Si bien la vicepresidenta de la Nación cambió hace poco tiempo su modalidad y decidió volver a la escena política cada 15 días, hace relativamente poco tiempo, su silencio ahora no es casual. Las últimas medidas que, por ser consideradas de ajuste, van en contra del pensamiento kirchnerista todavía no logran convencer a los mercados y mucho menos al empresariado argentino.
La idea de la vicepresidenta es dejar que fluya, que sigan su curso, no salir a denostarlas, por ahora, pero tampoco a respaldarlas. El kirchnerismo duro cree que si no arrojan resultado positivo, en breve, lo que después llegue respecto del cumplimiento de las metas con el Fondo será aún peor para el humor social, y no quieren hacerse cargo de ello.
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Los gobernadores aliados tampoco hacen olas, dicen que es tiempo de ser responsables pero, por debajo de la mesa, cuestionan al Presidente por no haber puesto antes paños fríos en el conflicto político. Ahora no quieren sentirse utilizados, por eso prefieren el silencio.
Los sindicatos ya planean su movilización y las organizaciones piqueteras ya se mostraron en la calle, en una de las manifestaciones más importantes del último tiempo contra las políticas tomadas por el Gobierno y el freno a la demanda de más planes sociales.
La marcha del jueves dejó al desnudo el planteo expuesto hace muy poco por Cristina sobre el desmanejo de la política social y los que realizan los punteros.
El kirchnerismo espera, no se expone. Si va bien, las medidas son de todos los que colaboramos con el apoyo. Si va mal, las medidas son de Alberto.
CB PAR
