Un axioma del trotskismo es “cuanto peor, mejor”, y se le asigna al kirchnerismo, aunque no necesariamente a todos, ese deseo respecto de la presidencia de Javier Milei. Pero la mayoría de quienes rechazan la ideología del Presidente no quieren un colapso macroeconómico e inversamente adhieren a “cuanto mejor, mejor”, aun deseando un post Milei.
Pero ese deseo no está exento de ambivalencias de la misma forma nuestra relación con Estados Unidos y el propio Donald Trump. Un ejemplo fue la desconfianza sobre el anuncio de la inversión de 25 mil millones de dólares de OpenAI dueña de ChatGPT en la Patagonia, dándole credibilidad a una respuesta del propio ChatGPT consultado sobre el tema, que expresó: “25.000 millones de dólares es un número ridículo para un datacenter. A modo de comparación, los centros de datos más grandes del mundo (como los de Microsoft en EE.UU. o Arabia Saudita) tienen inversiones de entre 1.000 y 5.000 millones por campus completo”.
Y si se toma al propio ChatGPT como un oráculo, que siempre responde lo correcto cuando además de que no siempre las respuestas de la propia inteligencia artificial sean correctas, el error puede estar en la forma de construir la pregunta, asumir “data center” como algo unívoco cuando se trate de algo más que un “data center”, por ejemplo.
Un prompt es una instrucción, pregunta o un texto que se utiliza para interactuar con sistemas de inteligencia artificial. Hay carreras universitarias para saber “promptear”, y supuestamente los periodistas tenemos futuro en la inteligencia artificial porque la clave es saber hacer la pregunta correcta para extraer la mejor información disponible. Como sucede también en las encuestas, dependiendo la forma de hacer la pregunta se obtienen distintas respuestas. Igual fue muy creativo hacerle la pregunta literal a ChatGPT y obtener esa respuesta tan contundentemente negativa.
Pero de la misma forma que tomar el anuncio de 25 mil millones como un hecho o lo contrario, la clave está en querer creer o no querer creer fruto de nuestra ambivalencia a los Estados Unidos. Ambivalencia es un "estado de ánimo, transitorio o permanente, en el que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos, como el amor y el odio". Como decía Sigmund Freud, lo contrario al amor es la indiferencia y en todo odio hay residuos de amor.
En horas, Milei y Trump se reunirán para ratificar el apoyo de Estados Unidos a la gestión libertaria y la difusión de los detalles del swap. Mientras vemos la consumación de otro avance de la subordinación de Milei a los intereses de la administración Trump, los argentinos tenemos una ambivalencia con el préstamo del Tesoro norteamericano.
Por un lado, rechazamos la injerencia de los Estados Unidos en nuestra economía, las condicionalidades que pone Scott Bessent con respecto a nuestra relación con China y nos preocupa el regreso de las llamadas “relaciones carnales” del menemismo, pero por el otro tenemos miedo de que un eventual retiro del compromiso de Washington para con nuestro país, repercute en una corrida del dólar y una eventual devaluación que liquide nuestros ingresos.
Pero además tenemos una ambivalencia mucho más profunda, quizás propia de todo país que tuvo que independizarse frente a una potencia imperialista. Por un lado, rechazamos todo tipo de dominación extranjera y particularmente la de Estados Unidos y por el otro somos consumidores y admiradores de todo lo relativo a la cultura norteamericana. ¿Qué rol tiene esta ambivalencia histórica en nuestra política?

Este lunes, Carlos Pagni profundizó sobre lo que publicó Nelson Castro en el diario PERFIL el domingo y nosotros ampliamos ayer sobre el hecho de que mientras la semana pasada el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, negociaba los pormenores del acuerdo con el Tesoro norteamericano, el asesor de la administración Trump, Barry Bennett organizó junto a Santiago Caputo una reunión en un departamento de Recoleta con Cristian Ritondo, Rodrigo De Loredo y Miguel Ángel Pichetto, un amigo de la casa a quien se lo vamos a poder preguntar seguramente, para hablar sobre las reformas de fondo que hacen falta y la gobernabilidad de Milei.
El dato nuevo que agregó Pagni sobre la cena con los legisladores del ex Juntos por el Cambio y cómo Bennett está trabajando con el asesor Caputo sobre distintos actores de la vida política de nuestro país para darle gobernabilidad a Milei y apuntar las reformas necesarias según los intereses del gobierno estadounidense, agregó también que Bennet habría dicho que Caputo debería crecer en el Gobierno y tener más responsabilidades. Del Mago del Kremlin, al Mago de la Casa Blanca.
En nuestra columna de ayer mencionaba como Caputo Jr. tiene como clientes de su consultora a varios gobernadores. Fue quien salió a abrazar al gobernador de Salta que protestaba frente a la Casa Rosada y no el ministro del Interior ni el Jefe de Gabinete. Al mismo tiempo, tiene línea directa propia con Estados Unidos, como lo demuestra haber sido quien recibió a Bennett. Además, en su presentación ante el Senado norteamericano, el designado embajador en Argentina, Peter Lamelas, lo mencionó entre las personas claves con la que habría que tener relación.

Lamelas también habló de la importancia de los gobernadores en un país federal como Argentina y Caputo aparece como el nexo entre Estados Unidos y los gobernadores y a través de ellos con los legisladores de las provincias en el Congreso. Estos trascendidos sobre la actividad de Bennett y Caputo puede estar detrás de la vuelta a Senadores del proyecto de la Ley de cambio de los DNU.
Jaime Duran Barba, estratega estrella de la política internacional y columnista de Perfil dijo en este mismo programa que Argentina es uno de los países más antinorteamericanos de todos. Probablemente, este rasgo tan característico de nuestra idiosincrasia, proveniente de nuestra historia de independencia del Imperio Español y la lucha contra diferentes potencias invasoras como Inglaterra, haga que nos caigan muy mal este tipo de noticias.
Sin embargo, ¿estaríamos dispuestos a afrontar una devaluación y una corrida contra el dólar para negar el acuerdo con Bessent y la injerencia directa que este conlleva? Preguntando más brutalmente, ¿cuántos cientos de miles de argentinos estamos dispuestos a empujar debajo de la línea de pobreza para negarnos a ponernos el collar del condicionamiento económico norteamericano? Como dirían en El Padrino, “estamos ante una oferta que no podemos rechazar”.
En reiteradas ocasiones, en estas columnas hablamos de Carl von Clausewitz, aquel general prusiano que acuñó la frase de que la política es la continuación de la guerra por métodos no violentos. A partir de sus enseñanzas, muchos políticos y líderes de todo tipo utilizan los conceptos bélicos para explicar y entender la política nacional e internacional. Vamos a hacer un análisis en ese sentido.
En teoría militar y de estrategia, cuando una fuerza o Estado se encuentra en la posición de estar obligado a aceptar las condiciones impuestas por el enemigo debido a una derrota decisiva, un agotamiento total de recursos, o una situación de inferioridad insalvable, el concepto clave es la capitulación o, en un contexto más amplio y estratégico, la paz impuesta.
El término más directo y formal es "capitulación incondicional". Esto ocurre cuando el bando perdedor no tiene más capacidad de resistencia y debe aceptar todos los términos del vencedor sin negociación alguna. El ejemplo clásico es la rendición de Japón en 1945. El estratega militar prusiano en su obra fundamental "De la guerra" (Vom Kriege), describe que el objetivo final de la guerra es imponer la propia voluntad al adversario, forzándolo a la sumisión. Cuando esta imposición es total, las condiciones del enemigo son las únicas que existen. Clausewitz argumenta que la guerra es un acto de fuerza para obligar al enemigo a aceptar nuestra voluntad, y si la fuerza tiene éxito al punto de la aniquilación o el colapso, la rendición es la única opción.
A nivel de la teoría de la estrategia, también se habla de una "paz cartaginesa", un concepto que alude a las condiciones de paz extremadamente duras e inaceptables impuestas por Roma a Cartago tras la Segunda Guerra Púnica, diseñadas no solo para vencer sino para destruir permanentemente la capacidad del enemigo para resurgir. En este caso, la aceptación de las condiciones no es un acuerdo, sino una imposición existencial. Este concepto se relaciona con la idea de la guerra total o de objetivos ilimitados, donde el fin es la total subordinación política del adversario.
Intervención "administrada" y swap a medida de la deuda: así será la asistencia de los EE. UU.
El estratega chino Sun Tzu, aunque más enfocado en la evitación del conflicto, también aborda el resultado de la derrota. Si el enemigo es infinitamente superior y la defensa imposible, la retirada o la rendición son actos de cálculo estratégico para preservar algo de la fuerza. Un líder militar que acepta las condiciones del enemigo al estar completamente superado está, según Tzu en "El arte de la guerra", haciendo la única elección racional cuando la correlación de fuerzas ha llegado a un punto de desequilibrio irreversible, priorizando la vida sobre una resistencia inútil y honrosa.
Sin embargo, no solo estamos forzados a aceptar el préstamo de Estados Unidos y sus condicionamientos, sino también y tal vez más importante, también tenemos un condicionamiento subjetivo: en el fondo somos admiradores de Estados Unidos. Crecimos mirando su cine, su forma de vida tiene una enorme influencia en nuestros hábitos culturales y somos consumidores de prácticamente todos sus productos culturales.
En varias ocasiones, Cristina Kirchner, que desde Washington es vista como una aliada del rival, China, dijo que a ella le gusta ir de vacaciones a Estados Unidos, a pesar de sus posiciones críticas hacia el imperialismo norteamericano. "Néstor y yo no nos íbamos de vacaciones ni La Habana, ni a Beijing ni a Moscú. Íbamos a Nueva York, a Miami, a Disney World. Argentinos normales de clase media. Gente común, con gustos similares, pero con grandes responsabilidades", dijo en un discurso en el Instituto Patria en 2024.
La ambivalencia de países como Argentina hacia el imperialismo, caracterizada por la detestación y la admiración simultánea de la potencia dominante, es un fenómeno complejo que encuentra su explicación en el cruce de la teoría de la dependencia con los estudios poscoloniales y el psicoanálisis cultural.
La teoría de la dependencia, surgida en Latinoamérica, establece la base estructural: el subdesarrollo de la periferia no es un accidente, sino el resultado de su inserción subordinada en el sistema capitalista global, donde su rol es proveer recursos de bajo valor. Este vínculo desigual genera el odio y el resentimiento por la explotación económica y la injerencia política, alimentando proyectos de liberación nacional y autonomía.
Sin embargo, el factor que explica la admiración es la dependencia cultural o colonización mental. El centro imperial no solo domina económicamente, sino que proyecta su cultura, tecnología y modelo de vida como la cúspide de la modernidad y el éxito. Esto genera en las élites y parte de la sociedad un complejo de inferioridad, un deseo de emulación y una fascinación por "ser como" el otro, despreciando a menudo lo propio.
El teórico poscolonial Homi K. Bhabha nombra esta tensión como ambivalencia y mimetismo. El poder imperial desea que el dependiente sea "casi lo mismo, pero no exactamente", para que sirva a sus propósitos sin volverse una amenaza real. El mimetismo, el intento de imitar al amo, es el punto de quiebre: es un acto de deseo (admiración) y a la vez una burla o resistencia implícita, pues al ser "casi" igual, el subalterno desestabiliza la autoridad del colonizador. Este vaivén ideológico, entre el anhelo de pertenencia al "primer mundo" y el rechazo a la subordinación, define gran parte de la identidad cultural y el debate político en países periféricos, manteniendo una tensión constante entre la autodeterminación y la dependencia.
¿Cómo salir de esta encerrona, tanto económica, como geopolítica y hasta subjetiva? ¿Qué ejemplos se encuentran en la historia o en otras disciplinas de este tipo de situaciones?
El FMI recortó el crecimiento para la Argentina en 2025 a 4,5% y en 2026 al 4%
La frase “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” aparece en los Evangelios (Mateo 22:21, Marcos 12:17 y Lucas 20:25). Surge cuando fariseos y herodianos intentan hacer caer a Jesús en una trampa política. Le preguntan si corresponde pagar impuestos al Imperio romano. Si decía que sí, lo acusaban de colaborar con el opresor; si decía que no, lo denunciaban por sedición.
Jesús pide una moneda y pregunta de quién es la imagen grabada. Le responden: “del César”. Entonces contesta esa frase ambigua y astuta. Con eso evita el conflicto directo con Roma, pero también marca una separación entre el poder terrenal y el espiritual. No legitima totalmente al Imperio, pero tampoco condena abiertamente el pago del tributo.
Teólogos como Kierkegaard la leen como el límite entre conciencia individual y autoridad externa. La teología de la liberación sostiene que esa respuesta permite cuestionar al poder injusto sin quedar preso de la acusación política directa. Otros autores destacan que Jesús esquiva la provocación y expone la hipocresía de quienes lo interrogan más que tomar partido explícito.
Siguiendo con este razonamiento podríamos decir: “Dar a Trump lo que es de Trump y a los argentinos, lo que es nuestro”. Es decir, mientras no podamos esquivar las condicionalidades, deberemos dar a Trump lo que por fuerza consiguió, pero necesitamos conservar lo que es nuestro, más no sea solo la conciencia de que no somos una colonia estadounidense y que en un cambio de circunstancias debemos emanciparnos y ganar margen de maniobra frente a Estados Unidos.
Esto no significa que no seamos admiradores de la cultura norteamericana, significa que no se nos haga carne su hegemonía y no hagamos nuestra la ideología lacaya de Milei, que parece confundir totalmente los intereses de Estados Unidos y los de Argentina.
Esto sucedió en nuestra historia de independencia. Cuando estalló la Revolución de Mayo en 1810, el nuevo gobierno -la Primera Junta- no podía declararse abiertamente independiente porque España seguía existiendo como metrópoli y el resto de América miraba con recelo cualquier ruptura. Entonces apeló a una maniobra política ambigua: se proclamó gobernando “en nombre del rey Fernando VII”, cautivo de Napoleón desde 1808.
La excusa era que, al estar el monarca legítimo preso y la Junta de Sevilla caída, las colonias recuperaban el “poder retrovertido al pueblo” hasta que Fernando VII regresara. En los bandos oficiales se juraba fidelidad al rey mientras, en los hechos, se lo ignoraba. Esa fórmula permitía tomar decisiones autónomas sin declararse rebeldes. La Junta enviaba circulares a los cabildos diciendo que su autoridad provenía de la lealtad al rey ausente, pero en paralelo removía funcionarios españoles, controlaba el comercio, organizaba milicias y convocaba diputados americanos.
Con ese ardid evitaron una guerra inmediata con España y ganaron tiempo para consolidar poder propio. Fue una máscara legal que cubría un cambio radical: el nacimiento de un gobierno criollo que se hacía pasar por custodio de un monarca al que no pensaba devolverle el mando. Mientras no pudimos independizarnos de España no lo hicimos, pero hubo sectores de la dirigencia argentina y del pueblo que siempre tuvieron esa ambición, que mientras le daban al Rey lo que era del rey, mantenían la consciencia de la necesidad de emanciparse.
Probablemente, si mañana asumiera un gobierno de signo distinto al de Milei, debería continuar con el acuerdo con el Tesoro y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sin poder romper ninguno y aceptando condiciones. Sin embargo, necesitamos que al menos conceptualmente, las decisiones se tomen en el país, así no podamos tomar otra que seguir aceptando las condiciones porque pueden cambiar y podemos ganar margen de maniobra.
En la actual concepción de Milei, la ambigüedad que habita en nosotros es resuelta mediante una total sumisión a los intereses de los Estados Unidos, algo que para nuestra historia e idiosincrasia es inaceptable.
Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi
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