia como los de una empresa privada. Para eso, la participación privada y la exigencia de métodos de eficiencia privada parecen razonables.
Al mismo tiempo, también puede ser razonable que —por tratarse de la energía, de la autosuficiencia energética y de la capacidad de exportar energía—, en un país, el Estado tenga que tener cierto tipo de control sobre determinadas empresas.
Vamos a poner un ejemplo: hoy Mercado Libre vale muchísimo más que YPF. Pero Mercado Libre no va a exportar nada. YPF es fundamental para la exportación de la Argentina. Es la empresa que más exporta del país.
Y una vez que Vaca Muerta esté desarrollado a pleno, las exportaciones de YPF van a ser aún muchísimo mayores de lo que son hoy.
O sea, no tiene punto de comparación el valor que uno puede recibir por una empresa como —volvamos a poner el ejemplo— Mercado Libre, con lo que termina aportando YPF al sistema económico argentino. La energía es fundamental en todo el costo de producción de un país.
Fíjense todas las guerras que se producen alrededor del Golfo Arábigo, y cómo continuamente el tema del petróleo y de la energía hace que esa zona del mundo sea el centro de disputa de la grieta internacional. En este caso, no la grieta argentina.
Como decíamos, YPF condensa como pocos casos el modo en que Argentina desperdicia sus oportunidades estratégicas: en lugar de convertirse en motor del desarrollo, fue usada como botín político o bandera ideológica según el ciclo.
De la privatización menemista a la estatización kirchnerista, pasando por el insólito ingreso de los Eskenazi, las decisiones equivocadas se repiten sin construir una política de Estado sustentable.
Y acá el caso no es YPF. YPF es apenas un significante del proceso de decadencia argentina. En ella, como en El Aleph de Borges, se resumen todos los puntos.
Acá, en YPF —que casualmente es la empresa más atractiva, más interesante, más disputada—, se ven de manera ampliada todos los defectos que plantea el hecho de que cada gobierno que llega crea que el anterior fue responsable de todos los males y que no tenía nada de razón, y que ellos vienen a descubrir la cuadratura del círculo.
Esto hace que incluso una empresa como YPF —una empresa competitiva, de hidrocarburos, pionera en la Argentina, fundada hace 100 años— termine siendo, como decía Menem en los 90, la única petrolera del mundo que perdía plata.
O la que se privatiza. O a la que se le vende un cuarto de las acciones sin que quien compra tenga que pagar nada, solo con la distribución de los dividendos.
O un juicio que se compra por 15 millones de dólares por el fondo Burford Capital, y luego permite una sentencia de 16.000 millones de dólares. O sea, todo un disparate.
Entonces, el disparate no es YPF. El disparate es nuestra grieta. Nos despedimos con una canción titulada Decadencia, de la banda española Héroes del Silencio.
Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi
MC