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MODO FONTEVECCHIA
El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 577: El Gordo Dan y la ventana de Overton

Javier Milei y sus comunicadores reaccionan a los consensos sociales más igualitarios. En contra de la solidaridad y el respeto, proponen un capitalismo de "ganadores y perdedores" donde el triunfador tiene derecho a "aplastar" a los perdedores.

Agustín Romo, Javier Milei y Daniel Parisini
Agustín Romo, Javier Milei y Daniel Parisini | X (@GordoDan_)

Hace algunos días, el Gordo Dan y otros tuiteros afines al Gobierno —entre ellos Fran Fijap y El Trumpista— publicaron mensajes en redes sociales pidiendo que Javier Milei saque “tanques a la calle”, “bombardee el Congreso” o incluso que entregue armas a ciudadanos para cerrarlo, tras una sesión adversa para el oficialismo, donde se aprobaron leyes clave impulsadas por la oposición como el aumento a jubilados y la emergencia en discapacidad.

En esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), vamos a analizar cómo el Gobierno y sus comunicadores radicalizados utilizan las redes para empujar los límites del discurso democrático, generando un clima de tensión institucional creciente.

Las publicaciones en X, muchas de ellas acompañadas por videos generados con inteligencia artificial, fueron rápidamente replicadas por seguidores del Gobierno y funcionarios como Juan Pablo Carreira, director nacional de Comunicación Digital, quien se burló de la senadora Juliana Di Tullio con insultos personales.

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En ese contexto, cobra sentido recuperar el concepto de la ventana de Overton, una idea desarrollada por Joseph P. Overton, exvicepresidente del think tank estadounidense Mackinac Center for Public Policy. Este concepto describe el rango de ideas que la opinión pública considera aceptables en un momento determinado y explica que no todas son viables políticamente en un momento dado.

Según grados de aceptación, algunas ideas son vistas como “impensables”, otras como “radicales”, otras como “aceptables”, y unas pocas como “populares”, o incluso se convierten en “políticas de Estado obligatorias”. Se refiere a ese rango de ideas socialmente tolerables o discutibles, es decir, lo que puede debatirse sin escándalo. Este rango puede cambiar con el tiempo, permitiendo que ideas que antes eran impensables se conviertan en aceptables y viceversa.

Esto nos conecta a la famosa “batalla cultural”, una idea que Milei ha dicho en reiteradas ocasiones que es central en los objetivos de su gobierno y que se basa justamente en eso: romper los consensos sociales establecidos mediante una lucha ideológica y comunicacional. ¿La emergencia de Javier Milei, un presidente que insulta y se jacta de su crueldad fue precedida por un cambio en la ventana de Overton? ¿Es una consecuencia de un cambio previo en la sociedad que hizo posible la difusión de ideas que antes generaban rechazo?

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Maia Jastreblansky, autora del libro “El Monje”, sobre Santiago Caputo, sintetiza así el rol de comunicadores como el Gordo Dan en el ascenso de la nueva derecha: “El Gordo Dan y otros twitteros piensan que ellos preceden a Milei. El movimiento de jóvenes antifeministas y antiprogresistas nace primero, y después es que Milei accede a su banca como diputado nacional en 2021”.

En el pasado reciente, ciertos niveles de machismo, que hoy resultan inaceptables, eran considerados normales y hasta habituales en la vida cotidiana y la publicidad. Por ejemplo, los anuncios de décadas atrás mostraban estereotipos de género muy rígidos, con mujeres relegadas al rol doméstico o incluso naturalizando el machismo en el hogar. Estas imágenes reflejaban un momento donde el cuestionamiento social a estas representaciones era mucho menor que el actual.

Con el cambio del consenso social, la publicidad comenzó a cambiar sus mensajes, y muchas marcas buscaron adaptarse para no quedar fuera del debate cultural, promoviendo imágenes más igualitarias y respetuosas. Este desplazamiento del límite de lo socialmente aceptable es un claro ejemplo de cómo la ventana de Overton puede moverse en un sentido positivo, ampliando el espectro de ideas que una sociedad está dispuesta a tolerar y discutir. Otro ejemplo clásico se ve cuando uno observa películas del pasado, en las que las personas fumaban en los aviones en los años setenta, algo que hoy en día resulta intolerable.

Gordo dan

En 1972, la marca Sancor publicó un anuncio televisivo que hoy sería inaceptable. En el video se ve a una mujer mientras cocina fideos para su familia. Al darse cuenta que no tiene manteca, elige reemplazarla por margarina. Una vez que sirve la cena a su “maridito”, se aleja de la mesa y susurra: “No se dio cuenta”. Pero el esposo nota la diferencia de sabor y le arroja el plato de comida por la cabeza mientras ella está de espaldas. “No se engañe. La margarina no es manteca. Y la manteca es Sancor”, concluye una voz en off.

La nueva derecha como la que Milei representa reacciona a estos consensos sociales más igualitarios, que hicieron que publicidades como la de Sancor hoy nos sorprendan. En contra de la solidaridad y el respeto, propone un capitalismo de “ganadores y perdedores” donde el triunfador tiene derecho a “aplastar” a los perdedores. En reiteradas ocasiones el Presidente ha dicho que considera que la justicia social es una “aberración”, y que la idea de que las necesidades básicas son derechos es una idea absurda.

La estrategia comunicacional consiste en desatar un bombardeo diario de provocaciones, agresiones y operaciones, que se llama “ametralladora de falacias”. No es solo para imponer agenda, sino también para generar un clima de crispación que refuerce el consenso de sus bases y dificulte cualquier confrontación discursiva organizada. El historiador italiano Steven Forti afirma que “una sociedad crispada es una sociedad donde la extrema derecha tiene más posibilidades de fortalecer los consensos que ha obtenido, mostrando una amenaza a la nación o a unos enemigos de su proyecto político o una identidad nacional”.

La nueva derecha es muy consciente del uso de estas herramientas comunicacionales. Parisini sostiene que la “batalla cultural” es en esencia una lucha por imponer un modelo político y económico: de un lado, el libertarianismo y el capitalismo de derecha que, según él, generan prosperidad y desarrollo; del otro, la izquierda, que asocia con fracaso, tiranía y dictadura. “El celular no es un arma de destrucción masiva, es un arma de instrucción masiva. La circulación de información tiene algo en común con el combate: es una competencia por la atención de las personas y por el espacio para promocionar ideas. Es una batalla de las mentes”, dijo en su discurso en 2024 en la CPAC, la conferencia emblema de la nueva derecha.

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El discurso de Dan y otros comunicadores libertarios no está al margen de las políticas públicas. Por el contrario, está coordinado y promovido desde el Ejecutivo. Desde el programa de streaming de Dan se le pide al Gobierno que meta presos a periodistas o que eche a funcionarios públicos. Ya hemos analizado aquí varios fragmentos en distintas columnas con estas barbaridades. Hoy nos vamos a detener en una ocasión en la que en su programa de streaming Carajo se insultó al intendente de Córdoba en el marco de una discusión sobre la reglamentación de aplicaciones de transporte como Uber, Cabify y Didi.

“¿Cómo pretendés siendo un intendente con sida comunista hacer una aplicación que funcione? Viejo cagado”, dijo otro seguidor del Gobierno en el programa del Gordo Dan sobre Daniel Passerini. Es un discurso que liga ideología a enfermedad, algo que hacían los nazis, así como las dictaduras militares latinoamericanas y que ya vimos en otros videos que pasamos en estas columnas, como el famoso video del virus Ku-Ku 12, que en su momento publicó el presidente.

No estamos hablando de un stream de unos extremistas marginales. Milei y Luis Caputo han participado de Carajo mientras les niegan entrevistas a periodistas con amplia trayectoria en medios reconocidos. Pero, además, estos mensajes de odio son promovidos por el Presidente y sus funcionarios, que suelen dar retuit a las publicaciones o recortes en redes sociales. Es decir, le dan difusión entre sus propios seguidores a las publicaciones de estos otros comunicadores, que adquieren relevancia porque el Presidente comparte sus posteos.

En ocasión del escándalo por la criptoestafa $Libra, Milei había dicho con Jonathan Viale que su cuenta de X era estrictamente “personal”. Sin embargo, esta semana el fiscal federal Oscar Gutiérrez Eguía dictaminó lo obvio: que la cuenta de X de Javier Milei, verificada con el tilde gris de funcionario público, representa una cuenta oficial. La denuncia que impulsó esta resolución fue presentada por Ian Moche, un niño autista de 10 años, quien solicitó que el Presidente elimine una publicación que considera ofensiva y discriminatoria. La señalaba al niño como parte del “lado del mal” y lo vinculaba al kirchnerismo, lo que generó un fuerte repudio en redes sociales.

El juez federal Alberto Recondo coincidió con el fiscal y declaró la competencia federal para el tratamiento del caso. El conflicto coincidió con la aprobación en el Senado de la Ley de Emergencia en Discapacidad, que Milei ya anunció que vetará por razones fiscales. Andrés Gil Domínguez, abogado de la familia y el niño, explicó: "El fiscal y el juez establecieron que cuando Milei usa su cuenta de X tildada en gris es como presidente". Sin embargo, tenga o no tilde gris, es evidente que la persona que cumple una función no tiene separado el aspecto personal del profesional, y mucho menos un presidente, que lo es las 24 horas del día.

Gordo dan

Paralelamente, diputados de Unión Por la Patria iniciaron una demanda contra el Gordo Dan. Estos son Hugo Yasky, Daniel Gollán, Sabrina Selva, Juan Marino, Victoria Tolosa Paz, Julio Pereyra y Santiago Cafiero. La denuncia recayó en el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nro. 9, a cargo de la Dra. María Eugenia Capuchetti, por “incitar a la violencia y atentar contra las instituciones”.

¿El caso del niño autista le pondrá un límite este dictamen a los discursos de odio que el Presidente reproduce constantemente en redes sociales? Quizás refuerce aún más la tercerización de esta tarea en comunicadores como el Gordo Dan, que ya tienen la visibilidad que les dio el propio Milei y este ya no necesite compartir sus mensajes.

La teoría de la ventana de Overton sostiene que hay grados. Cada discurso social o idea se ubica en un espectro que va desde lo impensable hasta lo políticamente obligatorio, pasando por lo radical, lo aceptable, lo sensato y lo popular. Cada idea transita ese recorrido a medida que cambia la percepción social y el contexto político.

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Por ejemplo, ¿el hecho de decirle a un intendente que tiene “sida comunista”, de llamar a bombardear el Congreso, o meter presos a periodistas estará pasando de lo “inaceptable” que resultaba en el pasado reciente a lo “tolerable”? Muchas veces, el paso de lo inaceptable a lo tolerable es el tránsito para que se convierta en aceptable, y luego en deseable.

El uso de los nuevos medios digitales de comunicación para alimentar discursos de odio y polarización sin asumir responsabilidad institucional es un síntoma preocupante del adelgazamiento de las democracias occidentales. Aunque parezca que la polarización abarca cada vez más espacio, como sociedad tenemos la responsabilidad de recuperar el diálogo respetuoso y la búsqueda de consensos que promuevan la convivencia, la inclusión y el bienestar común. La historia muestra que las sociedades que logran superar sus divisiones fortalecen sus instituciones, construyen democracias más sólidas y les va mejor económicamente.

Este programa intenta aportar un granito de arena en esa dirección, en contra de la corriente, pero dando un debate sumamente necesario con la moderación que nos caracteriza. Es momento de que todos los actores políticos, comunicadores y ciudadanos reflexionemos sobre el poder de nuestras palabras, para construir puentes que permitan un debate plural, informado y constructivo, poniéndole límite a los agravios y al extremismo discursivo de comunicadores como el Gordo Dan. Me parece muy bien que sea la Justicia la que tenga que colocar límites a quienes usan las palabras para producir daños que están penados por la ley.

Producción de texto e imágenes: Facundo Maceira

TV/ff